La marcha de FIMI a Madrid agudiza el declive de Feria Valencia
La institución debe 600 millones de euros de unas obras que paga la Generalitat
Los responsables de Feria Valencia aprobaron hace una década una ampliación de sus instalaciones que el devenir del negocio ferial y la deuda generada se han encargado de cuestionar. Uno de los valores más seguros del menguado calendario local, la Feria Internacional de la Moda Infantil (FIMI), con dos ediciones anuales y el reconocimiento de certamen de moda más veterano de Europa, tiene previsto deslocalizar sus dos ediciones en busca del mercado. El primer certamen se celebrará en Madrid y el segundo no está decidido pero no se descartan los destinos internacionales.
“El concepto de multilocalización es clave para presentar una feria que viaje en busca del negocio. FIMI se reinventa para dar respuesta a las inquietudes de los expositores y compradores relacionados con el universo de la infancia”, manifestó ayer Javier Rodrigo, presidente del certamen.
No será una experiencia piloto. Otros recintos feriales europeos de la potencia de Frankfurt ya lo hacen con certámenes como Heimtextil. Cada año celebra uno en la ciudad alemana y el resto son itinerantes. “Prestan su know how en otros lugares”, explica un especialista del negocio ferial. Igual da montarlo en Brasil que en Shanghai, se trata de ir en busca de los compradores. No hay otro secreto.
FIMI no se marcha a Madrid a ciegas. En mayo pasado ya ensayó la fórmula con Día Mágico by FIMI. Unas 50 firmas especializadas en moda y complementos de comunión —que quedan descolgadas del calendario ferial de FIMI— expusieron con éxito en la Real Fábrica de Tapices. Son muestras más pequeñas, más a la carta de lo que necesitan los expositores y compradores. “Feria Valencia ganará dinero y los expositores pagarán menos”, resumen fuentes feriales.
De momento, es el único certamen que ha optado por esta fórmula. Se desconoce si algunas de las grandes ferias supervivientes de Valencia se decantarán por esta solución para evitar la extinción, ya que el negocio ferial clásico ha quedado desfasado.
El problema es a qué queda reducida la utilidad de un recinto que con su ampliación prácticamente duplicó su extensión.
Ahora, una de las ferias clásicas de Valencia se deslocaliza y el resto se concentrarán en febrero de 2014. En esa fecha se celebran a la vez Cevisama (sector cerámico) Hábitat (mueble y decoración) y FIMMA Maderalia (maquinaria industrial), certámenes que en otros tiempos se celebraban en su mayor parte por separado. El resto del calendario ferial son muestras más pequeñas y en las que Feria Valencia no es la institución organizadora.
La institución que preside Alberto Catalá desde el año 2000 cerró el año pasado con pérdidas y tiene pendiente la devolución de la deuda adquirida con la ampliación de un recinto que costó más de 600 millones de euros, una cantidad que se adeuda y a la que la feria no puede hacer frente y está avalando y pagando la Generalitat.
La deuda se colectiviza, el negocio se privatiza
La ampliación de Feria Valencia se inició en 1999 y se acabó en 2006. Presupuestada en un principio en 325 millones de euros, las obras terminaron por costar casi el doble, unos 600 millones de euros. Los responsables del recinto siempre la han defendido como imprescindible. Los certámenes se concentraban en los primeros meses del año y en los últimos y por ello el recinto necesitaba disponer de espacio suficiente para simultanearlas.
Pero las nuevas tecnologías, que ya no hacen necesario desplazarse a las ferias para ver los productos, los errores de cálculo y la crisis, que estalló un año después de estrenarse las flamantes instalaciones, cegaron esas expectativas. La caída del negocio ferial fue paralela al declive de la mayoría de sectores industriales valencianos, que eran los que llenaban de expositores Feria Valencia. La institución ferial cerró por primera vez en pérdidas en 2009, concretamente 2,7 millones de euros. Desde entonces la situación ha empeorado. El año pasado acabó de nuevo en números rojos, con 4,5 millones de euros de pérdidas. El equipo directivo que dirige Enrique Soto las redujo un 41% respecto del año anterior pero no gracias a un aumento de los ingresos, que cayeron, si no a un severo recorte de gastos.
Esta situación ha impedido a la feria hacer frente al pago de intereses de la deuda de la ampliación. En su defecto, le toca hacerlo a la Generalitat. Solo en dos años, la comunidad autónoma pagó cerca de 70 millones de euros. La sorpresa llegó cuando el presidente Alberto Catalá explicó el otro día en el patronato que la feria se desdoblará en dos sociedades, una en la que depositarán la deuda, y una segunda que se dedicará al negocio privado en previsión de que dé beneficios.
La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, presidenta del patronato de la Feria, dijo ayer que desconocía la marcha de FIMI y no sabía nada. La regidora impulsa la ampliación del Palacio de Congresos de la capital, situado a pocos metros de un gigantesco recinto que se vacía.
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