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Los exdirectivos descargan la culpa en sus empleados

Los dirigentes de Caixanova y Caixa Galicia se desentienden de la ruina de ambas entidades

Julio Fernández Gayoso en el Parlamento
Julio Fernández Gayoso en el ParlamentoÓSCAR CORRAL

Han tenido que quebrar las dos cajas gallegas, recibir el banco resultante de su fusión 9.000 millones de euros de fondos públicos y salir a la calle decenas de miles de personas estafadas con la comercialización de participaciones preferentes para que los todopoderosos gestores de Caixa Galicia y Caixanova se sentasen en el Parlamento a dar explicaciones a los representantes de los ciudadanos. Durante décadas, Julio Fernández Gayoso y José Luis Méndez gobernaron a sus anchas las entidades con las que se financiaban gobiernos, partidos y empresas, sin que el poder político osase entorpecer sus operaciones, tal y como se ha apuntado ya en la comisión de investigación que arrancó esta semana. En un formato cómodo, con intervenciones medidas en las que a los diputados no se les permiten interrupciones ni repreguntas a los comparecientes, Gayoso y Méndez eludieron ayer cualquier responsabilidad en la comercialización masiva de acciones preferentes y subordinadas a jubilados, trabajadores, menores y, en general, personas sin la formación para adquirir estos productos financieros de alto riesgo.

Ambos financieros apelaron a su “buena fe” (usaron la misma expresión) y se refirieron con distancia a la dolorosa situación de los ahorradores afectados. Pero el exdirector general de Caixa Galicia fue más allá y explicó que si la entidad que dirigió llevó a cabo esas prácticas (a él mientras mandó nunca le constaron) fue a sus espaldas. Para justificarlo, Méndez dio lectura a una circular remitida a sus trabajadores en la que se les advertía que “solo debían informar y no realizar labores de asesoría” a los clientes. “La normativa interna de la entidad exigía que quienes adquirimos, como fue mi caso, preferentes o subordinadas deberíamos superar el test de idoneidad. Solo puede haber abuso por el incumplimiento de la normativa. No tuve conocimiento de ninguna transgresión de la normativa, mientras fui director general”, explicó.

Cuando los partidos le recriminaron que endosase las responsabilidades sobre supuestos incumplimientos de sus exempleados, Méndez trató de desdecirse a su manera: “No echo la culpa a nadie ni a la red, me echo la culpa a mí, pero dije que había instrucciones muy precisas para la comercialización de los productos”. Admitió, no obstante, que dichas obligaciones “no debieron ser comercializadas” aunque mantuvo en todo momento que “no hubo incentivos de ningún tipo” para vendérselas a los ahorradores y que se comercializaron “con buena fe”. Gayoso también afirmó ante la comisión que él no firmó la instrucción que ordenaba vender estos productos en 2009, en plena crisis, y que nunca recibió advertencias de irregularidades por parte del supervisor. Igual que su antecesor en las comparecencias, defendió que estos productos estaban autorizados por el Banco de España, la CNMV y la Xunta.

Los partidos se afanaron en interrogar a los gestores por el fiasco del sistema financiero pero tanto Méndez como Gayoso se las arreglaron para sacarse de en medio. Dieron a entender que hasta su salida las cajas estaban saneadas. El exdirector general de Caixa Galicia afirmó que el último balance que pasó por sus manos antes de jubilarse en 2010 arrojaba un beneficio de 100 millones de euros. “¿Cómo pasó la caja de tener ese resultado a necesitar una vez fusionada con Caixanova 9.000 millones de fondos públicos? Yo tampoco lo sé”, respondió el alto directivo ante el pasmo generalizado de los diputados. Méndez insistió en que no tiene responsabilidad en la fusión ni en lo que pasó después de abandonar la entidad. Al hacerlo, según él, “a petición propia” y no por exigencia del Banco de España tal y como denunció la oposición, no percibió “indemnización alguna”. Sí cobró dentro de su plan de jubilación 16,5 millones de euros.

Arreciaron las preguntas de todos los partidos sobre las excesiva dependencia del ladrillo, las aventuras inmobiliarias en Levante o en Canarias y algunas inversiones especulativas. Con gesto serio y acompañado de un letrado que le fue pasando algunas notas, el hombre que lo fue todo en Caixa Galicia aseguró que la construcción representaba el 19% en sus balances, un porcentaje similar al de otras entidades (que también acabaron quebrando). En las réplicas, Méndez tuvo que oír palabras muy duras. “Es usted el rey desnudo”. “Está al frente de la cueva de Alí Babá”, atacó Yolanda Díaz de AGE. “Es nuestro Rodrigo Rato, instauró una monaraquía y hasta pudo colocar a sus hijos como altos cargos en la corporación”, replicó desde el BNG, Francisco Jorquera. La insistencia de Pedro Puy, del PP, para que pidiese perdón(algo que demandó a todos los gestores) logró arrancarle una leve mea culpa. “¿Disculpas? Evidentemente que sí, en 30 años de trabajo se hacen cosas acertadas y no acertadas, si no hay mala intención, se pueden pedir disculpas”, cerró su intervención.

También Gayoso agotó el tiempo de su comparecencia extendiéndose en las luces de su legado y minimizando las sombras, sin aclarar quién actuó tan mal como para que las dos cajas gallegas desaparecieran, una pérdida que, dijo, le tiene “atormentado”. Sobrevoló las ruinas de las entidades insistiendo en que el mayor “error estratégico” de sus décadas al frente de Caixanova fue no invertir más fuera de España. Presumió de que Caixanova era una de las dos cajas “más internacionales de España”, con oficinas en Miami, Sao Paulo, Buenos Aires o Suiza, aunque también con dinero atrapado en la burbuja inmobiliaria de El Pocero, le recordó el BNG. “Es uno de los errores mayores que hemos cometido las cajas: centrarnos en España y olvidarnos de Latinoamérica y Europa”, se lamentó Gayoso en su comparecencia parlamentaria, en la que se presentó como el artífice de la creación de la Universidad de Vigo y el máximo responsable de una entidad que reunió la “mayor colección de arte privado que se ha creado en Galicia” y una escuela de negocios “conectada con Georgetown y Berkeley”.

Gayoso criticó la fusión de Caixanova y Caixa Galicia, afirmó que nunca la quiso, que hubiera preferido una alianza con una entidad de fuera de la comunidad —“lo negocié con entidades de primer nivel”— pero que su opción no fue posible. Sin embargo, pese a las insistentes preguntas del PSdeG sobre si había sido forzado por la Xunta de Feijóo, no osó a explicar por qué finalmente aceptó una integración en la que incluso se cambió la ley para que él pudiese seguir al mando pese a rebasar el tope de edad.

¿Por qué fracasó la fusión?, preguntó el PP. Gayoso aseguró que las exigencias de recapitalización y provisiones y los vaivenes normativos hubieran dejado hasta “a la señora Merkel sin cajas”. Sobre las indemnizaciones millonarias por las que lo investiga la Audiencia Nacional le cayeron a Gayoso reprobaciones de todos los partidos. Él optó, como hizo cuando intervino en el Congreso de los Diputados, por refugiarse en el silencio de los imputados.

Pego afirma que Xunta y Banco de España impusieron la fusión

XOSÉ HERMIDA / SONIA VIZOSO

José Luis Pego, exdirector general de Caixanova y durante unos meses de la entidad fusionada, era el único de los comparecientes de ayer en el Parlamento que cobró directamente una indemnización por abandonar su cargo. Fueron 7,7 millones de euros —a los que añadirá otros 10,8 millones de pensión cuando cumpla 65 años— que le colocaban como un blanco aparentemente fácil para los diputados. Pero logró esquivar la cuestión alegando que está sometida a investigación judicial y extendiéndose en pormenores sobre la situación de la caja y el manejo político de la fusión.

Sin muchos rodeos, Pego reconoció lo que era un secreto a voces: Caixanova se oponía a la fusión con Caixa Galicia y fueron las “autoridades financieras”, en alusión al Banco de España y a la Xunta, las que la forzaron a aceptarla. La entidad viguesa dio el brazo a torcer por “responsabilidad institucional”, aseguró su antiguo director general. Cuando se empezó a plantear la reestructuración del sistema financiero y la necesidad de reducir el número de cajas, el equipo de Gayoso y Pego encargó estudios para estudiar diversas opciones. La unión con Caixa Galicia fue desaconsejada. Según Pego, no había sinergias entre ambas, las duplicidades obligarían a sacrificar un gran número de oficinas con los consiguientes puestos de trabajo y la inyección de dinero público que se necesitaba era “más de lo que podía ofrecer el FROB y resultaría difícil de devolver”.

La opción de Caixanova fue entonces buscar una fusión fría con otras cajas españolas, dentro de un conglomerado en el que la caja viguesa tendría un peso de “entre el 26% y el 34%”, relató el exdirector general. Todo se precipitó en 2010, en medio de un “ambiente muy tensionado”. Fue en ese momento, según Pego, cuando el Banco de España y la Xunta plantearon a Caixanova que el plan de reestructuración del sistema financiero exigía su fusión con Caixa Galicia. “Como profesionales y como gallegos”, se plegaron. Con todo, Pego no ahorró reproches, como que la Xunta nunca le entregase la auditoría de la consultora KPMG que el Gobierno de Feijóo usó para benedecir la fusión.

La integración funcionó bien al principio, aseguró el que fue el primer director general de Novacaixagalicia, e incluso “se cumplieron algunos objetivos antes de los plazos fijados”. El fracaso, señaló Pego, se produjo porque la situación “cambió a un ritmo endiablado”. La recaída en la crisis convirtió en irreales todas las previsiones de los organismos económicos, no había comprador para las oficinas sobrantes y, sobre todo, el Gobierno de Zapatero cambió el marco legal con unas nuevas exigencias de capitalización “imposibles de cumplir”.

Cuando nació Novagalicia Banco, el nuevo presidente, José María Castellano, explicó a Pego que un grupo de inversores americanos interesados en la entidad le había puesto como condición que prescindiese de los directivos provenientes de las cajas. Pego asegura que advirtió a Castellano que su contrato tenía una elevada cláusula de indemnización, pero que este le contestó: “Los contratos están para cumplirlos”. Más adelante añadió que las condiciones de su contrato “eran conocidas por las autoridades que tenían que conocerlas”, otra alusión al Banco de España y a la Xunta. Y ahí detuvo — “por consejo de mi abogado”, se justificó — su versión sobre las indemnizaciones, un caso por el que está imputado en la Audiencia Nacional. Por lo demás, Pego no rehuyó la autocrítica. Se declaró “culpable de muchos errores” y aunque proclamó que siempre había actuado “bienintencionadamente” admitió que decisiones como la comercialización de preferentes “tuvieron consecuencias que nunca pudimos imaginar”.

Pero el discurso más autocrítico que se escuchó ayer en el Parlamento fue el del compareciente con menos poder ejecutivo en la gestión de las cajas. Mauro Varela, que fue presidente de Caixa Galicia y después copresidente con Gayoso de la entidad fusionada, admitió haber fallado. Aunque subrayó que sus cargos eran “institucionales” y que formaba parte del consejo de administración como representante del Círculo de las Artes de Lugo, admitió que tenía responsabilidades de vigilancia y asumió su “culpa” en el “descalabro”. Varela, que dimitió tras unas polémicas declaraciones en las que aseguraba que los preferentistas sabían dónde metían el dinero, volvió a pedir disculpas por aquello y admitió que no fue solo la crisis la que tumbó el sistema financiero de Galicia.

Varela reconoció que las cajas olvidaron su carácter público y crecieron actuando como bancos, pilotadas por consejos de administración “no profesionales”. “La ampliación de las cajas fue lo que llevó en gran parte al descalabro de estas instituciones”, confesó ante los diputados. El expresidente de Caixa Galicia explicó que la venta masiva de preferentes se produjo porque, al no tener accionistas, las cajas no tenían otra forma de capitalizarse. El sistema “funcionó bien”, añadió, hasta que llegó la crisis. Fue el consejo de administración de la entidad el que dio el visto bueno a la comercialización de estos productos “en base a las informaciones”, explicó, “que recibíamos de los ejecutivos” de la caja.

Caixa Galicia nunca negoció unirse a otra entidad que no fuera Caixanova, afirmó Varela, quien admitió además que accedió a participar de forma entusiasta en la fusión sin ver siquiera la auditoría de KPMG. Sobre las indemnizaciones millonarias que percibieron exdirectivos de la caja fusionada y que investiga la Audiencia Nacional, Varela defendió su legalidad pero reconoció, tras la insistencia del PP, que desde el punto de vista ético eran “excesivas teniendo en cuenta las circunstancias”. El excopresidente de Novacaixagalicia, la caja fusionada, aseguró que él no percibió ni un euro al dejar la entidad y que, durante los años en que tuvo cargos en las cajas, solo cobró dietas, aunque no concretó cuánto. “Salí como entré, mejor dicho peor, porque dejé gran parte del trabajo profesional”, se defendió.

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