“En EE UU habría protestas en el juzgado”
El marido de la última fallecida viaja desde Houston a reunirse con otras víctimas del siniestro
Bobby Fariza, neoyorkino residente en Houston de padre zamorano y madre puertorriqueña, superó un linfoma hace cuatro años gracias a un trasplante de médula. En agradecimiento hizo el Camino de Santiago y quedó tan enamorado de Galicia que el verano pasado, tras acudir a la boda de una hija en Roma, se trajo a su mujer Myrta a España. Visitaron a familiares en Valladolid, de donde salieron el 24 de julio con la intención de llegar a Santiago en la víspera de su día grande. Pero el Alvia en el que viajaban se estrelló en la curva de Angrois. Bobby tuvo suerte —“solo dos salimos por nuestro pie del vagón”, recuerda— pero su mujer sufrió graves golpes en la cabeza y acabó muriendo a los tres días. Ella fue la última persona fallecida en el hospital, donde los médicos lograron salvar la vida a la inmensa mayoría de las cuatro decenas de heridos críticos que recibieron.
Tras el accidente, Bobby volvió a Houston, pero ayer regresó a Santiago, donde una de las dos asociaciones de víctimas del siniestro celebró una reunión para ponerse al día de las cuestiones del proceso judicial que les afectan. Bobby estaba deseando hablar con el resto de afectados. Dice que a él le sienta bien contar lo que le pasó, aunque entiende que otros prefieran olvidar. Cada víctima es un mundo. En su caso, las secuelas físicas no fueron muchas: una quemadura en el abdomen y golpes por todo el cuerpo. Las psicológicas son peores. Aunque ya no se despierta por la noche gritando el nombre de su mujer, sigue sobresaltándose cuando escucha algún ruido imprevisto. Eso es de lo poco que recuerda del accidente: el tren inclinándose y un gran estruendo. Luego se ve a sí mismo “en blanco y negro” gritando el nombre de su mujer hasta que la encuentra. Aún estaba consciente y pudo rezar con ella un padrenuestro antes de que “seis o siete vecinos” de Angrois se la llevasen sobre unas tablas hasta una de las primeras ambulancias que llegó al lugar.
Ayer, además de reunirse con otras víctimas en un hotel de Santiago, Bobby pasó por el juzgado que instruye el caso a cumplimentar varios trámites que tenía pendientes. Lo hizo al tiempo que declaraban los cinco cargos de Adif llamados por el juez como testigos. Y Bobby se sorprendió: “En Estados Unidos, con un accidente así, hoy habría decenas de personas manifestándose a la puerta del juzgado, pero aquí parece que no interesa ni a los medios de comunicación”.
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