La privatización de los aseos de Renfe afectará sobre todo a los ‘sin techo’
La medida se aplicará en la Estación de Sants a partir de abril
Los lavabos de la Estación de Sants serán de pago a partir de abril, cuando terminen las obras de remodelación que empezaron la semana pasada. De los cuatro urinarios existentes, dos pasarán a costar unos 50 céntimos, mientras que un tercero será para los viajeros de Cercanías —podrán acceder con el billete— y los últimos serán solo para los usuarios de la alta velocidad, como ya sucede ahora. Los clientes de los locales de las cafeterías y restaurantes de la estación también podrán entrar gratis, con el tíquet de compra.
Tras la modificación, las únicas personas que perderán el acceso a los urinarios son los que no viajan y no tienen suficiente dinero como para destinar ni medio euro a satisfacer sus necesidades. Desde hace años, en la Estación de Sants, por donde pasan 140.000 viajeros al día, hay muchas personas sin techo que aprovechan las instalaciones para buscar cobijo, especialmente en invierno. “Cuando llega el frío, hay muchos sin techo que vienen a pasar el día”, explica José Luis Torres, que desde hace 27 años trabaja en el servicio de limpieza de las instalaciones.
Los días laborables las puertas de la estación se abren a las 4.30 de la mañana. Los primeros en entrar son los trabajadores que más madrugan y con ellos un grupo de personas sin recursos que duermen todas las noches en la puerta de la estación. Para ellos, pasar las horas de más frío bajo un techo es fundamental. Y, además, disponen de un lavabo donde hacer sus necesidades y asearse. Al menos hasta ahora. “Yo utilizo los lavabos para ir al baño, pero también para limpiarme las manos”, explica una señora de 65 años que vive en la calle desde hace “unas tres semanas” y prefiere no dar su nombre. Está convencida, o eso afirma, de que cuando terminen las obras de privatización ya habrá encontrado un techo, pero admite que, de no ser así, medio euro “es demasiado para las personas que utilizan el baño varias veces al día”.
Una ciudad sin baños
El debate sobre los lavabos gratuitos parece eterno en Barcelona. Incluso cuesta esclarecer cuántos hay en la actualidad. En su cálculo, el Ayuntamiento cuenta los chiringuitos que hay en los parques y en las playas, que por ley tienen que dejar entrar a todo el mundo. En total hay 104 lavabos en parques y 117 en las playas. Estos son gratuitos, menos alguna excepción en el Park Güell y la Sagrada Familia, pero tienen un horario muy restringido y muchos ciudadanos desconocen que los pueden utilizar.
El Ayuntamiento añade a la suma 1.000 lavabos públicos más repartidos en bibliotecas, mercados municipales, centros cívicos y otros edificios públicos (como delegaciones de Hacienda). En estos casos, el horario también es restringido. En Ciutat Vella hay lavabos con horarios en la Plaça dels Àngels y en la plaça del Teatre y dos más abiertos 24 horas en Pla de Palau y Plaça de Sant Agustí Vell.
“La medida comportará un gran problema para las personas sin recursos”, advierte Ferran Busquets, director de la Fundació Arrels, una de las principales entidades que se dedican a la atención de personas sin techo. Busquets recordó que, además, “estas personas podrán ser sancionadas” si hacen sus necesidades en la vía pública.
Los urinarios ya son privados en muchas capitales europeas, como Madrid, que ya cobra a los usuarios de los servicios públicos de la Estación de Atocha desde el mes de noviembre, cuando la explotación de los baños se adjudicó a una compañía privada. Pero la medida se empezará a aplicar en Barcelona en uno de los peores contextos posibles: en los últimos cinco años el número de personas que se ha quedado sin un techo donde vivir ha crecido un 43%. En total, hay 2.933 personas en esta situación, 870 de las cuales duermen en la calle y el resto en albergues u hostales subvencionados.
El aumento de personas que sufren esta problemática no ha venido acompañado de medidas estructurales ni tampoco paliativas, según denuncia Busquets. Más bien al contrario. Las calles de las ciudades son cada vez más duras para las personas que tratan de sobrevivir y el urbanismo parece hecho a medida para perjudicar el día a día de los mendigos. “Los cajeros automáticos se instalan en las fachadas para evitar que las personas puedan entrar a dormir; los bancos públicos tienen reposabrazos para que la gente no se pueda tumbar y muchos edificios tienen pinchos en las esquinas para que nadie se siente”, denuncia José Mansilla, antropólogo urbano miembro del Grupo de Investigación Sobre Exclusión y Control Social de la UB. “Los mendigos no hacen las ciudades más bonitas, de manera que los apartan porque cada vez las grandes ciudades parecen escenarios”, añadió. Varios trabajadores de la Estación de Sants explicaron que hace unos meses se retiraron unos bancos públicos en los que se acostaban algunos sin techo, algo que se niega categóricamente desde Adif.
Los servicios de la Estación de Sants también se utilizan para tener relaciones homosexuales, según relatan los trabajadores de la limpieza. En algunos baños incluso hay teléfonos de personas que se anuncian. Esta práctica, que se produce desde que existe la estación, es posible que desaparezca, ya que los servicios pasarán a tener “atención permanente y especializada para garantizar la higiene y la seguridad”, según Adif.
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