Quién te ha visto y...
Uno de los principales tesoros de los pabellones de Sant Pau ha permanecido oculto durante años a los ojos de los pacientes y todo el personal sanitario que lo poblaron durante años. Porque de los pabellones solo se podía ver el exterior y este acusó el paso del tiempo. De hecho, la cúpula del pabellón de la Mercè se acabó cayendo en 2004. Un accidente en el que resultaron heridas una decena de personas. El conjunto era precioso, pero era notable que sufría un grave deterioro y que requería una intervención urgente que solo se pudo acometer cuando se liberó de su función hospitalaria.
Los interiores de los pabellones fueron modificados a lo largo del siglo pasado por las necesidades que imponía su uso. Algunas poco después de ser inaugurado, en la década de los treinta, como el edificio que acogía los quirófanos que Domènech i Montaner diseñó con amplias cristaleras —para operar con luz natural— y que enseguida fueron tapadas. Y ahora han sido recuperadas.
Los altos pabellones fueron compartimentados en tres pisos —el de administración en cuatro— y las paredes o plafones se fueron superponiendo a las baldosas originales y a las paredes de ladrillo vista. Los techos originales de formas y figuras de cerámicas de colores —todos en tonalidades suaves— solo eran apreciables de forma parcial para quienes ocupaban la última planta de los pabellones. Lo mismo ocurría en el edificio principal del recinto donde la rehabilitación resulta espectacular. Y muestra, por ejemplo, la huella que dejó sobre el ladrillo las hasta siete capas de pintura adherida previamente a una plancha de hormigón.
A las usuarias del servicio de Obstetricia en el pabellón de la Mercè les resultará prácticamente imposible reconocerlo. La sala de espera de Urgencias, uno de los espacios más lánguidos y gélidos del viejo hospital, se ha reconvertido en una alegre sala de reuniones anexa al acceso principal de Sant Pau.
Uno de los espacios más impactantes es la sala hipóstila —que será una de los lugares de celebración de eventos y reuniones y también zona de paso de los visitantes—, que en su vida anterior acogía los boxes de urgencias y el lugar donde se aguardaba poder visitar a los pacientes allí ingresados. O el jardín, que siempre se veía alterado por los complicados movimientos de las ambulancias trasladando a los pacientes de un lado a otro del recinto. Pero que, pese a todo, era lugar de paseo de pacientes, familiares y personal. Ahora no hay rastro de la calzada y las rampas. Tampoco no hay nadie paseando en bata y pijama.
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