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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los viajes de Mas

Mas ha rehuido en Israel e India a quienes le incomodan para sus planes: los palestinos y las ONG críticas con los recortes

Francesc Valls
Artur Mas, en el estadio de Maracana, en el viaje a Brasil en julio pasado.
Artur Mas, en el estadio de Maracana, en el viaje a Brasil en julio pasado.Generalitat

 Artur Mas no logra conseguir en sus viajes internacionales la tregua que no halla en su despacho en la plaza de Sant Jaume. Mientras en Cataluña crepita el fuego de la consulta o de los recortes de su Gobierno, el presidente de la Generalitat pone tierra de por medio en su lícito desempeño de la representación exterior de Cataluña. Pero los tics polémicos le persiguen. En su reciente periplo exterior ha tratado de evitar dos problemas: en Israel, entrevistarse con la Autoridad Nacional Palestina y ahora en la India ha rehuido el encuentro con las ONG catalanas más engorrosas, las que se quejan de los recortes y le piden a la Generalitat el pago de su deuda.

En el caso de Israel, el Gobierno catalán se ha comportado con notable papanatismo. Acudir a Jerusalén Este —territorio palestino— y no hacer el más mínimo gesto hacia la comunidad árabe es una estupidez. Es ridículo para un Gobierno democrático y más bien propio de aquellas tópicas y serviles conductas empleadas por los Ejecutivos del tardofranquismo, que enfatizaban “nuestra tradicional amistad con los países árabes” al tiempo que la Marcha Verde se dirigía a las fronteras del Sahara Occidental y el Ejército español preparaba su “ordenada retirada”.

Nadie le pedía a Mas un acuerdo bilateral con Palestina. Hubiera bastado un gesto, como los que en su día tuvieron Jordi Pujol o Pasqual Maragall. Y es que a pesar de poner tierra de por medio, Mas no logra desembarazarse de sus problemas domésticos. Tal vez la búsqueda de un padrino internacional que avale el proceso soberanista catalán —plaza actualmente vacante— ofuscó a los estrategas del presidente de la Generalitat y los precipitó hacía tan errática conducta. La búsqueda sumisa de aliado guarda relación directa con las palabras de Mas en la Universidad de Tel-Aviv pidiendo el apoyo de Israel para el “momento único” que vive Cataluña. La incomprensión o el silencio respecto al proceso soberanista por parte de los estados europeos lleva a la Generalitat a buscar complicidades. Pero que nadie se llame a engaño, porque por muchas simpatías que trate de suscitar el presidente catalán, Israel —en una compleja situación— sigue la implacable doctrina del pragmatismo que impone la ley de no incomodar al más fuerte. Y por el momento el Estado es España.

El viaje a Oriente Próximo se zanjó, pues, sin la anhelada entrevista con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, a pesar del descortés desdén mostrado hacia la Autoridad Nacional Palestina. Y es que la diplomacia por interesada que sea —que lo es— debe jugar con habilidad, sagacidad y disimulo. La actividad de un presidente de una nación sin estado requiere mucha más preparación y mano izquierda que la exigible a un veterano Estado cualquiera.

Los gestos son fundamentales. Y eso ha vuelto a fallar en la India. ¿Qué hay más catalán en la India que la Fundación Vicente Ferrer? Aunque el desplazamiento hasta Anantapur torciera los planes del presidente catalán, no parece la decisión más adecuada dejar la visita en manos de Helena Rakosnik, la “primera dama” —así la definía la placa conmemorativa de su visita al puerto de Mumbay— . El entuerto a última hora se trató de corregir con la presencia en la comitiva de Roger Albinyana, secretario de Asuntos Exteriores de la Generalitat

En los preparativos de este viaje a la India, los asesores del presidente catalán contactaron con las ONG con más presencia en aquel país para buscar propuestas de visita a proyectos, que finalmente, según fuentes de las organizaciones, fueron rechazadas. Todas estas ONG son críticas con los recortes que el Gobierno catalán está realizando en el capítulo de cooperación internacional, que ha pasado de 31,3 millones de euros en 2010 a 3,4 millones en 2014.

Un presidente de la Generalitat que apoya con su presencia a las firmas de moda catalanas en la India, no puede dejar de visitar esas ONG, y menos la de ese fallecido catalán universal, que focaliza su acción en los sectores más desfavorecidos, entre ellos los sin casta o intocables, del Estado de Andhra Pradesh. Es una cuestión de compensatoria.

Pero Mas optó por visitar ONG que buscan recursos privados para no depender del sector público. Son los signos de los tiempos de austeridad. Porque, en la senda de consejeros como el de Salud, Boi Ruiz, o el de Territorio y Sostenibilidad, Santi Vila, no hay que tener miedo a privatizar. Vila apoya, además, que se conjugue con contundencia el verbo “concesionar”. “No les tiene que preocupar quien es el propietario”, porque “privatizar es un símbolo de modernidad”, aseguraba Vila el pasado jueves en el Parlament.

Los recortes ya no son ideológicos sino signo de modernidad. Quizás por eso, en estos tiempos, es bueno que abunden los pequeños gestos.

 

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