Accidentes infantiles
La calle Salvà fue la primera en ser urbanizada fuera de las murallas a partir de 1868
La calle Salvà hace subida o bajada, según se mire. En uno de sus portales hay un gran mosaico atribuido a Víctor Masriera con una imagen insólita, un paisaje holandés con vacas y una pareja a cada lado de la puerta, vestidos con trajes regionales del país de los tulipanes. Ahora, con la fachada restaurada en 2008 cobija la Lleteria del Poble Sec, un espacio familiar dedicado a la ecocrianza y a las terapias alternativas donde imparten talleres para enseñar a los niños a alimentarse saludablemente, y venden productos como juguetes de madera o pañales ecológicos de un solo uso.
La mayoría de sus edificios son la antítesis del proyecto de Cerdà, la némesis de la ciudad residencial
Piensen ustedes si creen que las casualidades existen, yo prefiero pensar que cada sitio tiene un genio del lugar que le da forma y carácter. Estamos en el primer Ensanche de Barcelona, antes de que existiese el Ensanche. Justo en estas aceras terminaban las huertas de Sant Bertran y empezaba el llamado Ensanche de Santa Madrona o de San Pablo. La calle Salvà fue la primera en ser urbanizada fuera de las murallas a partir de 1868, junto a la vecina calle de Cabanyes. Ambas pertenecían al político y periodista republicano Josep Laribal, el cual había conseguido que sus tierras fuesen declaradas urbanizables. La mayoría de sus edificios datan de 1870, y son la antítesis del proyecto de Cerdà, la némesis de la ciudad residencial. Aquí, para aprovechar espacio se hicieron calles estrechas que seguían los límites caóticos de los terrenos particulares, con casas que a medida que fue posible fueron creciendo y añadiendo pisos para obtener una mayor rentabilidad. Pura y dura especulación del terreno, que ocupó un tramo comprendido entre las calles Roser y Radas. Poco después, en 1884 Salvà también fue una de las primeras travesías del barrio en ser empedradas. Entonces era una vía de nuevo cuño habitada por emigrantes aragoneses, con un estanco de tabaco, una farmacia, una panadería y un cuartelillo de la guardia municipal.
Es a partir de este instante cuando se suceden una serie de noticias que infunden personalidad a este emplazamiento. Por una extraña razón, si consultamos la prensa de la época veremos que la mayoría de las menciones a esta calle tienen a los niños por protagonistas. De los primeros tiempos podemos leer historias de perros que mordían a transeúntes, un par de niños que murieron al saltar de un balcón, otro que quemó su casa jugando con una cerilla, e incluso la de un crío de diez años que arrojo una maceta a la acera y mató a una señora que pasaba por debajo. Entonces había una escuela infantil en el Casino del Progreso y el parvulario Santa Madrona. Al parecer, las bandas de infantes de este lugar estaban enfrentadas con las de la calle Cabanyes (hasta el franquismo dedicada a Francesc de Cabanyes, jefe de miqueletes durante la Guerra de los Segadores, y no al poeta romántico Manel de Cabanyes). En la prensa menudeaban las referencias a heridos por pedrada, que era el arma preferida en estas guerras. También aparecían noticias de niños trabajando en las industrias de la calle, como un pequeño de once años herido en un moledero de pimienta, u otro detenido en una licorería clandestina que falsificaban vermut italiano.
Pedradas, modeduras y ahorcados. Desde 1884 las noticias relacionadas con la calle, tienen que ver con niños
A comienzos del siglo XX, los titulares daban cuenta de perros vagabundos que mordían a críos cuando jugaban en la calzada. O de ahogamientos accidentales en el cercano Morrot. En 1913 el ayuntamiento clausuraba una granja de cerdos que cerraba las calles Salvà, Cabanyes y Tapioles, aparecían las primeras barracas a los pies de Montjuïc, y se instalaban diversos talleres de metalurgia, la tipografía Gilabert y la casa Luís Inglada dedicada a la fabricación de vajillas y cubiertos de mesa. También hay varias noticias de albañiles a quienes cae un objeto desde el andamio produciendo la muerte de una niña, o los primeros atropellos infantiles. Un caso extraño tuvo lugar en 1915, cuando una criatura de dos años bebió accidentalmente ácido clorhídrico. Poco después cerraban el parvulario por sus pésimas condiciones. Todavía en 1921, un perro mordía de gravedad a diez niños, antes de que los vecinos le matasen. En 1929 fallecía otro chiquillo al subirse en marcha al tranvía y resbalar. Y el mismo año resultaba ahorcado un mocoso de doce años, al jugar con la cuerda de una persiana mientras se encontraba subido a un taburete. Las últimas muertes infantiles recogidas por los periódicos datan de la Guerra Civil, cuando los bombardeos franquistas se cebaron especialmente en el Poble Sec. Desde aquel instante, las noticias relacionadas con los niños son bien distintas y tienen que ver con este centro lúdico, donde los peques aprenden a desarrollar su imaginación y a practicar actividades como yoga o shiatsu. Por lo visto, el genio del lugar se ha apaciguado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.