Forjado en hierro
Joan Balaciart fue un célebre maestro forjador de obras modernistas de Barcelona
Como reclamo para un negocio quizás sea el más original y extravagante de Barcelona. Se encuentra en el paseo Pi i Margall, casi en la esquina con Secretario Coloma. Dos de mis mejores amigos nacieron a pocos pasos de aquí, y en innumerables ocasiones nos habíamos preguntado el origen y significado de esta extraña casa, y de sus raros forjados. Años después, en una sobremesa supe que la casa era conocida en el barrio como Can Balaciart y que había sido el taller y domicilio de un célebre maestro forjador que participó en alguna de las obras modernistas más conocidas de la ciudad.
Ahora la finca está vacía y sigue perteneciendo a los descendientes de este artesano, que afortunadamente han conservado el lugar tal y como quedó en 1996, tras su muerte. Por lo visto, Joan Balaciart construyó esta casa ladrillo a ladrillo con sus propias manos, sobre una parcela que adquirió durante la posguerra en la barriada del Camp d'en Grassot, en una calle recién abierta y dedicada al General Sanjurjo. Entonces estos terrenos eran fincas agrícolas, entre las que serpenteaban algunas callecitas urbanizadas con casas bajas, como la calle y los pasajes de Encarnación. Dentro quedan todos los elementos y mobiliario de hierro forjado que realizó su propietario, desde sillas o armarios, hasta lámparas y camas. Como si un férrico rey Midas hubiese tocado cada rincón de la casa con su varita mágica.
Declarado admirador de Gaudí,
Según leo en la red, los Balaciart habían llegado a Cataluña sirviendo como herradores de caballos de los ejércitos napoleónicos. El patriarca de la rama catalana de la familia se quedó en Peñíscola, y uno de sus hijos se trasladó al municipio independiente de Gràcia, donde los Balaciart se instalaron en la calle Encarnació. Entonces, el futuro Baix Guinardó era una zona suburbial donde se ubicaba el matadero y diversos talleres de herraje de ganado, que era un oficio considerado como molesto por los habitantes de los pueblos limítrofes. En aquella época Gràcia era una localidad con una gran tradición de tratantes de caballos y de herreros. Allí, ésta pequeña saga franco-castellonense debió encontrar un ambiente propicio. Y aunque su miembro más conocido empezó tempranamente en oficios ajenos a la tradición familiar, con trece años ya trabajaba en la cerrajería de Can Basora en la calle Pau Claris, donde aprendió el manejo de la fragua. A partir de ahí, su maestría se fue acrisolando, participando en la decoración exterior del edificio de la Caixa de Pensions de la Via Laietana.
Cuentan de él que era un declarado admirador de Gaudí y de su simbolismo estético, y que pasaba sus ratos libres frente a la Sagrada Familia viendo trabajar a los canteros. Otro de sus maestros fue Josep Puig i Cadafalch, para el que trabajaría en la fachada posterior del Palau Nacional de Montjuïc.
Máximo responsable de la sección de forja y repujado en los talleres Ballarín, participa en trabajos tan significativos como las farolas modernistas que Pere Falqués proyecta para el paseo de Gràcia, el cine Coliseo de la Gran Vía, o el edificio Pich i Pon de la plaza Cataluña esquina con Rambla Cataluña. A partir de ese momento acepta encargos privados, que realiza en el patio trasero de su casa. Y nace una fructífera colaboración con los hermanos Panyella, con los cuales realiza los ventanales de la estación de Francia y diversas piezas de hierro para la delegación de Hacienda de la Via Laietana.
Participó en trabajos
Resulta premiado en la exposición que organiza el Gremio de Cerrajeros en las Galerías Layetanas, durante la Navidad de 1921. Poco después abre taller propio en la calle Torrent de l'Olla, pero tiene problemas con los vecinos. En 1930 le encontramos litigando para hacerse con un solar que había sobrado tras la urbanización del antiguo Torrente de Mariné, entre las calles de Sant Lluís y de Romans.
Al parecer no tuvo éxito en su empeño, pero pasada la Guerra Civil consigue una parcela un poco más arriba y allí se construye su casa, con dragones metálicos que parecen envueltos en nubes de azufre, y un yunque bajo el que campea su nombre. En 1946 se instala definitivamente en Pi i Margall, sin peligro de molestar a nadie con el golpear incesante del martillo. A pesar de lo modesto de su negocio, el noticiero No-Do le dedicó un reportaje en 1971, escribieron sobre él autores como Francesc Fons, Lluís Permanyer, María Carme Vila o Josep Maria Espinàs, y en 1982 recibió la medalla al mérito en el trabajo. Bajo un dragón custodio sobre el brazo de una polea, cerrada por un portalón de forja con su fondo rojo, Can Balaciart sigue provocando que muchos viandantes giren la cabeza incrédulos, preguntándose qué se oculta tras tanto hierro.
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