Si hay futuro...
La distancia entre Pedralbes y Nou Barris empieza a ser asfixiante. No es un problema de renta: es de oportunidades
Coincidiendo con el debate parlamentario sobre la pobreza, la Universitat Autònoma de Barcelona nos advierte del peligro de segregación de determinados ámbitos metropolitanos —barrios, municipios— de resultas de la crisis. Cuando hablamos de personas vulnerables estamos diciendo eso: que hay circunstancias peores para recibir malas noticias.
El estudio de la UAB sitúa estas poblaciones críticas en el entorno del rio Besòs. El río era escaso como escasa era la demografía de esta línia fluvial, de manera que aquí se asentaron los que iban llegando; después, el río se convirtió en una porquería y sus orillas se cotizaron a la baja. Ahora el cauce del Besòs luce espléndido, pero la piedra es más difícil de convencer, y no digamos la realidad. Es igual si nos referimos a Ciutat Meridiana —el barrio de menor renta de Barcelona—-, Sant Roc en Badalona o Safarejos en Santa Coloma. Por no decir la Catalana, en Sant Adrià, con sus casas tapiadas las unas y mal ocupadas las otras, siempre a la espera de un plan de regeneración. Promesas, promesas.
En estos barrios se ha invertido mucho, pero el proceso de recuperación —de cohesión— es lento, necesita más de una generación. La diferencia de renta entre Ciutat Meridiana y Pedralbes existía igual antes de la crisis (y de estudios, de patrimonio, de nivel cultural) pero hablar de pobreza cuando las cosas van bien es de mal gusto. Lo que la crisis ha trinchado es la expectativa de futuro. En esto, la distancia entre Pedralbes y Nou Barris empieza a ser asfixiante. No es un problema de renta: es de oportunidades. Techo, comida, futuro: la trilogía básica. Esta crisis es, para el sud de Europa, un laboratorio: cuánto sufrimiento, cuánta privación, cuánta desesperanza puede soportar una sociedad. Hasta ahí nos apretará el sistema.
Sito Alarcón es hoy gerente del Consorcio del Besòs, el organismo que gestiona el futuro de la zona. Hace años, Sito fue uno de los padres de la regeneración del río, desde Barcelona Regional, una agencia que miraba el territorio a vuelo de pájaro para ponerle infraestructuras. Yo estaba haciendo un libro sobre la resurrección del Besòs y Sito fue mi guía, pasamos muchos días siguiendo el cauce. Él era capaz de mimar el río como quien acuna un bebé.
Criatura de suburbio, el Bèsos era tan feo que por fuerza le tomabas cariño. Entonces no hablábamos en términos sociales, sino ecológicos, urbanos, mientras los vecinos nos contaban historias de malos olores y de ratas y cernícalos. Ahora leo que Sito quiere para las orillas del Besòs industria “descontaminante” y del conocimiento.
Todo el mundo se disputa la Barcelona sabia y brillante, la smart city que acaba de recibir un premio europeo, pero no será el Besòs quien la tenga, porque estas cosas no se asientan en los barrios periféricos y densos. Lo que hay que lograr es que los jóvenes de Ciutat Meridiana tengan trayectoria académica suficiente para salir del barrio e ir hasta el 22@ o hasta Stanford. Eso es igualdad de oportunidades.
Comento con Imma Boj el impacto de la crisis y esta mujer joven me recuerda cómo afectó la crisis de los años 70 a las familias inmigrantes —era su entorno— que por primera vez habían conseguido otear un horizonte de clase media y poner a sus hijos en la universidad. De golpe el mundo temblaba, eso me dice Imma: se tambaleaba el futuro. Imma es directora del Museu de la Immigració, en Sant Adrià del Besòs, de hecho un centro de interpretación porque no tiene casi colección. Sí tiene discurso.
Me encanta, de este museo, la secuencia de tres elementos. Un vagón del Sevillano del 1957 sirve para ilustrar la peripecia de la gente, oleadas de gente, que venía del sur español. Yo he ido a París en un tren peor, porque este tiene asientos mullidos, pero encoge el corazón ver los bártulos en el porta-equipajes, la maleta de cartón y el hatillo de ropa. Los tesoros, lo que no se puede dejar atrás.
Al bajar del vagón, el escenario cambia: representa una frontera, porque hay migraciones aun más duras, y hay alambradas y pasaportes y barreras, la cruel realidad actual. En el medio de los dos, en el suelo, está dibujada una rayuela heterodoxa que marca el camino de la integración, igual para todos, y se avanza o se retrocede según vaya la vida. Aprendes la lengua, tres casillas para adelante; pierdes el trabajo, tres para atrás, y el “cielo” es la nacionalidad, es decir, la plena ciudadanía.
Este museo, que es muy inteligente, está instalado en una pequeña casona, donde una rica familia de Barcelona paraba a hacer noche cuando emprendían las vacaciones en el Maresme. ¡La desigualdad! Imma es hija de la antigua migración española y hoy dirige el museo, que cuenta una cosa terrible y magnífica: todos somos inmigrantes desde que los ancestros empezaron a caminar vestidos con pieles desgajadas con herramientas de piedra. La pobreza no es dramática si hay futuro.
Patricia Gabancho es escritora.
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