Madrid, claroscuro cultural

El mundo de la cultura, avalado por 90 organizaciones culturales y cívicas, se echa mañana domingo a la calle en Madrid, concretamente a paseo de Recoletos y Alcalá. Se propone convertir este espacio en un enorme escenario vivo, de palabras, danza, imágenes y voces —1.500 cantantes de cuarenta coros entonarán el Coro de los Esclavos del Nabucco de Giuseppe Verdi— para protestar así contra la postración que padece, según denuncian los portavoces de la Plataforma en Defensa de la Cultura, mentora de la convocatoria.

Músicos, cineastas, escritores, diseñadores, libreros y bibliotecarios, así como bailarines, arqueólogos, arquitectos, gestores y defensores del patrimonio histórico-artístico —entre muchos otros profesionales— comparten con miles de vecinos la idea de que la cultura en Madrid se encuentra en grave peligro. Quieren pues “no solo reivindicar la importancia de la cultura para la convivencia y la vida social, sino también llamar la atención de los poderes para que impidan su extinción”. El remate de este proceso ha sido el aumento en un 21% del Impuesto sobre el valor Añadido (IVA) a los espectáculos, incremento que se cierne amenazante sobre buena parte del universo cultural. Así están las cosas, que desde los poderes municipal y regional de Madrid se contemplan de manera bien distinta, con abultados datos de oferta cultural, actos y espectadores.

Como cultura puede llegar a serlo casi todo, cabe establecer que construye y desarrolla la sensibilidad de cada persona que la recibe, para crear ciudadanía. A su recepción se accede desde las ideas, la palabra, la música, los signos o los símbolos, cuando están organizados de manera que brinden conocimientos o emociones a sus receptores. Es el caso del arte.

Dado el componente simbólico de los bienes culturales, cada cual puede apropiarse de su contenido sin alterar su naturaleza, porque se trata de bienes comunicables y transmisibles. Todo ello dota a la cultura de una extraordinaria versatilidad capaz de transformar la sensibilidad, las emociones —y a veces incluso la vida— de quienes la reciben. Para Francisco Javier del Barrio, directivo del Ateneo de Madrid y presidente de la Asociación Ágora, “la convocatoria del domingo 9 de marzo obedece a que la cultura no puede ser un privilegio, puesto que es un derecho democrático ciudadano al que ha de tener acceso toda la población; con la actitud seguida en los últimos años en Madrid contra la cultura”, explica Del Barrio, “se atenta contra ese derecho de la ciudadanía y se reserva su disfrute únicamente para aquellos que tienen dinero para pagársela”.

“Aquí en Madrid, el Partido Popular no tiene un Zapatero al que echarle la culpa de lo que sucede, pues tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad llevan gobernando sin interrupción más de veinte años”, dice José Alonso, jubilado, que se confiesa amante del teatro. “Tampoco la oposición ha hecho mucho por la cultura, que digamos”, señala Teresa Gómez, ama de casa, que asegura ser “persona entregada al cine”. Pero añade: “aunque, eso sí, en la etapa de Tierno Galván, Madrid fue otra cosa”. José y Teresa se quejan de los precios de las entradas de los espectáculos y también de las dificultades “informáticas” para disponer de ellas. “Nos marean, pero nosotros no somos de ordenadores”, dicen.

Para el cantautor Luis Eduardo Aute, “vivimos una situación de absoluta indiferencia, incluso de aversión de los poderes públicos respecto a la cultura, que es probablemente la más repudiada de todas las necesidades sociales y se ve reducida al mínimo. No hay más que ver el nivel cultural de mucha gente, angustiosamente vacío”, agrega. “En la ciudadanía, sin embargo, existe sed cultural, pero no hay plataformas donde saciarla, ni existe apoyo hacia ese proceso creador de convivencia que es la cultura”. Por otra parte, añade el compositor, “la gente más joven se ve abducida por la tecnología, mientras las personas cultas no interesan a nadie”. Y sentencia: “La seducción de la cultura aquí ha desaparecido”.

Para Jaime Tarruell, exdirectivo del Colegio de Arquitectos de Madrid y experto en restauración monumental, “no existe el debate cultural”. Y se pregunta: “¿sabe alguien de un solo asunto de interés tratado en la decena de Reales Academias?”. Otro de los problemas que Tarruell percibe en Madrid es “el miedo. La gente teme significarse e incomodar al poder, que señala y margina a quien se atreve a poner en duda sus decisiones.”

Para Iñaki Guevara, de la Unión de Actores, “el aumento al 21% del IVA ha sido una verdadera puñalada en la espalda de las artes escénicas, en España y señaladamente en Madrid”. El sector aglutina unos 5.000 asociados, la mitad de los cuales reside en Madrid, 1500 en Barcelona, 150 en Sevilla y el resto se esparce por todo el país. Y explica: “Mientras la reforma laboral ha empobrecido a los trabajadores y enriquecido a los empresarios, el aumento del IVA en los espectáculos ha arruinado a todo el mundo, trabajadores, empresarios y espectadores”.

Y brinda datos: “Tres de cada cuatro actores no pueden vivir de su profesión; casi la mitad de los actores, actrices, bailarines y bailarinas jubilados (un 44%) necesita percibir una ayuda de la organización Actores Intérpretes y Gestores de Espectáculos, AISGE, para poder sobrevivir”. Guevara remacha sus cifras: “El 55% del sector percibe menos del salario mínimo y, de las empresas teatrales, más de la tercera parte ha cerrado”. Para colmo, “los teatros nacionales o municipales —muchos de estos el Ayuntamiento está tratando de venderlos— pese a que disponen ya de entrada de dinero público, tratan de dotarse de convenios iguales a los de las empresas privadas”. Y concluye: “Estamos en fase de extinción y subsistimos gracias al teatro, a la escena, al cine de resistencia”.

“Los museos madrileños se ven sometidos a la arbitrariedad”, explica Alicia Torija, arqueóloga, de la portavocía de la Plataforma en Defensa de la Cultura, organismo que impulsa la demostración del domingo en Recoletos y Alcalá. “Sirvan como ejemplo el del Museo de la Ciudad, situado en Príncipe de Vergara que, tras ser desmantelado, los materiales que exhibía no han sido aún reacomodados en ningún otro museo”. Además, destaca Torija, “el Museo de San Isidro fue reformado pero, por ausencia de personal y de mantenimiento, en la práctica queda invalidada aquella reforma”.

A propósito del sector de librerías y bibliotecas, Alicia Torija señala que “el Gremio de Libreros está desolado: las compras de libros por parte de las universidades, las bibliotecas públicas y las Administraciones municipales, regionales y estatales han desaparecido, se han reducido a cero”.

Respecto al patrimonio histórico-artístico, la portavoz de la Plataforma subraya que “el Ayuntamiento abandona los edificios históricamente valiosos, porque le resulta más barato demolerlos que restaurarlos”. Y detalla: “Los ejemplos los tenemos hoy mismo en el edificio blasonado de Embajadores, 18, en el abandono del frontón Beti-Jai o en el edificio de Alejandro De la Sota de la fábrica Clesa”. A juicio de Alicia Torija, “claramente, se rebaja o reduce el amparo de los edificios protegidos para dar paso al negocio inmobiliario puro y duro, como demuestra el complejo Canalejas”.

En cuanto al Gobierno regional, dice Torija, “la modificación de la ley de Patrimonio por parte de la Comunidad de Madrid es “el mayor atentado perpetrado por ninguna administración desde el origen de la democracia” y cita al experto Javier García Fernández.

Javier G. Mosteiro, catedrático de Ideación Gráfica de la Escuela Superior de Arquitectura y miembro del Club de Debates Urbanos, reivindica “la importancia del espacio público como escenario del encuentro que propicia la cultura”. Y denuncia agresiones incesantes contra este ámbito.

Vicente Patón, arquitecto y presidente de la asociación Ciudadanía y Patrimonio, organización igualmente convocante del evento, valora Madrid “como ciudad joven y viva, donde existe mucha creatividad, mucha experimentación de actualidad”. Pero se muestra preocupado “por el creciente desprecio hacia la cultura del pasado, en particular, por la cultura clásica a consecuencia de los fallos tremendos de la educación”. A su juicio, “la cultura se concibe desde los poderes como mero negocio por lo cual, todo lo que es cultura o es mercado o no es”. Y sentencia: “Desgraciadamente, tenemos una clase política muy inculta, que mira a otro sitio”.

El portavoz de la Plataforma, Fernando Martín concluye: “Pese a todas las agresiones sufridas, no van a destruir la complicidad entre la cultura y la ciudadanía”.