La doble vida de un pianista de jazz
Sebastián Chames cambia su traje de abogado en una multinacional para presentar, al frente de un quinteto internacional, su nuevo disco en el Central
“La vida real hace mal a la música. Tienes que estar abstraído, si piensas de forma analítica no funciona”. Lo dice Sebastián Chames, destacado pianista de jazz que toca hasta el domingo en el Café Central. Abogado en una multinacional de día y músico de noche, sabe más que nadie crear una atmósfera en la que uno se olvida de la realidad. Su jazz moderno es para volar: flotante, envolvente, suave.
El despegue tiene lugar toda la semana a las nueve de la noche, bien puntual. Basta con escoger una de las sillas del café, del que es habitual Mario Vargas Llosa, y dejarse transportar al planeta Reconstrucción.
Así se titula su segundo disco, porque cambia constantemente los temas, incluso el día antes de la grabación o mientras lo interpreta ya en escena. “Es enfermizo”, admite sonriendo.
En el Café Central, donde toca tan cerca del público que apenas necesita micrófono, Chames, crea un mundo distinto cada noche. “Hacemos música abierta, está escrita, pero improvisamos mucho”, señala.
Este disco se reconstruyó en varios rincones del mundo, pero en su origen los 12 temas se grabaron en el barrio neoyorquino de Brooklyn (Estados Unidos), con músicos norteamericanos de primer nivel supervisados por Rodney Kendrick, el productor de Diana Ross.
En el Café Central son otros músicos los que lo acompañan. Suena más latino, acorde con los orígenes argentinos de Chames. Aquí forma un quinteto con el español Daniel García a la batería y tres cubanos: Rafael Águila al saxo, Jorge Vistel a la trompeta y Reinier Elizarde, El Negrón, al contrabajo. El placer de improvisar juntos se percibe, es un grupo “buena onda”, como dirían sus compatriotas.
Se conocieron en la jam session de La Fídula, un café musical del barrio de las Huertas al que le han dedicado uno de sus temas. “Este tema se titula Primero vino un vecino y luego la policía” y lo presentó el pianista en su concierto del pasado lunes. “Normalmente es al revés”, se rio un espectador. “En realidad ocurrió al revés, tienes razón. En la época de la jam, la policía nos volvía locos con los permisos y, una vez resuelto el problema, fue el vecino el que vino a quejarse por el ruido. Pero el título del tema quedaba mejor así”, replicó entonces Chames.
Tal vez por su agilidad para gestionar “su doble vida” —se levanta temprano para ensayar cada día antes de ir a la oficina—, el toque heteróclito del quinteto es armonioso. Oscilan entre jazz tradicional y temas más cercanos al funky o a la bossa nova. Entre la chaqueta de traje y el estilo hipster con rastas. Entre el clasicismo del saxófono, al que el tiempo quitó su capa de brillo, y la espontaneidad del saxofonista que grita “¡guau!” ante el solo del trompetista.
Sebastián disfruta tocando en el único club de jazz en España que aparece en la famosa lista de la revista estadounidense DownBeat de los 100 mejores del mundo. Y lo hace con total simplicidad. Quiere que el jazz sea accesible, y no solo para los puristas.
“No tengo LinkedIn y nunca hablo de mi otro trabajo. Si dices que estás en la música y que haces otra cosa, te ponen en la cruz. Quiero que todos disfrutemos”, concluye.
Cada noche en el Café Central hasta el domingo 19 de enero, de 21 a 23 h, 12 €
Plaza del Ángel 10, Madrid. Tel.: 913 69 41 43
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