Un juvenil le da al Barcelona la Copa Catalunya
Munir decide en los penaltis el duelo a favor del filial azulgrana
Cosas del fútbol, el guardameta que puso el susto en el cuerpo a los suyos al inicio del encuentro fue el gran culpable de que levantaran el trofeo después de una disputada tanda de penaltis. Temeroso con los pies (cuanto menos, nervioso) en un club que eleva a culto el ejercicio de sacar el balón jugado desde atrás, Ortolà se resarció 90 minutos después bajo los palos, con sus 188 centímetros y la pericia necesaria para aguantarle la mirada al lanzador.
Atajó el portero azulgrana los disparos de Héctor Rodríguez, Raíllo y Jairo. Y le concedió a un juvenil, Munir El Haddadi, autor de tremendos golazos con su equipo, el honor de darle la Copa Catalunya al Barcelona. Lo tiró por la izquierda. Era el quinto y último penalti. Y no llegó Koke, uno de los mejores jugadores del Espanyol durante el partido.
Abarrotado el palco, desangelada la grada del estadio municipal de Montilivi (2.950 espectadores), la Copa Catalunya tuvo el brillo que le dieron sus dos finalistas: el Barcelona y el Espanyol, que dispusieron en el campo a sus respectivos equipos filiales, uno por práctico —“Ya teníamos pactadas las vacaciones con el primer equipo”, se excusó el vicepresidente del Barça, Jordi Mestre—, el otro por una pataleta —el Espanyol denunció en un comunicado “el injusto trato y desconsideración” que estaba sufriendo “desde hace ya demasiado tiempo” la competición para anunciar que imitaría a su rival y no competiría con el primer equipo.
El Barça había decidido jugar con el equipo filial y el Espanyol le imitó a modo de protesta
No se advirtió en el campo el escalón que existe, según categoría, entre uno y otro equipo: contuvo el filial del Espanyol, de Segunda B, a los jugadores dirigidos por Eusebio, el tercer clasificado de la Segunda División. Tan pocas luces les vio Eusebio, tan pobre era la intensidad del Barça, que no esperó ni media hora para hacer, de golpe, tres cambios: entraron Munir, Kaptoum y Adama para alegrar la fiesta. Y se animó el partido tras el descanso, sobre todo por la banda derecha: tan desequilibrante es Adama, una flecha, todo un baile con los pies para sacar (siempre) un centro bien dirigido, que todo el juego ofensivo pasa por sus piernas. Pero ni aun así. Las mejores oportunidades las tuvo el Espanyol, el único capaz de ubicar la portería, como en aquel chut postrero de Aaron. Si bien, tampoco la suerte de los penaltis se alineó con los chicos de Sergio González. El empate a cero en el marcador llevó el duelo a la línea de los once metros. Y allí venció Ortolà. Y Munir.
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