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Los gigantes y cabezudos, tradición medieval recuperada en los ochenta

El desfile cruza el Casco Viejo todas las mañanas esta Aste Nagusia. Las figuras están expuestas en el Museo Vasco

Una cabezuda juega con una niña este martes.
Una cabezuda juega con una niña este martes.Fernando Domingo-Aldama

Al sonar los primeros redobles, los gigantes cobran vida. Estas estatuas de cuatro metros de alto y aire algo siniestro, colocadas en el patio del Museo Vasco, se convierten en bailarines erguidos y dignos. Sus faldas ondeantes al girar y las piernas de los dantzaris que los llevan, calzados con zapatillas deportivas, contrastan con el gesto serio de las figuras y la rigidez de sus manos. En parejas estrictamente heterosexuales, desfilan bailando por el Casco Viejo.

Un viandante explica a un grupo de turistas franceses que cada gigante tiene un nombre y una historia. “Ese es el Pichichi”, dice, señalando a la figura vestida con la camiseta a rayas, “un clásico del Athletic”. “¿De Madrid?”, pregunta uno de los oyentes. “No, no: de Bilbao”, responde el improvisado guía con ímpetu. Los demás personajes, como Don Terencio y Doña Tomasa o el Aldeano y la Aldeana —los cuatro más antiguos, de los que se tiene noticia desde mediados del siglo XIX— tienen cada uno su origen en el cancionero popular de la ciudad o en su historia. El Ferrón y su pareja la Cigarrera, por ejemplo, son homenajes a los mineros del barrio de San Francisco y a las trabajadoras de la tabacalera de Santutxu.

Las cabezudas, porque sus intérpretes son mujeres, han abierto este martes el pasacalles al son de la música de los txistularis y han golpeado suavemente a los niños con vejigas de cerdo infladas. Han salido seis, de los ocho de la colección.

La procesión de gigantes para entre baile y baile para que puedan descansar los jóvenes que llevan las figuras, ya que el peso oscila entre los 40 y los 60 kilos. “La dificultad de bailar está más relacionada con el equilibrio. Estos gigantes son un poco difíciles de llevar porque la estructura metálica de debajo no pesa mucho”, explica Jon Gaminde, txistulari y coordinador de la compañía que se encarga del mantenimiento y del baile de las figuras, Bizkaiko Dantzarien Biltzarra

El pasacalles, que esta Aste Nagusia comienza todas las mañanas a las 11.00 en la calle de la Cruz, se remonta a las festividades medievales del Corpus. La documentación muestra que la Iglesia pagó en Bilbao, al menos durante 100 años, espectáculos de toros, danzas, gigantes y teatro entre los siglos XVI y XVII, cuenta Gaminde. La tradición duró hasta el siglo XIX: Hay una fotografía en el museo que data entre 1886 y 1890.

Los actuales gigantes, 12 en total, fueron fabricados en 1988 por José Ignacio Urbieta y se basan en los originales de 1980. Tres años antes el locutor de Radio Popular de Bilbao Zorion Eguileor se hizo eco de las quejas de muchos oyentes, ya que la Semana Grande de entonces consistía únicamente en eventos de pago. En la primera edición de las fiestas populares como hoy las conocemos, en 1978, el Ayuntamiento encargó a Pedro Goiriena construir los primeros gigantes modernos, terminados dos años después.

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Gaminde colabora con el histórico dantzari Iñaki Irigoien, que formó parte de la creación del primer Dantzari Eguna en 1978, según figura en la documentación de la exposición de gigantes y cabezudos del Museo Vasco, que se organiza todos los veranos. Este año está abierta al público hasta el 31 de agosto.

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