Belleza sin pasión
Los conciertos de Madeleine Peyroux son altamente previsibles
El problema con los conciertos de Madeleine Peyroux es que son altamente previsibles. Cante lo que cante no existe el factor sorpresa, esa chispa que puede convertir una magnífica velada en algo inolvidable.
Madeleine Peyroux regresaba a Barcelona con nuevo disco bajo el brazo y su paso por el Palau puede y debe calificarse como una magnífica velada pero poco más. Un puñado de buenas canciones cantadas con solvencia en un bello entorno, todo excesivamente profesional, sin pasión. Y el público aplaudió pero también sin ningún exceso pasional, al final se conformó con un solo bis cuando lo habitual es arrancar tres a cuatro a artistas internacionales de esta categoría.
Probablemente la Peyroux los hubiera hecho si se los hubieran pedido, primero porque el concierto no fue excesivamente largo, apenas unos ochenta minutos, y segundo porque su primer bis fue una versión de una antigua canción de Josephine Baker, J'ai deux amours, que en su caso (en el de ambas) es altamente autobiográfico porque Peyroux nació en los Estados Unidos, en Georgia, pero creció como cantante en las calles de Paris. “Tengo dos amores”, dice la canción, “mi país y Paris”, una confesión que parecía la antesala de un final apoteósico pero todo se quedó ahí: un pequeño aplauso y a casa.
Madeleine Peyroux pose una voz terriblemente cercana, bella y cargada de connotaciones que la acercan a grandes nombres del blues y del jazz del pasado, insinúa sensualidad en cada tema pero no llega a plasmarla y al final tanto da que se trate de una canción de amor como de desdicha, todo suena en una misma dirección.
El miércoles en el Palau recuperó un puñado de temas conocidos, paseándose de Bob Dylan a Leonard Cohen y de ahí a clásicos tan notables como el Bye Bye Love, de los hermanos Everly, o La Javanaise de Serge Gainsbourg (ésta cantada en francés); recuperó canciones olvidadas de Warren Zevon y pagó pleitesía a Ray Charles que, al parecer, le ha inspirado su último disco.
Todo correcto, sumamente correcto, bello pero sin pizca de pasión.
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