Los amos del Saratoga y los policías acusados desacreditan a un testigo clave
Acusan a Gutiérrez Carbajo de amenazas y de tráfico de drogas
Fue una de las piezas clave para destapar la red de corrupción policial en torno a los prostíbulos Riviera y Saratoga y ahora, antes incluso de que le haya llegado el turno de declarar, está en boca de todos los acusados. Manuel Gutiérrez Carbajo, un oscuro confidente policial y testigo fundamental en la causa judicial de los burdeles de Castelldefels, fue nombrado ayer hasta la saciedad en la segunda sesión del macrojuicio contra una veintena mandos policiales, proxenetas y abogados. Y no, precisamente, para alabar sus virtudes. Los amos del Saratoga y uno de los inspectores acusados trataron de desacreditarle y negaron haber participado en una trama para proteger a los clubes de redadas a cambio de dinero y dádivas.
Gutiérrez Carbajo no siempre fue, para los acusados, el malo de la película. Durante mucho tiempo fue un “cliente habitual” y un “amigo”, afirmaron los responsables del Saratoga. La enemistad llegó a raíz de unas diferencias con un contrato ficticio que le hicieron a su esposa. El confidente, siempre según los acusados, les amenazó y llegó a disparar un arma apuntando a la pared en el despacho del encargado, Carmelo Sanz. Este último declaró en el juicio que le prohibió entrar en el local porque “trapicheaba” con drogas.
El exinspector jefe Andrés Otero declaró, por su parte, que Gutiérrez Carbajo —imputado por tráfico de drogas en otra causa de presunta corrupción policial— era uno de sus mejores confidentes y que mantuvo con él una intensa amistad durante años. Luego le tildó de “cocainómano” —“tenía problemas tremendos, tuve que llevarle a un psiquiatra”— e insistió en que las acusaciones que vertió ante la fiscalía son falsas. Otero negó que informara previamente de las redadas en los clubes con la palabra en clave “cenas” o que recibiera regalos.
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