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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Oído y percepción

Mas pidió una contraoferta imposible de rechazar y poder aparcar el ideario independentista

J. Ernesto Ayala-Dip

Oído. Por fin TV-3 se animó a programar en hora punta un espacio de debate. Me refiero a .Cat, una puesta en escena donde en su estreno contertulios de diferente orientación política se sumaron a la entrevista que la conductora del programa, Ariadna Oltra, le hizo al presidente de la Generalitat. Como no soy un especialista en la materia, no me pronunciaré sobre el nuevo espacio más allá de mostrar mi satisfacción como usuario (y contribuyente) de su existencia. Con el tiempo, veremos qué da de sí, sobre todo en lo tocante a pluralidad y equidistancia. Como estreno, el espacio no podía comenzar mejor, dado el calado de las declaraciones del presidente Artur Mas respecto al llamado proceso.

Se da la circunstancia que las palabras más sustanciosas sobre una hipotética consulta a los catalanes sobre qué tipo de Estado querrían en un futuro inmediato (o lo que es lo mismo: status quo o independencia), las pronunció el president en clave de negociación. Palabras que, más que exigir dicha consulta, parecían que estaban pidiendo algo tan concreto (y a la vez urgente) como una contraoferta imposible de rechazar, y a la vez, poder aparcar el ideario independentista hasta por lo menos una generación.

En el encuentro entre el president y Felipe González, en el programa de Jordi Évole, hace ya varias semanas, se vio claro esta disposición a buscar (pero también a encontrar sin demora) el encaje de Cataluña dentro de España. De este encaje ya se ha escrito mucho, siendo el del ponente de la Constitución de 1978 Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón el último esbozado: competencias en materia lingüística, cultural y financiera fuertemente blindadas. En este mismo sentido abundó el presidente de la Generalitat el jueves pasado ante la moderadora. Lo expresó con una expresión inglesa, Win Win. Todos ganamos. O lo que es lo mismo: todos tenemos que perder algo.

¿Se refería el president a ganar todos después de una consulta permitida por el Gobierno central? ¿O a ganar todos antes de una consulta, es decir, a ganar todos antes de ganar o perder uno solo? Lamentablemente ni Felipe González (ex presidente del Gobierno), ni Rodríguez de Miñón (miembro permanente del Consejo de Estado), ni ninguno de los contertulios del nuevo programa de debate tienen voto en este contencioso. Algunos de estos interlocutores, salvo la buena voluntad y la generosidad de criterios, ya no tienen ninguna influencia en la política española y apenas podrían lamentarse de ello, como lo hizo en su día Cicerón cuando abandonó el consulado de la República romana: “Si antes mi sitio estaba en la cubierta sosteniendo con las manos el timón del Estado, ahora apenas queda hueco para mí en la sentina”.

Lamentablemente ni Felipe González , ni Rodríguez de Miñón, ni ninguno de los contertulios del nuevo programa de debate tienen voto en este contencioso

Lo cierto y lo dramático de toda esta cuestión es que el presidente de la Generalitat no tiene frente a él al único interlocutor que sería válido, que no es otro que el presidente del Gobierno español. No sé si éste ha visto el programa de Jordi Évole (por si no lo hubiera visto, hay vídeos), ni el de Ariadna Oltra. Tampoco sé si su asesor principal, Jordi Moragas, le habrá traducido el significado político del ya famoso Win Win (lo digo porque el presidente, aparte de la lengua común, no habla ninguna otra).

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Además, el señor Rajoy, si tuviera alguna intención de entender lo que ocurre en Cataluña (digo entender, no venir a Cataluña a repetir siempre lo mismo), tiene a mano a su secretario de Cultura, José María Lasalle, no porque esté casado con una diputada socialista catalana, sino porque es autor de uno de los mejores libros que se escribieron sobre el nacimiento del liberalismo en Inglaterra. A lo mejor con un resumen de emergencia, hubiera entendido por qué un conservador como el actual primer ministro británico puede llegar a pactar un referéndum con Escocia sobre su independencia. Hasta aquí lo oído (y también lo no oído).

Percepción. Veamos ahora la percepción del llamado proceso, según mi experiencia (y el relato de la experiencia de otros). Para los que abogamos por un Estado federal a la carta, como lo resumió impecablemente Rodríguez de Miñón (y no esa gaseosa voluntad federalista de última hora de PSOE, sin saberse nunca más de aquella otrora España plurinacional de Rodríguez Zapatero), la percepción que tenemos es que la solución federal ya está amortizada. Que una parte importante de la ciudadanía catalana no está por la labor, excepto la independencia. Que otra parte importante de la juventud (sobre todo entre 25 y 35 años) solo abogan por un estado propio de proximidad. Un estado al que se pueda controlar de cerca y desde el cual se pueda iniciar una auténtica regeneración de su futura clase política. Y termino con una frase del estadista Cicerón, que el señor Rajoy debería haber leído: “Entre los grandes hombres de estado, nunca se ha tenido por virtud el obcecarse en una opinión”.

PD. Celebro el mea culpa del jefe de los Mossos d´Esquadra y el perdón expresado por “el sufrimiento de quienes” fueron perjudicados.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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