El bizarro mirón
La banda Le Voyeur Méndez, encabezada por Miguel Marcos, saca a luz su segundo trabajo, ‘Yo inventé el amor’, un compendio de músicas europeas
Bajo un viejo sombrero y una barba asilvestrada irrumpe Le Voyeur Méndez en la penumbra de la bodega castiza. Por encima de las gafas de aviador asoman sus ojos azules y huidizos que miran a todas partes sin querer ser vistos. En la funda esconde una guitarra Le Heritage de la que saca oscuros sonidos. “Lo del voyeurismo fue uno de mis impulsos primigenios cuando descubro la sexualidad en mi Galicia natal”, explica acodado en la barra, mirando a todas partes, “lo reconocí enseguida, de repente existía esa forma de mirar, de buscar. Me iba en la bici a espiar a las chicas en las playas”.
Detrás de Le Voyeur Méndez, se esconde otro mirón, el músico Miguel Marcos. “En realidad el personaje y yo somos casi la misma cosa”, confiesa. Ahora, de ese voyeurismo erótico ha saltado a otro. “Le di otro giro: lo considero como el mirar para disfrutar, pero no solo sexualmente”, comenta, “eso ya lo trataron George Bataille y todos esos pensadores franceses. Estoy haciendo un llamamiento al otro lado, al lado cultural, al flâneur, aunque este término tiene una connotación muy modernista y ahora ya estamos en el poscristianismo”. El proyecto comenzó en 2010 cuando tuvo la oportunidad de grabar en el Liverpool Institute for Performing Arts (LIPA), fundado por Paul McCartney y George Martin. Y Méndez es su cuarto apellido.
Yo inventé el amor es el nombre de su segundo disco, que se presenta el miércoles 18 en el Café La Palma. En él Marcos toca con una banda de unos ocho componentes en la que se oye el acordeón, el contrabajo, el clarinete o el trombón. Es un disco áspero lleno de referentes mitológicos y culturales, y lleno de historias entre canallas y lúgubres. “Los textos hablan del dolor, de la culpa, de la profanación, del ego”, enumera Marcos, “es como ver la parte de detrás del espejo, la parte más dolorosa que casi nunca se cuenta más allá de la anécdota”. ¿Y a qué suena? Pues a ritmos balcánicos, a música klezmer, a veces a chanson francesa y a veces a melodías italianas, o griegas o portuguesas, o a cabaret berlinés. “Estoy harto de que me llamen el Tom Waits español”, se queja, y es que a veces se ha dicho esto, sobre todo por la voz aguardentosa y rota que comparten, “la cultura de Waits es más beatnick, más estadounidense. Nuestro concepto es mucho más europeo”.
Además de Le Voyeur Méndez, Marcos tiene otros proyectos. Por ejemplo, lidera la banda La Bizarrería que acompaña al actor, humorista y músico Alex O´Dogherty en su espectáculo cómico-musical Mi imaginación y yo. Se puede ver todos los viernes hasta el 27 en el Teatro La Latina, donde comparte escenario (y personaje principal) con The Hole 2. A O'Dogherty lo conoció cuando este asistió como alumno a unas clases de armonía, composición y arreglos que Marcos y otros músicos como Nacho Mastretta imparten en la escuela de creación literaria Hotel Kafka. “En estas clases producimos algunos temas que componen los alumnos”, cuenta Marcos, “a Álex le gustó lo que hice con lo suyo y empezamos a trabajar en su espectáculo. Me presentó unos 40 temas de los que fuimos seleccionando. Llamé a la banda y empezamos a rodar”.
Precisamente La Bizarrería es también el nombre de el sello autogestionado del que parten sus múltiples proyectos. “Lo nuestro es un trabajo artesanal, somos artesanos bizarros”, explica, “todo lo hacemos nosotros, que somos los que nos subimos al escenario. Los propios músicos nos encargamos de la promoción, distribución, de todo el trabajo feo de oficina, no como otras bandas que presumen de autogestionarse y luego tienen a 25 personas contratadas y cuatro agencias de comunicación. Si queremos dar una colleja a la industria discográfica tiene que ser así”.
Otro de los proyectos de La Bizarrería es el de Roger Wolfe y los Santos Bizarros, que musica los poemas de este poeta, llamado realista sucio, y en el que además de recitar, Wolfe se anima a cantar.
Con Le Voyeur, concluye, “quería buscar ese rollo sofisticado del afrancesado. Aquí estamos rodeados de grabados de Goya, precisamente [están en las paredes de la bodega La Ardosa], creo que si Napoleón hubiese invadido España habría sido mucho más feliz. El mundo del arte, la cultura y la docencia, era muy respetado por la Revolución Francesa”.
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