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Perdedores de la guerra en danza

Marcos Morau presenta en el Mercat una coreografía sobre el Japón de 1945

Una imagen del espectáculo de la Compañía nacional de danza Nippon-Kokku.
Una imagen del espectáculo de la Compañía nacional de danza Nippon-Kokku.EL PAÍS

Vital e imaginativo, Marcos Morau (Ontinyent, Valencia, 1982), es uno de los coreógrafos más aplaudidos y disputados en la actualidad, además de dirigir su grupo de danza contemporánea, La Veronal. La Compañía Nacional de Danza, que dirige José Carlos Martínez, presenta esta jueves en el Mercado de las Flores de Barcelona, Nippon-kokku, una creación reciente de Morau para esta formación. La obra, que tiene como referencia el Japón perdedor de la Segunda Guerra Mundial, se estrenó el pasado 10 de febrero en Madrid y llega precedida del éxito de público y de crítica.

“No me considero el coreógrafo de moda, creo que hago un trabajo que gusta y que me llaman”, afirma este creador de 32 años. Marcos tiene en su haber numerosos premios, los más recientes el Premio Nacional de Danza del Ministerio de Cultura de 2013, además del Premio Sebastià Gasch, concedido por la fundación FAD de las Artes y el Diseño. El coreógrafo vive una actividad frenética. “Tengo la agenda de trabajo comprometida hasta 2017, y ahora acabo de llegar de Noruega, concretamente de Bergen, donde estoy creando una obra para la Carte Blanche, la compañía nacional de danza contemporánea de aquel país. Mi fuente de inspiración para este encargo ha sido la obra de Munch", explica.

Respecto a la experiencia de crear para la Compañía Nacional de Danza, afirma: “Me ha fascinado trabajar con sus bailarines, ha sido una relación de diálogo y colaboración, de intercambio de ideas. Su director me ha dado todas la facilidades para que pudiera desarrollar mi trabajo; por ejemplo, pedí que el vestuario fuera de David Delfín y así ha sido, y la escenografía y luces son de Enric Planas un colaborador habitual de La Veronal, al igual que lo es Pablo Gisbert, autor de la dramaturgia”. A Marcos le gustaría volver a trabajar con la Compañía Nacional de Danza. "Deseo repetir la experiencia y me arriesgaría a crear mi versión de un ballet clásico, como Giselle".

Sobre José Carlos Martínez, apunta: “No lo tiene nada fácil, es difícil contentar a los clásicos y a los contemporáneos, pero es un director firme y cumple bien su cometido ajeno a los halagos y a las críticas".

A la hora de definir Nippon-Kokku, el coreógrafo explica: “He querido crear un espacio entre Japón y yo, y en él situar a unos personajes que se formulan preguntas tales como ¿en qué momento vivimos?, ¿quién nos gobierna? o ¿quién decide por nosotros?. He creado una atmósfera de angustia en la que conviven la agresividad y la rabia contenida". Japón, continúa, “ fue el gran perdedor en la Segunda Guerra Mundial y de eso trata mi coreografía, de perdedores. También me he inspirado en textos de Yukio Mishima, me seduce su estrecha relación con la belleza y el fascismo”.

Marcos añade: “He creado un vocabulario coreográfico en el que mezclo el baile contemporáneo con la danza tradicional japonesa y lo mismo hago con la música. Busco crear un contraste entre el gesto marcial de los militares y el sutil y poético que destila la danza tradicional de aquel país”. La música es de Luis Miguel Cobo pero también incluye fragmentos de Sousa, Hideo Osaka Esemble, Haendel, Listz y los Pachos".

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Con respecto a la críticas adversas que recibió su último trabajo, Siena, apunta: “Aprendí de ellas y realicé algunos cambios que han favorecido a la pieza; acepto que se me acuse de que en mis obras hay poco baile, yo no procedo de la danza, nunca he sido bailarín, procuro expresarme a través del gesto, la escenografía, los textos y la música, es decir a través de un todo y el público de danza siempre encontrará que en mis coreografía se baila poco".

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