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La polémica envuelve la ampliación de usos del poblado de Sancti Petri

Políticos, urbanistas y pescadores rechazan el proyecto arquitectónico elegido

Una vista del poblado marinero de Sancti Petri, en Chiclana.
Una vista del poblado marinero de Sancti Petri, en Chiclana.Eduardo Ruiz

Fue uno de los lugares más ricos de Andalucía. También de los más bellos. Sancti Petri, levantado en una lengua de tierra ganada al mar en Chiclana (Cádiz), se erigió como poblado gracias al negocio de la pesca del atún. Todos los chiclaneros de cierta edad rememoran con nostalgia la intensa vida de aquellas calles entre casas blancas. Ahora, tras años de abandono, están a punto de transformarse. Su conversión se llama El Bosque Pesquero, el proyecto ganador de un concurso de ideas que impulsó el Ayuntamiento para remozar la zona y volver a darle uso. Pero en Chiclana crecen las dudas de los que creen que lo planificado en Sancti Petri no respeta el peso de sus recuerdos.

Sancti Petri fue próspero hasta que, a principios de los años setenta, el atún dejó de descargarse en sus naves. Los habitantes del poblado fueron abandonando las casas. Tras años de calles fantasmas, el Ministerio de Medio Ambiente accedió a entregar el poblado al Ayuntamiento en una decisión que se celebró en Chiclana como una oportunidad para contar con un nuevo lugar de esparcimiento pero siempre sin perder las raíces que había tenido el poblado. Y esa fue la base del concurso de ideas que planificó el Ayuntamiento con el PP en la alcaldía.

Un bosque de pinos

“El proyecto devuelve el sentido a la península de Sancti Petri y reinterpreta sus valores arquitectónicos”. Esa era la carta de presentación de los estudios sevillanos de arquitectura Pipo y Sala de Tierra cuando presentaron su proyecto conjunto para hacerse con la remodelación del poblado. El plan de usos ganador contempla una división en 13 conjunto compactos, con celosías verticales de madera de pino, en un intento de aunar la tradición de los carpinteros de ribera y la construcción de barcos de madera. Esas fachadas de madera son, quizá, la parte más polémica para los que rechazan el proyecto puesto que choca con la memoria de edificaciones blancas que siempre caracterizaron al pueblo marinero.

También incluye la plantación de un bosque de pinos y la división de los edificios en grandes áreas en función de sus usos: hosteleros, comerciales, culturales, pesqueros o náuticos. Otra de las ideas fundamentales era restringir cualquier acceso a los vehículos. El proyecto contemplaba también la restauración de la iglesia del Carmen, la parroquia de los marineros.

Eligió un jurado y el ganador fue El Bosque Pesquero, de BakPak Arquitectos, procedente de los estudios sevillanos Pipo y Sala de Tierra. El joven grupo de arquitectos venció con un innovador proyecto que, en parte, respetaba los usos primigenios del poblado, dando su sitio a los pescadores y el club náutico, pero introduciendo innovaciones arquitectónicas como naves metálicas forradas en madera. No gusta a todo el mundo. “Creo que es un proyecto ideal para Finlandia o Noruega pero no para Sancti Petri”, critica el arquitecto chiclanero José María Esteban. “Mi infancia está hecha de recuerdos en Sancti Petri y lo que plantean supone destruir cualquier cosa que se acerque a esa memoria”. Él cree que hubo un jurado “dirigido por el Ayuntamiento” que no tuvo en cuenta la arquitectura vernácula ni la “herencia legal” de la concesión que hizo la Demarcación de Costas.

Porque ese es otro de los asuntos polémicos. El uso previsto para Sancti Petri no concordaba con lo establecido por Medio Ambiente cuando entregó el poblado al Ayuntamiento. “Han tenido que devolver el proyecto pero no para cambiarlo sino para que Costas elabore una nueva concesión. Es una aberración”, critica el portavoz socialista, José María Román, estandarte político del rechazo a lo que se propone hacer en Sancti Petri. “Quieren acabar con la idiosincrasia del poblado”.

También hay voces críticas entre los pescadores. Rafael Vázquez, presidente del Club Náutico de Sancti Petri, mira con envidia a sus vecinos de Conil, donde se ha rehabilitado la antigua fábrica de salazones de La Chanca respetando su idiosincrasia. “No nos oponemos a que vengan turistas y se busque un uso cultural. En Conil se ha hecho. Lo que no queremos es que pierda la raíz de lo que fue esto. Nos enseñaron el proyecto cuando ya había ganado el concurso”.

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El gobierno municipal no entiende las críticas y recuerda que en el proceso ha habido margen para la participación de los vecinos. También señala la excelencia del proyecto, que se ha convertido en referente arquitectónico internacional.

Cuarenta años después los atunes han vuelto a Sancti Petri. Los ha pintado el muralista catalán afincado en Chiclana Antoni Gabarres, que ha elegido las paredes todavía en pie del poblado marinero para un proyecto artístico en defensa del patrimonio y de las personas. Ese es su lema. Que para que se respete el patrimonio hay que escuchar a las personas.

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