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Salidas y llegadas

La fonda Rius, situada junto a la estación de Francia, siempre ha sido un lugar de paso

La fachada de la Fonda Rius.
La fachada de la Fonda Rius.CARLES RIBAS

Esta es una finca extraña, a simple vista singular, con una fachada de estuco claro que contrasta con la balconada y el pedazo de edificio más avanzado de color rojizo que muestra en el primer piso. Sus balcones se asoman a la avenida del Marqués de la Argentera, justo enfrente de la estación de Francia. Y en su cabecera puede verse la publicidad de una antigua casa de hospedaje: la fonda Rius. Bajo esta casa densa y mesocrática, hoy se asientan los bares Adriático y Nakupenda. Pasan enjambres de bicicletas, cruzan adolescentes con mochilas y se ven muchos turistas.

Esta calle siempre ha sido de paso. Ya en su inicio fue pensada como una vía para desfiles militares y carnavales, bautizada como el paseo de Frente Aduana. Aquí siempre ha habido hospedajes para viajeros, inicialmente los que llegaban en barco y querían alojamiento cercano al que entonces era el centro del poder político. Iba desde el palacio Real de la plaza Palau, a la puerta principal de la Ciudadela. A escasos metros de esta acera, en el vecino hostal de Santa María se alojó en 1767 un italiano llamado Giacomo Casanova. Masón, aventurero y afamado amante, en Barcelona inició una tórrida relación con su compatriota Nina Bergonzoni, una cantante que era la amante del conde de Ricla, en aquel entonces Capitán General de Cataluña. Este, furioso y herido en su orgullo, hizo arrestar a Casanova en 1768. Y le encerró en un lóbrego calabozo de la torre de San Juan, de donde no saldría hasta un año después. Contaba el cronista Gaietà Cornet que la fonda de Santa María de la calle Ases fue la primera que se estableció en España, y que dio origen a la palabra “fonda”, pues para entrar en ella había que descender varios escalones. En realidad, la palabra fonda no viene de una mala traducción del catalán, sino del árabe fonduk. Pero en aquellos años esto era lo de menos.

La primera central telegráfica de Barcelona se situó junto al paseo del Marqués de la Argentera

En los siglos XVIII y XIX, las calles de los alrededores estaban llenas de establecimientos destinados a albergue de viajeros. A pocos pasos había la fonda del Sable de la calle Vidriería, la Posada de la Paz en la plaza Palau, la fonda del Universo en Canvis Vells, o la fonda de los Tres Reyes en Malcuinat. Si en un principio la razón fue el puerto, después lo fue la cercanía a las primeras estaciones de ferrocarril que tuvo la ciudad. La primera pertenecía a la línea Barcelona-Mataró y estaba al inicio de la desaparecida avenida del Cementerio, entre la plaza Palau y la Barceloneta. La segunda era el origen de la línea Barcelona-Granollers, y fue bautizada como Estación de Francia. La misma advocación al marqués de la Argentera recuerda a Eduardo Maristany, un ingeniero de caminos que fue el principal promotor de esta importante instalación ferroviaria. Ocupaba los terrenos de unos viejos lavaderos públicos y entró en funcionamiento en 1854.

Pronto, al lado de la estación de trenes se situó la primera central telegráfica que tuvo la ciudad. Y el paseo de la Aduana —hoy Marqués de la Argentera— se llenó de tiendas y empresas relacionadas con los modernos medios de transporte. Estaba la casa Nevílle especializada en la comercialización de raíles de acero y cambios de vía. También estaba la compañía de Genaro Mann, dedicada a material para barcos y ferrocarriles. La empresa de lámparas de gas de Eugenio Chosseler, o la fábrica de bombas y cilindros de Francisco Riviere. En 1884, en esta calle hubo una guerra abierta entre las dos empresas que daban servicio de pasajeros en Barcelona, cuando los empleados de la Compañía General de Tranvías impidieron a los vehículos de la Sociedad Catalana de Tranvías que circularan por sus raíles. Con lo cual, toda la avenida se fue llenando de carruajes que acabaron colapsando el tráfico en toda la ciudad.

La zona se llenó de tiendas y empresas relacionadas con el ferrocarril y el transporte en barco

Años más tarde, en 1929 se inauguraba la actual estación de Francia, el mismo año que la fonda Rius era totalmente reformada por el arquitecto Francisco Portillo Quintana, que diseñó para ella una nueva fachada en piedra roja. Entonces era una casa de hospedaje muy famosa por su cercanía a la estación, y mucha gente que venía por trabajo o por negocios se alojaba en ella. El hotel fue colectivizado durante la Guerra Civil, y en los años sesenta se convirtió en una de las primeras imágenes que veían los emigrantes meridionales cuando pisaban Barcelona por primera vez. Muchas familias andaluzas comenzaron su nueva aventura en Cataluña hospedándose en este modesto establecimiento. Ahora, tras la restauración sufrida en 1991 es una finca de vecinos. Abajo en la acera siguen circulando sin tregua los mismos viajeros, que ahora vienen buscando un lugar soleado para sus vacaciones. Gente que llega y se marcha, como siempre ha sido.

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