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opinion
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Desde dentro y desde fuera

Es preciso que los partidos reconozcan sus errores para que la indignación ciudadana se convierta en palanca de cambio

Joan Subirats

Este mes de julio resulta asfixiante. Y no hablo del tiempo. Hablo de política. Nada nuevo acontece, pero todo se agrava. Una simple revisión de los tuits de algunos dirigentes del PP justo en el periodo anterior a las elecciones de 2011, con sus acusaciones a los responsables del PSOE, demuestra que solo se ve la viga en el ojo ajeno. Pero lo mismo, exactamente, podría decirse de los dirigentes socialistas en su versión actual de partido opositor. Unos blindan a Rajoy para permitir que siga insistiendo en sus mantras particulares: “¿Bárcenas?” o “lo más urgente es esperar”. Mientras, los otros tratan, por ejemplo, de eludir cualquier erosión de su hegemonía andaluza ante el escándalo de los ERE.

Aquí, la coalición CiU trata de evitar fugas, pero se acumulan imputaciones, ratificaciones de fianzas y salidas intempestivas de la cárcel. Crece la indignación, aumenta la desafección, pero simultáneamente la gente, agotada, pide una tregua y trata de distraerse con cosas más mundanas y transversales como la polémica Guardiola-Rosell. ¿Cómo salimos de este atolladero?

La lucha de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas maneja con precisión sus denuncias y su acción. Nos muestra el camino. Sin alharacas. Acusa y hace. En cambio, la ciudadanía no deja de acusar a los políticos y a sus partidos, pero nada acontece. Algunos, desde dentro del sistema, no paran de decirnos: “no todos somos iguales”. Y podemos estar de acuerdo, Pero, ¿en qué lo notamos? Ciertamente, es injusto hablar en general de partidos e instituciones. Pero, ¿no deberíamos pedir que alguien, desde dentro, nos ayude a identificar estrategias de cambio que sean creíbles?

Han ido emergiendo problemas en el PP, en el PSC, en CiU, e incluso, en menor medida, en ERC o en ICV…, pero nunca, que yo recuerde, hemos oído reconocer que las cosas en algún momento se hicieron mal. Puedo tener mala memoria, y si es así, pido excusas. Hemos pedido a la Iglesia que reconozca sus errores, o que el Poder Judicial reconozca la ilegitimidad de los juicios de la posguerra. ¿No podemos pedirles a los partidos que digan (como el monarca cazador), “nos equivocamos, algunos lo hicieron, pero no volverá a ocurrir”?

No es solo un problema de los partidos. Es cierto. En momentos como estos, en los que en muchos campos las cosas no pueden seguir haciéndose igual que se hacían, nos conviene a todos no tratar de eludir responsabilidades. En Mallorca un empresario de la construcción reconoció los pagos millonarios a Munar y su partido. ¿Cundirá el ejemplo? ¿Hablaremos solo de “responsabilidad social corporativa”, o la haremos efectiva? Si acusamos a los demás, hemos de estar dispuestos a reconocer que nosotros no lo hemos hecho siempre todo bien.

En el filme Hanna Arendt, se nos recuerda que la tensión entre las fidelidades colectivas y las responsabilidades individuales y grupales, no permite correr tupidos velos. Dice el portavoz del PP, Alfonso Alonso, que el resto de partidos parecen rehenes del delincuente Bárcenas. Pero, ¿muestra el PP algún atisbo de autocrítica sobre su partido o solo se dedica a usar el retrovisor y el ventilador en dosis parecidas? Es evidente el oportunismo de Esperanza Aguirre, pero lo que dice no es desatinado. ¿Hace falta esperar a las sentencias de los jueces para reconocer que las cosas se han hecho mal? Si desde dentro hay reacción, será más fácil convertir la indignación ciudadana de fuera en palanca de cambio para el reset democrático.

No quisiera hacer un discurso moralista. No propongo una especie de catarsis ético-colectiva a través de la cual todos sanemos nuestras culpas. Pero, es muy revelador que a la indignación de ciudadanía y partidos fuera del poder, le corresponda unanimidad defensiva de los que lo ocupan. Cambian siglas y lugares, pero siempre la ecuación es la misma. ¿Nos puede ayudar alguien desde dentro? ¿O hemos de concluir que solo desde fuera la renovación será posible? Obviamente, hemos de cambiar la legislación que regula los partidos políticos, profundizar en transparencia (increíble la denuncia del PP a Anonymous por desvelar una contabilidad oficial), acrecentar los mecanismos de rendición de cuentas y de desconfianza democrática. Pero podemos también seguir preguntado ¿hay alguien ahí?

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UB.

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