Verificadores y mediadores
Convertir en mediadores a quienes eran verificadores constituye un nuevo tocomocho de la izquierda 'abertzale'
¿A qué juega la izquierda abertzale? ¿O es ETA la que está practicando la ceremonia de la confusión? Cada poco tiempo los terroristas nos sorprenden con noticias y comunicados que la izquierda abertzale (IA) hace suyos para justificar sus reivindicaciones. Entonces, estos nuevos demócratas reclaman ser tratados como si nunca hubieran voceado por las calles “ETA mátalos”, es decir, como si nunca hubieran dado razones para recelar de ellos y considerarlos peligrosos. En los últimos tiempos las noticias aparecen confusas, ahora es cuando resulta bien patente que ETA y la IA han sido la misma cosa, si bien el modelo de organización hacía que los más bárbaros y dementes empuñaran las armas mientras los pusilánimes y acomplejados permanecían en la retaguardia, en unos casos suministrando información y en otros defendiendo que cuanto estaba ocurriendo podía ser comprendido.
La democracia, empeñada en ser meticulosa y exquisita, combatió durante bastante tiempo aquella lacra con escasa eficacia. El debate político que protagonizaron las diferentes formaciones políticas tenía lugar en salones suntuosos provistos de sillones aterciopelados y mesas de caoba, quizás aquel ambiente incitaba mucho más a calcular que a resolver: calcular los réditos electorales, mucho más que a hacer de los terroristas un viejo y tétrico recuerdo. Sí, sé que esto puede sonar mal, pero es el momento de decirlo para que nunca más pueda volver a suceder del mismo modo. Sin llegar a perturbar la democracia, la lucha contra el terrorismo etarra podría haber sido más eficaz si todos los demócratas hubieran tenido claro que el objetivo era tan urgente y superior como para haber supeditado casi todo a su consecución.
Desde hace algún tiempo, desde que ETA anunció que cesaba su actividad armada, unos y otros, terroristas y políticos de la IA, coinciden en sus reivindicaciones: que los presos sean liberados cuando sufren alguna enfermedad, que los presos cumplan sus condenas cerca de Euskal Herria. Para reivindicar todo esto han creado sus propias estructuras, sometidas a la misma estrategia. La última noticia que ha aparecido en los medios de comunicación me ha dejado asombrado: “ETA quiere que los verificadores supervisen el sellado de zulos, sin entregar aún las armas”. Este titular obliga a suministrar nuevos datos al lector, y aunque tales verificadores aún no se hayan reunido con nadie, llama la atención que sigamos en estos trances. Todo es enrevesado como el apellido de quien dirige la Comisión de Verificación, Manikkalingam, pero a pesar de ser enrevesado han sido recibidos por el lehendakari Urkullu.
¡Vale! Ahora, los que fueron elegidos por ETA como verificadores del proceso de paz se convierten en mediadores. Para empezar han presentado en el céntrico y lujoso hotel Carlton de Bilbao un vídeo y algunos documentos que han mostrado la inhabilitación de cuatro armas, dos granadas y diverso material para preparar potentes explosivos, a lo cual consideran una señal de desarme. Ante esto me asaltan algunas preguntas. ¿Por qué razón yo debo creer que los verificadores disponen del listado completo de arsenales de la banda? ¿Era tal la meticulosidad del Gobierno de la banda ETA como para tener un catálogo fiable?
¿Qué hacer, reír o llorar? ¿Cómo interpretar el relato que hizo Manikkalingam de la odisea que les supuso “acompañar” a dos miembros de la banda terroristas encapuchados al lugar en que se produjo el acto inhabilitador de las armas? Peor fue aún la coletilla que añadió: “Nos exponíamos a ser detenidos porque íbamos con personas en situación ilegal”. ¿No es esto, afirmado ante periodistas y cámaras de televisión de ámbito internacional, razón suficiente para detenerles, al menos para que presten algún tipo de declaración que ayude a comprender este batiburrillo? Poco a poco nos vamos enterando de todo. Las reuniones secretas se suceden constantemente, de modo que quienes leemos las noticias a diario nos vamos introduciendo en un laberinto en el que el proceso y su solución se hacen cada vez más inentendibles. Todo parece indicar que estamos ante un armisticio amistoso entre la banda terrorista y la sociedad a la que ha masacrado. Quizás nos ha ocurrido que, habiendo sido tan espantoso el sufrimiento, cualquier remisión del dolor nos basta para condescender, si no con los asesinos sí con sus cómplices de la IA. Sin embargo, a poca perspicacia y rigor que usemos para interpretar esta escabrosa propuesta de ETA, tenemos que concluir que se trata de verificadores de cartón, incapaces de doblegar los intereses mediáticos de cada una de las propuestas de ETA.
Concluido el espectáculo, las declaraciones de los líderes políticos y de opinión ha coincidido: “Esto es muy poco, y es insuficiente”. ¿Cómo interpretar el hecho de que incluso Arraiz (Sortu) admitiera sentirse algo defraudado (aunque no pronunciara esta misma palabra) y pidiera a ETA “más rapidez”? ¡Cinismo! ¿Componenda? ETA tiene que disolverse, después habrá tiempo de constituir la asociación, fundación o lo que se tercie, que vele por administrar y preservar en las mejores condiciones los restos de su naufragio.
Pero esa posibilidad que se perfila en el horizonte, de convertir en mediadores a quienes eran verificadores, constituye un nuevo tocomocho que la IA seguirá usando como coartada para mantener su clientela a su lado y degradar, aún más, la categoría ética de la sociedad vasca… Salvo que, de una vez por todas, alguien diga “basta ya” y, realmente, todos sintamos que lo acontecido en tantos años de brutalidad y miseria ética ya ha sido bastante, incluso muchísimo más de lo admisible.
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