En gozoso apretujón
Las calles del centro de Barcelona vivieron un colapso peatonal de aúpa ante las casetas
“A mí me gusta leer”, sostuvo la chica como para sí. Fue un acto de autoafirmación íntimo, aunque éramos millares a su alrededor, apretados como sardinas, completamente inmovilizados en un formidable atasco peatonal en la rambla de Catalunya a la altura de la Casa del Libro. Una mujer tuvo un ataque de claustrofobia mientras a mí casi me sacan muy poéticamente un ojo con una rosa. “Jope, parece un concierto”, comentó alguien. La ocasión era proclive a las confidencias, literarias o no (“mmm, ¿te gustan las novelas de gladiadores?”), a hacer amistades y, para algunos, a lograr fortuna (una mano larga hurgó en mis bolsillos con destreza). Un día extraordinario sobre todo para los libros (y las rosas), pero un reto para los claustrofóbicos y los alérgicos —sol y ligera brisa: lo peor; veías a mucha gente con los ojos escocidos, carraspeando y estornudando, Sant Jordi, ¡achís!—.
El atasco lo producía en esos momentos una letal concatenación de autores. Blue Jeans, que es un escritor (en el mundo Francisco de Paula Fernández) y no una franquicia de vaqueros, tenía a un montón de adolescentes frente a él para que les firmara títulos como ¿Puedo soñar contigo? y No sonrías que me enamoro (Planeta). ¿Es bueno?, interrogué a una de las fans aprovechando la embarazosa intimidad que nos daba el estar cara a cara tan apretados que no se podía distinguir si su top era suyo o mío. “Así, así, de amor, un poco como Moccia pero en sevillano”. Muy cerquita (aunque no tanto) estaban David Trueba, que en ese momento se abrazaba con su vecino Atxaga, Revilla (“el de las anchoas, ¡de verdad que está el tío firmando!”) y Victor Amela ("¡el de Arucitys!”), que ha logrado el milagro de sacar petróleo de Ovidio. Todos a la alta. A la baja estaba la edición en seis volúmenes de la Historia del Barça. Al revés que Cómo elaborar cerveza casera (Omega), ese gran título.
Librerías petadas, la restauración haciendo su agosto. Artur Mas bajaba a pie dejándose retratar a diestro y siniestro con tres rosas en la mano. Cristina Morató estaba hecha una reina, Forges no paraba de firmar añadiendo un bocadillo a sus dedicatorias, la alpinista Araceli Segarra lo hacía tensando los músculos de los brazos como si ascendiera un ocho mil, Almudena Grandes.... a Almudena Grandes es que ni la veías. La marea humana me arrastró ante Philip Kerr, hecho un dandi y feliz. Le pregunté que cuando tendremos la próxima novela de su detective Bernie Gunther. Pero ha aparcado al personaje para escribir de fútbol y crímenes, el tío. No todo iba ser felicidad este día feliz de libros.
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