Una mafia sin muertos
La dinámica de poder, complicidades, influencias y negocios sucios, es un sistema autóctono y universal
La mafia sin muertos está ahí, actúa y prosigue, abrocha con su dinámica de poder en complicidades, influencias y negocios sucios. Sistema autóctono y universal de comercio clandestino Baleares, SA es una serie que no se agota y las tramas recrecen con pocos cambios de guion y personajes.
Los métodos son sutiles o de brocha gorda “sense manies” (sin escrúpulos). Los delincuentes penetraron en la compra venta de ataúdes y tumbas y traficaron con programas de seguridad informática, más allá del urbanismo y obras gigantes.
Esa amistad se sella con pagos en especie: en sobres que no dejan rastro, también caballos, bmws rojos, apartamentos para hijos de la autoridad, un barco para el celador, un chalé a quien visa licencias, un solar a nombre de la esposa del edil. Un soborno clásico son piscinas y jardines con olivos, palmeras y muros de piedra.
Un tanto por ciento de una sociedad fue asignado por un hotelero a la esposa del cargo histórico tras la concesión de la explotación una playa. El mismo amo, perdedor, patrocinó una candidatura local, abonó miles de euros a un escribidor de columnas y a otro con un micro.
Los jefes y asociados retoman su papel en comilonas, tertulias de secta y citas en despachos. Un predicador patriarcal ejerce un papel antiguo sin engaño mientras otros ríen, dudan y susurran.
Opera siempre con su superioridad, la inercia del éxito, con la excusa de la crisis
Uno parece reflotado aunque nunca dejó de moverse. Un tiburón siempre nada, con la boca al acecho, oliendo la presa del dinero rápido.
Padrinos secundarios callan y echan sus cuentas o las pasan. Enterados, arribistas siguen sumergidos, manejan hilos en zonas de sombra con un ojo en las manos de cartas, marcadas.
En la comunidad de secreto y protección se reconocen por sus relaciones y en el uso de fajos de billetes grandes con moho de lo oculto. Hablan de sus contactos y de inversores de fuera. Desdeñan en privado a la autoridad y se jactan de subyugarla. Husmean fincas, idean negocios por mero placer y buscan socios de ocasión.
El pase y el pelotazo existen desde que se empezó a pagar por la tierra que se construye. Así nació la especulación con opciones, apretones de mano, escrituras sin cifras y planos de futuras decisiones urbanísticas. El mercado es la reventa.
Un golpe maestro son los cambios súbitos de precios, “o eso o nada”, otros lindes, un socio invisible o nuevas condiciones, flecos en el momento de firmar. Sucede en la puerta de la notaría y en la sala de firma del fedatario, con el dinero en caliente. Es un instante clásico con ejecutores de leyenda, fríos y sagaces.
La legislación que nace del nuevo régimen y su reconquista, el rosario de decretos ley y la catarata de preproyectos de calado propician las operaciones ganadoras. Nuevos cargos llegaron urgentes del sector del negocio que ahora propician con concesiones y privatizaciones. La sociedad está anestesiada, quizás distraída en combates sin salida.
Esa mafia opera siempre con su superioridad acreditada por la inercia del éxito, con la excusa de la crisis. Siempre hay quien maneja la calculadora, el porcentaje de dádiva y el inevitable traspaso de fondos. Unos derrotados por sí mismos en su desmesura, ya sin protección, quedan olvidados.
Un soborno clásico: piscinas y jardines con olivos, palmeras y muros de piedra
Existe una gama alta de mafiosos, los caídos. Son los reos que penan en la cárcel. Es la mafia sin armas descrita en sentencias de jueces, un manual de usos delictivos de la cosa pública.
Ni un día sin cruzarse en la calle con un sospechoso, imputado o corrupto condenado. Están en el decorado social, individuos fundidos en el paisaje por su pasado descubierto. Si se sienten observados, bajan la cabeza y, a veces, si cruzan la mirada con alguien que sabe bien quiénes son hacen una mueca, una sonrisa gélida.
La ronda casual de identificaciones sucede por cuestiones demográficas. Es el peso de lógica en la categoría del tanto por ciento de inmorales. Están en la clasificación determinada por el funcionamiento del sistema corrupto que ha manchado autoridades, cúpulas de bancos y cajas, abogados, funcionarios, profesores de universidad.
La red es gigante. Hay sospechosos que poseen medios de comunicación —al menos tres— y, encausados, dirigen y dan voces. Hay seis periodistas condenados y una decena de imputados. La mafia amistosa alcanzó a la Policía, la Guardia Civil, la Presidencia del Gobierno balear, del Consell de Mallorca y del Parlamento, Ayuntamientos. Así, un reo aplaudió un discurso en Palma que anatemizó el sistema actual y la corrupción. Era de un amigo.
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