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Guitarras de otros tiempos

Abre en Malasaña una tienda que ofrece probar y comprar instrumentos de segunda mano como los que tocaban Kurt Cobain o Paul McCartney

Israel Domínguez ante varias de las guitarras que vende en su tienda.
Israel Domínguez ante varias de las guitarras que vende en su tienda.carlos rosillo

“¡No te la voy a vender!”, le dice Israel Domínguez a un cliente que entra en su tienda de guitarras de segunda mano del barrio de Malasaña. Intenta evitar que le arrebate un modelo Univox de los años sesenta igual al que tocó Kurt Cobain en su mítica banda Nirvana. Es una de las joyas de su corona en las que hay, entre otras muchas, un bajo Höfner de Paul McCartney o una Fender de 1968. “Aquí es muy difícil reponer el material cuando se vende. No puedes llamar al distribuidor y pedirle más, hay que ir a buscarlo”, justifica Domínguez sus reticencias.

Los entendidos saben que el nombre de la tienda, Headbanger, es un término que acuñó el grupo Led Zeppelin al ver a sus fans sacudir con contundencia sus cabezas al ritmo de la música. Los no tan informados se guían por el epígrafe rare guitars que no deja lugar a dudas sobre lo que se vende en el número 73 de la calle de La Palma. Los instrumentos que cuelgan de sus paredes vienen de Estados Unidos o de Japón y han viajado en el tiempo desde los años sesenta en adelante.

Las piezas expuestas en el establecimiento suelen venir de EE UU o de Japón

Hay guitarras acústicas, eléctricas, bajos, pedales, amplificadores y taburetes en los que sentarse y probarlas. “Quería que la gente tuviera la posibilidad de comprobar cómo suenan estas rarezas porque al final no depende de que la guitarra sea buena o mala, sino del sonido que tú quieras conseguir, y eso es muy personal”, explica el dueño.

El concepto de la tienda también lo ha importado. “En un viaje a Nueva York encontré muchas tiendas en las que podías coger cualquier guitarra y probarla, había muy buen ambiente”, explica Domínguez, mientras enchufa a regañadientes la guitarra de Cobain a un amplificador para que el cliente la pruebe. “A mí no me impresiona tanto quién la ha tocado como el sonido tan especial que tiene”, dice Eduardo Valcárcel, un cliente que no venía con la idea de comprar, pero ha sido víctima de un flechazo.

“Los músicos valoran mucho más lo antiguo que lo nuevo”, explica Domínguez, que hace revisar o reparar los instrumentos por un luthier que viene a su local una vez por semana. “Una guitarra no es como cualquier otro objeto que pierde valor con el tiempo. Aquí hay instrumentos que costaban 30 dólares en los años sesenta y ahora valen 900 o 1.000 euros”. En su tienda, la más barata cuesta 300 euros y la más cara 2.900.

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El dueño cree que “los músicos valoran más lo antiguo que lo nuevo”

De los 32 años que tiene, Israel Domínguez lleva más tocando la guitarra que sin tocarla. Lo ha compaginado con diversos trabajos en el ámbito audiovisual, pero ahora se dedica a jornada completa a su pasión por la música y a la de los demás. “Yo soy más metalero”, confiesa, aunque su estética ya había delatado su debilidad por el heavy metal, pero sus clientes son músicos de todo tipo: rock, blues, jazz. Cada viernes hacen conciertos acústicos en los que invita a que los guitarristas vengan con las manos vacías y toquen con el material que hay en la tienda. Además, organiza exposiciones y talleres como el monográfico que impartió Santi Guillén sobre la forma de tocar de Jimi Hendrix.

Además de su propio material, Headbangers también expone instrumentos de particulares que quieren venderlos. “Es una buena forma de negocio porque se saca una comisión y no hay que invertir, pero la gente no me trae guitarras míticas, esas están en otros países”, comenta Domínguez.

Desde que abrió la tienda en septiembre, ya la han visitado músicos reconocidos como Diego Postigo de The Cabriolets, Juan Aguirre de Amaral o Ariel Rot. “Mi mayor satisfacción es que venga un músico y me diga: ‘Aquí tienes joyas”, explica el dueño que, a pesar del contexto económico tan poco favorable, decidió lanzarse a la piscina. “La guitarra es un objeto universal, la gente sigue tocando y sigue habiendo músicos. En época de crisis la gente no deja aparcados sus hobbies, más bien al contrario, se aferra a ellos”.

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