Susana Solano regresa con una muestra en la Fundación Suñol
La escultora fue considerada la gran esperanza del arte catalán
“A diferencia de otros países, aquí no somos nada chauvinistas con nuestros artistas, sino todo lo contrario. En el caso de Cataluña, el Macba no refleja en absoluto lo que pasa a su alrededor. Se ha silenciado el trabajo de muchos creadores”. Lo afirma, sin rencor, pero tampoco sin ocultar su decepción, Susana Solano (Barcelona, 1946), conocida por sus esculturas de grandes dimensiones, volúmenes macizos y carácter arquitectónico. Tras 11 años sin exponer en Barcelona, la que fue considerada la gran esperanza del arte catalán, vuelve a su ciudad natal con la muestra Vuelo rasante,abierta en la Fundación Suñol hasta el 6 de septiembre.
Su última exhibición fue en 2003 en la galería Senda, aunque para encontrar una monográfica de envergadura hay que remontarse a la que le dedicó el Macba en 1999. “En España, comisarios y directores de museos no suelen pasearse por los talleres, no hay seguimiento de los artistas. En mi caso parece como si no hubiera hecho nada en los últimos 20 años y en cambio no he dejado nunca de trabajar”, asegura Solano, que tiene varias obras de la década de 1980 en la colección del Macba, siendo la última adquisición de 1990. “Exponer y vender me interesa en la medida que me permite continuar trabajando”, indicó, reiterando su escaso interés por el mercado.
Tal y como sugiere su título, Vuelo rasante reúne 15 esculturas de gran formato, creadas entre 1988 y 2011, que se extienden por las salas a ras del suelo, aunque en ocasiones los materiales empleados demuestran una suerte de anhelo a despegarse de la tierra, desafiando la horizontalidad que las caracteriza. Es el caso de Don José I, una estructura de metal con centenares de tiras de plástico atadas, que evoca las alas artesanales de un Ícaro redivivo o de Oromo III, una forma en hierro y mimbre que parece capaz de deslizarse sobre las aguas como una canoa y refleja las influencias de sus viajes a África. “No defino las piezas previamente con dibujos y maquetas, salvo que se trate de obras monumentales. Cuando quieres explicar algo es la propia narrativa la que te pide determinadas escalas y materiales. Con los años los procedimientos se van transformando. Si volviera a nacer, me dedicaría a la joyería”, indica Solano, rodeada por sus característicos espacios arquitectónicos. Se trata de jaulas abiertas y recintos sin cierres, cavidades y colinas, que exploran el concepto de espacio simbólico. La selección reúne ejemplos de los diversos materiales industriales: hierro, acero, mimbre, aluminio, plástico, cristal, cordel y alambre, que Solano consigue amoldar a sus deseos, llegando a modificar su textura y aspecto. Así la red metálica de Kapokier parece un vaporoso encaje y el acero inoxidable de Lo Oculto de 2010 exhibe unos pliegues, que le otorgan apariencia de suavidad.
La selección se completa con unas esculturas pequeñas, que se caracterizan por la misma horizontalidad y transformación de la materia, una serie de fotografías de 1996; un vídeo proyectado en pantalla doble de 2003 y tres dibujos, titulados Giotto, de 2011, que evocan el inicio de su trayectoria artística como pintora. Su estrecha relación con la arquitectura, que se concretó en colaboraciones con Rafael Moneo, Guillermo Vázquez-Consuegra o José Acebillo, en esta ocasión se plasma en el catálogo de la arquitecta Marta Llorente, especialista en teoría y crítica arquitectónica, que en 2007 ya publicó Susana Solano. Proyectos, con la editorial Gustavo Gili.
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