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la feria de bilbao

Buenos victorinos no aprovechados

Sólo Urdiales estuvo a la altura, mientras que Ferrera y Cid se dejaron ir a un buen lote

Diego Urdiales con su primer toro
Diego Urdiales con su primer toroFERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Otra tarde más en que se debió abrir la puerta grande de Bilbao. Aunque la semana ha discurrido con ese particular tono pesimista de los aficionados, lo cierto es que casi todos los días ha habido toros para realizar faenas importantes. Y la corrida que cerró el ciclo no fue menos. Victorino Martín trajo a Bilbao cinco toros más que aprovechables y uno, el quinto, que con sus dificultades derrochó emoción. La lástima fue que en esta ocasión los toreros no supieron sacarles todo el jugo. Tan sólo Diego Urdiales estuvo a la altura de sus oponentes y no en vano se llevó la única oreja del festejo.

La ficha

VICTORINO / FERRERA, URDIALES Y CID

Seis toros de Victorino Martín, bien presentados excepto el pequeño sexto, nobles y de buen juego. Antonio Ferrera: dos pinchazos y casi entera (saludos) y estocada haciendo guardia y descabello (vuelta con petición). Diego Urdiales: estocada corta y descabello (oreja), tres pinchazos y descabello (saludos). El Cid: media estocada caída (silencio) y pinchazo y buena estocada (saludos). Bilbao, 25 de agosto de 2013. Media entrada. Última de las Corridas Generales.

El enésimo trofeo del riojano en Bilbao, pero no le servirá para mucho más que para seguir relegado a la corrida del olvido, la del última día ahora con los victorinos. Así está montado el sistema taurino, que seguirá premiando a quienes no han sido capaces en su paso por Vista Alegre. Urdiales recetó unas buenas verónicas a su primero, al que luego despachó naturales y derechazos con relajo, aprovechando la nobleza del animal, un toro al que le faltó algo de transmisión para que el público entrase en la faena del de Arnedo con más fuerza.

El quinto  fue el único

El hecho de que se pusiera a llover con fuerza cuando cuadró para entrar a matar tampoco ayudó para calentar los tendidos, más pendientes de comenzar la huida en busca de cobijo que de sacar pañuelos. Acertó con el descabello después de haber recibido un golpe al salir de la estocada y el trofeo pareció justo. En el quinto hubo más complicaciones; fue el único de los victorinos reservón y que no quiso entregarse. Uno de los toros de la feria se lo llevó Ferrera. El cuarto, de nombre Gallareto, con el que el extremeño nunca se puso confiado ni cruzado ni de verdad. Este ejemplar además de la nobleza y calidad de sus hermanos tenía un tranco que transmitía a los aficionados en cada muletazo. Destacó en un par al quiebro con el que cerró el tercio, pero con la muleta se fueron diluyendo las condiciones del toro en un trasteo sin sentido.

Además, no acertó con el acero en un feo espadazo que asomaba. Una lástima, porque Ferrera ya había demostrado en el primero que no era su día. Más pinturero que reposado alternó naturales bajos con pases despegados y eso que ese Victorino que abrió el festejo también apuntó buenas maneras. La imagen que define cómo estuvo El Cid se vio tras doblar el sexto. Para cuando fue arrastrado, el sevillano ya estaba con el capote de paseo esperando para irse de la plaza. Le obligaron a saludar tras una actuación en la que mostró su falta de sitio en la actualidad para lidiar a estos toros, aunque sean nobles y con la calidad que le tocaron en suerte. Nunca se cruzo, le faltó confianza; está muy lejos de aquel Cid que conquistó Bilbao con una encerrona ante seis victorinos.

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