Gran fiesta musical y solidaria
Serrat, Noa y Miguel Poveda, entre otros, participan en el concierto organizado por la Fundación Pasqual Maragall
“¡Esto es una fiesta!”, exclamó el expresidente Pasqual Maragall poco antes de que comenzara el concierto en el Palau de Sant Jordi para apoyar a la Fundació Pasqual Maragall en su lucha contra el Alzheimer. Y lo fue, una gran fiesta musical pero sobre todo una gran fiesta de solidaridad y esperanza. 9. 860 personas, según cifras de la organización, acudieron a la llamada y se entusiasmaron con una velada musical diferente.
Solidaridad con los afectados por la enfermedad de Alzheimer y con sus familiares, que lo sufren tanto o más, y esperanza de que finalmente lleguen a buen puerto las investigaciones actualmente en marcha, entre ellas las de la Fundació Pasqual Maragall, y si no una solución —que sería lo más deseado— sí, como mínimo, una luz al final del túnel, del largo túnel. Mientras eso no ocurre, los actos como el del pasado sábado sirven para hablar con más naturalidad de esta patología hasta ahora demonizada por la sociedad. Conseguir que, como dijo el doctor Jordi Camí, director de la Fundació, desde el inicio “pierda su vergüenza y salga de la clandestinidad”.
Normalmente todo lo que puede decirse sobre este tipo de actos acaba aquí. Lo importante son las presencias y la parte musical queda relegada a un segundo plano. Nada de eso sucedió el sábado: por supuesto que el nombre de los artistas que pisaron el escenario fue de relumbrón pero no se conformaron con estar allí, la parcela musical brilló con luz propia. Esta vez la oferta musical era mucho más coherente gracias a la presencia unificadora de la Orquestra Simfònica del Vallès y, sobre todo, de los arreglos y dirección de un Joan Albert Amargós en estado de gracia convertido en el verdadero eje sobre el que giró todo el espectáculo. Amargós arropó con mimo a todos y cada uno de los participantes y preparó algunos dúos que fueron más allá de la trivialidad.
Abrió Serrat con su sinfónica Cançó de matinada y, a partir de ahí, todo se sucedió con una agilidad extraordinaria. Sin un segundo de pausa Silvia Pérez Cruz emocionó con su versión de He mirat aquesta terra del tándem Espriu-Raimon y un entrañable Paraules d'amor a dúo con Serrat. Noa, con su inseparable Gil Dor, levantó al público con su clásico Child of man y compartió dúos con Serrat y con Miguel Poveda. El cantaor de Badalona también puso los ánimos al rojo vivo, en especial con Para la libertad y cuando unió su voz a la de la gran Barbara Hendricks para entonar un Cant dels ocells que a muchos les puso la carne de gallina. Siguió Hendricks mostrando todas sus facetas: un poderoso Summertime de Gershwin, la popular habanera de Carmen de Bizet y, ya a solas con su marido, el guitarrista slide Ulf Englund, una recopilación de espirituales negros sobre la libertad (entre ellos Oh Freedom y We shall overcome). El Himno a la alegría final con todos sobre el escenario fue más previsible aunque el galimatías lingüístico tuvo su gracia y no careció de significado.
El bis lo protagonizó Serrat con su Mediterráneo, solo al final salió el resto del elenco para unos cuantos la la lás anecdóticos.
En resumen: una fiesta variada, por momentos de alta tensión, resuelta sin tiempos muertos y altamente gratificante.
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