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Italiano, discreto y destripador de cajeros

El delincuente, con un amplio currículo, dirigía la banda que obtuvo 300.000 euros al hacer estallar una docena de expendedores con una mezcla química

Rebeca Carranco
Los productos que utilizaba la banda para hacer estallar los cajeros.
Los productos que utilizaba la banda para hacer estallar los cajeros.

Los vecinos del barrio le recuerdan como un hombre “grandote” que se movía en bicicleta. Salía una vez o un par de veces al día de los bajos en los que vivía, en Santa Coloma de Gramenet. Pero nadie sabe adónde iba ni a qué se dedicaba. En un barrio modesto, de una ciudad grande, el anonimato está garantizado. Antonio C. era un atracador, lo cual no resulta muy exótico. Sí lo era su modo de actuar: en lugar de pistola o butrón, el discreto italiano prefería hacer volar por los aires los cajeros automáticos.

Los investigadores calculan que Antonio C. ganó 309.000 euros en poco más de un año. Su forma de trabajar —con poca gente—, su discreción y la meticulosidad con la que preparaba cada golpe le hizo gozar de cierta inmunidad. Durante un tiempo, Mossos d’Esquadra veían cómo los cajeros de Barcelona y el área metropolitana saltaban por los aires y no tenían pista alguna sobre los responsables de aquellas explosiones.

No se sabe cuándo llegó Antonio C. de Italia a Barcelona, ni si recaló en alguna otra ciudad antes de desembarcar en Cataluña. Tampoco está claro si se instaló desde el primer momento en Santa Coloma. Sus vecinos recuerdan que llevaba poco tiempo en aquel bajo, que antes habían ocupado “otros extranjeros”. La primera señal inequívoca de su presencia ocurrió el 20 de mayo de 2012, con la explosión de dos cajeros la madrugada del sábado al domingo, en el barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat.

Antonio C. campó meses a sus anchas y se costeó viajes a la Costa Brava

Los investigadores constataron que habían intentando robar dos cajeros con una mezcla de gases: oxígeno y acetileno. Una de las máquinas quedó prácticamente destripada y los ladrones se llevaron los billetes que contenía. En la otra entidad bancaria, se quedaron cortos con la mezcla explosiva y sin botín.

Se trataba de una banda de tres personas, formada quién sabe cómo. El italiano contactó primero con un delincuente común, un gitano del barrio barcelonés de la Sagrera, con multitud de antecedentes por atracos y robos. Los dos formaron el núcleo duro, según fuentes policiales. A ellos se unió luego otro español. Con 53, 37 y 42 años, los tres eran hombres ya adultos, dedicados al atraco. Aunque los policías desconocen qué relación hay entre ellos, y quién les hizo de enlace.

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El siguiente golpe llegó el 23 de junio, menos de un mes después, también de madrugada, en el barrio barcelonés de Poblenou. Dos más en agosto, otro en septiembre… Siempre en Barcelona y sus alrededores, y siempre de la misma forma: introduciendo a través de unos cables una cánula por la ranura de la extracción de billetes, con la mezcla de gas. En la otra punta de los cables, una petaca, que friccionaba, para causar el estallido y reventar el cajero con lo que contuviese.

De un solo robo, el 19 de noviembre en una sucursal en Sant Just Desvern, el italiano y su grupo se llevaron 130.000 euros. La explosión reventó el cajero, pero también destrozó todos los cristales de la sucursal bancaria. Tras aquello, la banda estuvo cuatro meses sin actuar. Los Mossos ya contaban entonces con una pista, un Mercedes negro CLK, que sería definitiva. Un vecino que tenía previsto irse de madrugada a buscar setas con un amigo, al que esperaba en su todoterreno, vio desde el coche cómo tres hombres, encapuchados, robaban un cajero en Badalona y huían en un vehículo de esas características. No era mucho, pero suficiente para tirar del hilo.

Otros cuatro presuntos ayudantes en las tareas de vigilancia están en libertad con cargos

“Hubo que picar piedra”, explica el inspector Ramon Grasa, que acaba de ser nombrado subjefe de la División de Investigación Criminal de los Mossos. Los agentes removieron cielo, mar y tierra hasta que, de la forma más casual —Grasa no ofrece detalles para no dar ideas— encontraron al gitano, vinculado al Mercedes CLK. A partir de ese momento, la investigación judicial tomó volada y los agentes de la Unidad Central de Robos con fuerza desenmascararon a la banda.

El 25 de junio, los Mossos d’Esquadra lo prepararon todo para detenerles in fraganti. La banda tenía listo un robo en un cajero en la calle de Concilio de Trento, en el distrito barcelonés de Sant Martí. Cuando en lugar de ver volar billetes, los ladrones vieron aparecer mossos, empezaron las carreras. Pero la estrategia fue infructuosa y acabaron detenidos. El italiano, el gitano y el payo están en prisión por 12 robos a cajeros. Otros cuatro presuntos ayudantes en las tareas de vigilancia están en libertad con cargos.

Las averiguaciones posteriores han alumbrado que el discreto italiano es un reconocido criminal en Italia, donde acumula antecedentes por delitos contra la salud pública, tenencia de armas, homicidio involuntario, robo agravado, pertenencia a grupo armado y, en Francia, por falsificación de documentos. En su casa, los agentes encontraron anotaciones manuscritas, en una libreta, con las fórmulas que debía aplicar en cada atraco. Con el dinero que ganaron en sus presuntos 12 golpes a bancos, se costearon apacibles viajes a la Costa Brava. Pero les quedó pendiente algo que se habían prometido: un festín en el Botafumeiro de Barcelona.

Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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