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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hogueras en Vallcarca

Se ha inaugurado la plaza Huertas Clavería, en memoria del gran periodista que en los años duros siguió las luchas de los vecinos de Barcelona por ganar dignidad. Asociaciones precarias, democracia inexistente, objetivos simples y directos: así se hacía la ciudad en los barrios humildes donde todo era gris. Se descubrió la placa conmemorativa en su barrio, el Poblenou, a las puertas de Can Felipa, antigua fábrica reconvertida en centro cívico, porque entonces las luchas iban de espacios rescatados para usos sociales. Tiene gracia, porque en Can Felipa se ha planteado uno de esos conflictos estúpidos que confirman que la gestión puede ser ciega. Resulta que el edificio alberga una sala de 500 metros cuadrados destinada a exposiciones de artistas emergentes —es decir, ignotos— que servía para que gente joven metiera la nariz en el complicado mundo del arte. Funcionaba desde 1996 y de golpe, plas, dice el concejal Freixedes que la cierra para crear espacios que necesitan las entidades del barrio.

El solar de la Casita Blanca entraba en el Pla Buits, solución inteligente de pobre: si no se puede hacer lo previsto, que los vecinos gestionen un espacio que no sirve 

Grito en el cielo, pancartas, movilizaciones del mundo artístico, en fin, lo que era lógico esperar. Y el concejal que retira la propuesta y pone en curso la convocatoria para exposiciones del año que viene. ¿Hacía falta este conflicto? En la inauguración de la plaza Huertas el alcalde dijo una de esas frases retóricas que vienen a cuento: echamos de menos gente crítica que nos señale hacia dónde ir. ¿De verdad, alcalde, le falta crítica ahora que la ciudad está inflamada? La cuestión no es falta de crítica, sino un peligroso egoísmo que se está instalando entre los vecinos organizados y que el propio Huertas había detectado antes de morir. Las luchas vecinales históricas eran generosas y compartían una visión progresista; ahora a veces prima la parcelación de la ciudad en favor de unos pocos que tienen fuerza para imponerse ante una administración que renuncia a hacer de árbitro. Es posible que las entidades del Poblenou reclamaran un espacio en Can Felipa, aunque ahora lo nieguen.

En Vallcarca, en la otra punta de Barcelona, se abrió un conflicto similar. El solar de la mitificada Casita Blanca entraba en el Pla Buits, que es una solución inteligente pero de pobre: si no se puede hacer lo previsto, que los vecinos gestionen un espacio que vacío no sirve de nada. La pregunta es por qué se derribó el historiado meublé. Está dispuesto hacer una rambla verde más o menos desde Lesseps hasta el puente de Vallcarca: vayan a ver ese trozo de la ciudad y se les encogerá el corazón. Parece territorio bombardeado: huecos y casas alternándose como en una boca con pocos dientes. Casas plausibles de pequeña burguesía que se hacía la torreta en Gracia: sabe mal verlas hoy ahí solitas en el corredor de la muerte. No hay cosa peor que una afectación sin resolución, todo se hace más viejo y más desvencijado.

No sé qué escribiría Huertas Clavería ahora que la ciudad crece destruyendo hacia dentro, comiéndose la memoria

El solar de la Casita está justo donde empieza la rambla y la derribaron para sentar el principio. En el Pla Buits se adjudicó a un grupo de entidades que querían hacer huertos que sirvieran para reintegrar excluidos y gente sin techo. Los vecinos dijeron que ni hablar. Dejaron entrever que ese tipo de personal no lo quieren cerca de casa. Dicen que casi llegan a las manos en la discusión del tema, multitudinaria. Pero caminando por ese barrio que ya no es nada, veo otros huertos de las mismas entidades y pregunto. Es que lo que plantean es casi una privatización, me dicen. O sea que la cosa es complicada. O sea que la cosa ha sido mal gestionada. O sea que no todos los vecinos son sectarios y aquel espíritu social y generoso está hoy instalado en las casas okupadas que sobreviven en Vallcarca, unas ocupaciones pacíficas que, me dicen también, van siendo desalojadas. Alguna inmobiliaria se ha beneficiado de alguna permuta ventajosa. Y el Ayuntamiento ha realojado vecinos en un bloque espantoso que marca paquete junto a la avenida de Vallcarca.

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Usted sabe, señor Trias, que la vida urbana es compleja. No sé qué escribiría Huertas Clavería ahora que la ciudad crece destruyendo, que crece hacia dentro comiéndose la memoria. Yo le aviso: dicen los vecinos que para San Juan habrá hogueras en los huecos de Vallcarca. Grandes hogueras que seguirán quemando en silencio.

Patricia Gabancho es periodista y escritora.

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