Monos muy monos
En Badalona había casi 30 empresas que fabricaban anís a comienzos del siglo XX
Estamos en Badalona, la ciudad del anís, cuna en nuestro país del cartel publicitario y de la imagen de marca. La fábrica de los hermanos Bosch y Grau fue fundada en 1870, pero no fue hasta mucho después cuando tuvo un diseño que propiamente la identificara. Todo empezó en 1896 con la celebración una gran muestra de cartelistas franceses en la Sala Parés. Ante el encanto de los dibujos de Jules Chéret, Henri de Tolouse-Lautrec o Dudley Hardy, los empresarios locales abrieron los ojos a nuevas técnicas de promocionar sus productos. En esto, el pionero fue Vicente Bosch que en 1897 convocó un concurso para encontrar un anuncio atractivo con el que vender su licor. El ganador fue Ramón Casas, que se embolsó las mil pesetas del premio con un dibujo de una maja llevando a un mono de la mano. Ese mismo año la prensa comentaba los experimentos del doctor Fisher, un darwinista convencido que intentaba demostrar la relación entre simios y humanos adiestrando a un macaco de nombre Molly, que parecía haber desarrollado facultades como entender el lenguaje hablado, reconocerse en un espejo, o distinguir formas dibujadas en un papel. Incluso se alimentaba como su dueño, le gustaba el pollo asado y los espárragos, y se emborrachaba con vino de Burdeos para después padecer la correspondiente resaca. En el momento que Casas hizo su primer cartel para la marca de anisados, Molly acababa de fallecer víctima de la tuberculosis.
Ante la fachada de esta destilería se puede ver otro motivo realizado por el mismo artista, que se convirtió en la etiqueta para las botellas de anís del Mono. Aunque en el original de Casas el simio no guarda ninguna similitud con él, el diseño final del grabador Salas —suegro del señor Bosch— presenta un gran parecido con el científico inglés Charles Darwin. Parece ser que los propietarios de la marca eran muy católicos y por tanto no muy amigos del evolucionismo, pero este tema aún genera controversia en Badalona entre los partidarios de que la cara del mono es una burla contra Darwin, y los que defienden que es un homenaje (incluso los hay que opinan que el parecido es meramente casual). Algo debe haber de todo ello, si tenemos en cuenta que este anisado salió al mercado mientras se desarrollaba un intenso debate entre ciencia y religión.
Charles Darwin tardó más de veinte años en publicar sus tesis, y cuando lo hizo provocó una tempestad que barrió el continente europeo. A Barcelona sus ideas llegaron tarde, aunque ya se discutía sobre ellas mucho antes de haberlas leído. La primera traducción al castellano de El Origen del Hombre fue publicada en nuestra ciudad en 1876, a la que se añadió un año más tarde El Origen de las Especies. Los naturalistas locales aceptaron (no sin reparos) la nueva teoría que sugería un hombre apenas distinto de un gorila o de un chimpancé, sólo que con mayor desarrollo cerebral. La Santa Sede se mostró radicalmente contraria al evolucionismo, arrastrando a los creyentes que en el Congreso Católico Español de 1889 definieron esta doctrina como un espíritu satánico. Aquí, tanto el profesor Josep de Letamendi como el obispo Josep Maria Urquinaona se mostraron escandalizados, en una sospechosa confraternidad entre científicos y eclesiásticos. Aunque eso sigue sin explicar la famosa etiqueta del anís del Mono.
Todavía en la actualidad se sigue discutiendo el origen de la marca. Al parecer, en esta fábrica vivía un mono auténtico encerrado en una jaula, traído en uno de sus viajes por los hermanos Bosch. El animal dio nombre al producto, y éste favoreció que hasta la Guerra Civil residiesen diversos monos en la empresa que fueron adoptados como mascotas por sus trabajadores. Aprovechando la controversia que el darwinismo había provocado, a principios del siglo XX esta marca ya era una de las más populares de la licorería nacional. Pronto le salieron toda clase de competidores, como el anís del Taup (del topo), o el anís del Moro. Sólo en Badalona había casi treinta empresas distintas dedicadas a este licor, sobresaliendo el anís del Tigre que se anunciaba con un fiero felino devorando a un simio. Mi amigo Gustau Nerín refiere haber visto en Guinea Ecuatorial una botella similar de la marca anís del Gnomo, con una caricatura de la caricatura de Darwin, esta vez disfrazado de enanito del bosque. Más de un siglo después, el mono darwinista (o no) está inmortalizado en una estatua que pusieron en 2012 en el paseo marítimo de Badalona. Y mientras Letamendi y Urquinaona tienen plaza dedicada desde hace cien años, la plaza Charles Darwin de la Barceloneta se inauguró en el 2006. A pesar de todo, el anís del Mono es el mejor del mundo porque la ciencia lo dijo y yo no miento.
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