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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Primarias en Compromís

Los partidos cerrados al escrutinio público no solo hieden a pasado: incuban la corrupción

El nacimiento, rodaje y consolidación de Compromís ha sido, después del oprobioso relevo en la presidencia de la Generalitat, el suceso más relevante del acontecer político valenciano de los últimos años. No sólo superó el fundado escepticismo de quienes le pronosticaban una muerte súbita, acorde con los desafortunados precedentes de otras coaliciones similares, sino que en el curso de una legislatura se ha convertido en una fuerza política pujante en el marco institucional y, de creer los últimos sondeos fiables de opinión, previsiblemente decisiva para la futura gobernabilidad del país. No ha de extrañarnos, pues, que la derecha, decimos del PP, arremeta contra esta formación. La alcaldesa Rita Barberá, la motejó ha poco de “radicalismo aldeano”, el mismo que previsiblemente la desahuciará de su poltrona, a ella, tan exquisita carca.

Si Compromís merece hoy una glosa se debe a su acuerdo —adoptado el miércoles pasado— de celebrar elecciones primarias para elegir a sus candidatos en las próximas convocatorias. Unas elecciones abiertas sin apenas limitaciones para cuantos simpatizantes quieran participar en ellas. Las únicas salvaguardas que se han previsto tratan únicamente de garantizar la pluralidad de esta formación, constituida, como es sabido por el Bloc Nacionalista, Iniciativa, Verds y Adscritos, sin que ello condicione la transparencia del proceso y el valor decisivo de todos los votos. Si en algún momento se percibieron reticencias en la gestación de este concierto inédito, también cabe señalar que todas ellas cedieron ante la convicción compartida de que el quehacer político y la misma política han de abrirse y redimirse ante la ciudadanía. Los partidos cerrados al escrutinio público no solo hieden a pasado sino que, como se ha visto, incuban la corrupción.

La gran y razonable objeción que se aducía a este proceso consistía en el riesgo de que, al amparo de esta liberalidad, se promoviese la participación ocasional de votantes orientados por uno u otro de los partidos de la coalición y no por el interés general y superior de ésta, lo que podría traducirse en la elección de candidatos legítimos, pero menos idóneos. Es un riesgo, ciertamente, pero consustancial a todo avance democrático. En este caso, por fortuna, se ve atenuado por la valoración e índice de conocimiento que los sondeos demoscópicos otorgan a los posibles candidatos, por no hablar del carisma y trayectoria política que se desprende de la actividad e historial partidario de cada uno o una. En este sentido, cómo se le podría negar el voto y el liderazgo a ese portento que es Mónica Oltra, la política mejor evaluada hoy por hoy en el conjunto de los políticos valencianos de una u otra obediencia, tanto por su ejemplar trayectoria como por la confianza, claridad y proximidad que su persona y discurso proyectan.

También podríamos aludir a la supuesta honradez y coherencia de los electores de izquierda, pero nos tememos que sería una demasía. Más pertinente resulta pensar que el supuesto votante, militante o simpatizante, procederá alentado por la necesidad de acertar con los candidatos más adecuados debido a la posibilidad verosímil como nunca de ganar por fin las próximas elecciones para revitalizar la democracia barriendo de una vez a esta derecha que nos gobierna y que cae en picado. En todo caso, Compromís ha apostado por las primarias porque confía en el civismo y madurez de los votantes.

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