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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dos cuentos de jueces

Hay jueces guardianes insensibles de la ley, pero los hay también que se atreven interpretarla según la realidad social

José María Mena

Primer cuento. Un pobre campesino quería entrar por la puerta de la ley, que estaba abierta para él, pero un terrible guardián, infinitamente superior, imperturbable, no le prohibía pasar, pero no se lo permitía. Le hacía esperar y esperar, hasta que murió de viejo, sin llegar a entrar. El guardián es el instrumento insensible de la puerta de la ley. No importa si conoce o no lo que hay tras la puerta, o si está engañado. Es, simplemente, el guardián de la puerta. En El procesode Kafka, el desdichado Josef K, procesado sin saber por qué, se encuentra en la catedral con el sacerdote de la prisión, que le cuenta esta cabalística historia.

Segundo cuento: Hacia 1745, el rey Federico II de Prusia, déspota ilustrado, decidió construirse un palacio de verano en Potsdam, cerca de Berlín, rodeado de un extenso parque. En el paraje elegido había un viejo molino, que el rey quería demoler porque afeaba su proyecto. Llamó al molinero y le ofreció comprarle el molino. El molinero le dijo que no estaba en venta. El rey, ilustrado pero déspota, le amenazó con quitárselo, y derribarlo. Entonces el molinero le dijo: “Pero todavía hay jueces en Berlín”. Y los hubo. Aún hoy, en mitad del parque, está el molino (destruido en 1945, pero reconstruido con exactitud germánica).

Hay un modelo kafkiano de servidor de la ley, eficaz, riguroso custodio de la puerta, experto conocedor de sus mecanismos. No importa si sabe lo que hay, realmente, tras la puerta, más allá de la ley. Permanece insensible ante los que esperan acceder a ella. Este modelo de personaje debe ser más frecuente de lo que parece. Sólo así se explicaría que la profesión de juez sea la peor valorada, junto con la de periodista, según las encuestas de 2013 del CIS, es decir, según respuesta de quienes esperan ante la puerta de la ley.

También están los que se atreven a interpretar las leyes según la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, como manda el Código Civil

Según esos mismos datos, la apreciación de que el fraude y la corrupción son el principal problema de España ha aumentado desde el 2,9% en 2010, al 12,3% en 2012, el 17,7% en enero del 2013, y el 40% en febrero. Vertiginoso ascenso, muestra del escándalo y la indignación generalizados.

Sin embargo, la apreciación de la Administración de Justicia como principal problema se mantiene casi sin alteración en una bajísima proporción (desde el 2,1% en 2010 hasta el 2,2% en enero de 2013). Según este dato, la justicia no es un grave problema, pese a que los jueces están muy mal considerados. Esto no es contradictorio. Simplemente los ciudadanos encuestados parece que consideran que esa profesión tan mal valorada carece de relevancia ante el gravísimo problema de la corrupción, vertiginosamente creciente. No hay datos para saber si los encuestados atribuyen la irrelevancia de los jueces a su insuficiente justicia o a su ineficacia práctica.

Al comienzo de 2013 el mayor problema, y con mucha diferencia, es el paro, para más del 80% de los encuestados. A él van asociados muchos dramas personales, familiares y colectivos. Desahucios, pobreza, indigencia, desamparo, desesperanza. Todo esto genera conflictos, y estos, con harta frecuencia, acaban en los juzgados. Y allí están, con frecuencia, aquellos guardianes insensibles de la ley, irrelevantes para la opinión pública. Pero también hay otros jueces. También están los que se atreven a interpretar las leyes según la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, como manda el Código Civil. Son los que llevan tiempo buscando fórmulas legales para evitar, o atenuar, la inhumanidad de los desahucios, procurando la viabilidad de la dación en pago, declarando la nulidad de las exigencias bancarias usurarias o fraudulentas. Son los que forcejean jurídicamente contra los indultos arbitrarios que el gobierno concede a condenados por torturas o por delitos financieros. Son los que osan abrir procesos contra los de Gürtel, contra Urdangarín, contra Blesa, contra Oriol Pujol, y contra otros personajes poderosos de Madrid, Andalucía o Cataluña. No son, ciertamente, una mayoría, pero ahí están.

Como dijo el molinero, aún hay jueces.

José María Mena es exfiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

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