“La vida no termina aquí”
La puerta de la Catedral acoge ofrendas espontáneas a las víctimas del descarrilamiento del Alvia


Velas, lazos negros, poesías, mensajes y muchas hortensias —una flor típica de Galicia— reciben desde el pasado viernes a los peregrinos que entran en la Catedral de Santiago. Conocidos de las víctimas, pero sobre todo espontáneos, se contagian los unos de los otros para dejar su pequeño homenaje a las 78 víctimas mortales y más de 80 heridos que dejó el descarrilamiento del tren que salía de Madrid con destino Ferrol, el pasado 24 de julio.
“La vida não termina aquí!” se lee en lo que parece un mensaje improvisado de algún vecino de Portugal. Los curiosos se agolpan para leer los pensamientos y alientos de ánimo enclavados entre la piedra, atados a la verja de hierro y sujetados bajo una vela para que no se vuelen con el viento que a veces azota la plaza del Obradoiro.
Una mujer se acerca cargada de flores y dos amigas la siguen animadas. Al llegar se hacen hueco entre otras personas y colocan los ramos. “Solo somos conocidas de una víctima y queríamos hacer algo por ella”, contesta la que lleva la iniciativa. Tras depositar las flores, se desesperan por las velas. “¿Alguien tiene un mechero?”, preguntan inquietas a la multitud.
La mujer que se suele colocar en ese punto para vender objetos religiosos a todo aquel que entra y sale de la Catedral anima a los turistas y peregrinos a dejar algún recuerdo. Les intenta ofrecer su producto —estampas, rosarios, colgantes con forma de la concha de Santiago— aunque no parece interesar al público. “La verdad es que estos días me está yendo peor. Vendo menos”, admite mientras recoge sus bártulos y los mete en una caja para irse a comer. En la puerta quedan solo los recuerdos.
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