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La Autónoma no quiere okupas

La universidad desaloja a los estudiantes que se metieron en febrero en una librería del campus “Nos vamos, pero volveremos”, dicen los alumnos

Pilar Álvarez
Acceso al centro okupado en el campus de Cantoblanco.
Acceso al centro okupado en el campus de Cantoblanco. Carlos Rosillo

Kairós. En griego antiguo significa una oportunidad, la mejor ocasión. Hace seis meses, una veintena de estudiantes vio el momento perfecto para okupar la antigua librería del campus de Cantoblanco de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y bautizaron el invento con el término griego. Kairós es, desde entonces, un centro okupado con salas de estudio, talleres y camas que hoy será previsiblemente desalojado tras una resolución del campus que los moradores acatan a regañadientes. “Nos vamos, pero volveremos”, sentencian.

La UAM inició los trámites legales para echar a los estudiantes por “ocupación ilegal de dependencias” universitarias y poder construir después aulas en la vieja librería. Desde que los vigilantes del campus y una vicerrectora les dijeron que debían salir del local, siempre ha habido gente “de guardia” en las instalaciones, situadas entre las facultades de Filosofía y Educación. El pasado martes, dos alumnos custodiaban el bajo de unos 400 metros cuadrados y cuatro salas. Está situado en la calle de Francisco Tomás y Valiente, en mitad de la vía central del campus principal de la Autónoma, a la vista de todo el que pasa. “Lo ocupamos porque estamos hartos de la especulación”, explicó uno, estudiante de último año de Biología. Le acompañaba una alumna, de Magisterio. Ambos pidieron figurar sin nombre.

Los dos estudiantes identifican esa “especulación” con un edificio nuevo del campus situado a apenas unos metros de la vieja librería. Es la llamada Plaza Mayor, un centro de “servicios de referencia”, según lo define la UAM en sus notas oficiales. El edificio ha recibido subvenciones millonarias desde el anuncio de su construcción en 2009, según reflejan los presupuestos del campus. Alberga dependencias universitarias (oficina de becas, relaciones internacionales, servicio médico...) y actividades y negocios externos: una librería, farmacia, un banco, un restaurante... En uno de los viejos sofás del mobiliario del centro okupado, la chica se quejaba el martes de que habían permitido el paso “a todo tipo de empresas”.

Carteles con lemas como Menos policía y más macarrones o La lucha es el único camino decoran las paredes de las salas con escaso mobiliario. Las mesas, sillas de distintos colores, las estanterías o los colchones fueron recuperados de otros centros y de casas particulares. Durante estos meses ha sido sede de distintas actividades de lo más variopintas.

En una de las mesas están todavía los carteles de un punto para venta de verduras ecológicas y en el extremo opuesto una tienda gratis de ropa y calzado, donde se pueden coger prendas o cambiarlas por otras. En sus cuatro salas se han convocado reuniones para protestar contra la subida de tasas universitarias, talleres de yoga o de lectura y mesas de estudio que suplen el cierre de bibliotecas universitarias.

“La universidad ha dejado de ceder espacio a los estudiantes, hay gente esperando desde hace años”, según la chica. Una portavoz oficial del campus asegura que las asociaciones que demandan espacio lo obtienen. El local, en el que aseguran que solo alumbra la luz solar y las velas desde que cortaron la luz, es sede de media docena de asociaciones de otras tantas facultades. <TB>

Desde el principio, se implicaron una veintena de alumnos que eran los que más acudían al centro, aunque también organizan reuniones con profesores y personal de administración para “unir las luchas”. La portavoz de la UAM asegura que hay gente que vive allí, un extremo que los dos alumnos niegan. Usan los camastros “para descansar durante las guardias”, aseguran.

La Autónoma quiere despejar la vieja librería para empezar a construir un aulario en septiembre. Tras varios avisos verbales y visitas al centro, optaron por publicar una resolución en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid (BOCM) del 5 de agosto, en la que establecieron un plazo de tres días para que los estudiantes desalojaran “de manera voluntaria” el local o presentaran alegaciones. Unos 15 alumnos se reunieron ayer por la tarde en el centro y decidieron marcharse “ante el riesgo de represión”, según explicaba uno de ellos al término del encuentro. “Nos hemos dado cuenta de que no teníamos mucho que hacer salvo esperar al fatídico día y justo cuando la universidad está más vacía”, se lamentaba.

Su salida voluntaria facilita un proceso de desalojo que podría haberse complicado en los próximos meses. “La Administración no podría tomarse la justicia por su mano, porque si entrara sin que ellos salieran estaría incurriendo a su vez en una ocupación”, señala Roberto Alonso, abogado experto en procesos administrativos y desalojos. “Y si ellos alegaran, podrían ganar bastante tiempo”, añade.

Los okupas ya se han llevado los libros y los fanzines. Hoy prevén sacar el mobiliario. En la puerta hay un muñeco blanco destrozado. Es la viva imagen, según reza un cartel, de cómo queda un alumno al enterarse de la última subida de tasas universitarias.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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