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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mucho más que una cartelera

La Turia cumple esta semana su 50 aniversario. Los progres más talluditos del lugar saben qué significa esta efeméride

La Turia cumple esta semana su 50 aniversario. Los progres más talluditos del lugar saben qué significa esta efeméride: medio siglo de lucha, a menudo en solitario, contra los estamentos dominantes —vulgo dictadura, censura y universo carca— sin más capital que su ingenio, audacia y la fidelidad de sus lectores. Un prodigio de supervivencia que, lejos de agotar el proyecto y el entusiasmo de sus responsables, se va a traducir en innovaciones de imagen y contenidos, según anuncian éstos. Inmunes por lo visto a la crisis, recortes y fracasos que agobian al mundo mediático y muy señaladamente a la galaxia Gutemberg —decimos de los medios de comunicación impresos—, en constante e imparable involución.

Qué ha significado esta publicación a lo largo de los años transcurridos sería objeto de una o varias tesis doctorales, no obstante el descrédito actual de estos hitos académicos. Queremos decir que daría pie a una sesuda investigación en el marco de la sociología o del periodismo, lo que obviamente no es este el lugar ni nuestro propósito, limitado a señalar una pocas notas apenas novedosas para los devotos de este rotativo.

Por lo pronto convendremos en que esta revista es y ha sido mucho más que una cartelera, sin dejar de ser el medio e incluso el vademécum más autorizado en el ámbito cinematográfico de Valencia, primero, y después del País Valenciano. Sus valoraciones fílmicas sientan cátedra, si bien atenuada por sus propios lectores, buena parte de los cuales conocen las preferencias, cultos o manías de los críticos. Junto al cine, como elemento mollar de sus páginas, ha cultivado los espectáculos y la cultura en muchas de sus facetas, con mención especial de la gastronomía, cuya guía de restaurantes y comentarios culinarios siempre han estado en manos autorizadas y fiables. O eso al menos nos ha parecido.

Sin embargo, por imperativo de los tiempos y las infaustas circunstancias, ha sido la política en sus variantes crítica, reivindicativa y con óptica de izquierdas la que ha ido ganado espacio en sus páginas. Resulta evidente que no era este —por imposible entonces— el objetivo de los fundadores en aquellos años atribulados para los talantes demócratas y rebeldes, pero tal era y sigue siendo el perfil ideológico de la clientela lectora y, consecuentemente, de la revista. Tanto más cuando a lo largo de prolongados periodos y debido al desierto editorial valenciano, la libertad, o lo que más se le parecía, solo se podía respirar a través de sus rendijas, decimos de sus páginas.

Por cierto, a la mente nos viene ahora el espectro de los ricorsi, aquellos saltos atrás en la historia de los que hablaba Giambattista Vico en el siglo XIX. Tal revela la grisura, encogimiento y tono monocorde del panorama mediático actual en esta autonomía. Un regreso al negro pasado, expresado mediante el asesinato de la RTVV pública, el corte e interferencias de las emisiones catalanas, los chanchullos y arbitrariedades del PP indígena en la administración del espacio radioeléctrico y, salvo muy contadas excepciones, la pobreza periodística al uso. Franco se agita en su tumba. La Turia, pues, ha de seguir dando caña cada semana y acogiendo a la turba famélica de sus colaboradores, que serían más felices si cobrasen por su trabajo. Una perla, ésta, que anotamos a modo de conclusión y Huevo de Colón, esa sección desenfadada e implacable que condensa el estilo turialesco al que somos adictos. Larga vida.

 

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