Todo el mundo es burla

El título de la fuga final de Falstaff, última ópera de Giuseppe Verdi, viene de perlas para definir el espectáculo que Albert Boadella presentó ayer en los teatros del Canal. “Todo en el mundo es burla” se canta allí con ironía festiva. Es similar a la que usan los cantantes al despedirse en El pimiento Verdi, cuando entonan el brindis de La traviata…en alemán.

La obra es una parodia de principio a fin. Desde los tópicos, desde la chabacanería, desde el humor bien entendido, uno se puede mirar en la obra como en un espejo. En el fondo es un homenaje a Verdi y Wagner —un poco más a Verdi, desde luego— por mucho que se presente como un duelo. Hay ingenio en líneas generales en el texto, y, sobre todo, una dirección de actores que roza lo antológico. Antoni Comas encarna a Wagner, José Manuel Zapata a Verdi. Los dos están soberbios en todo momento. Como también María Rey-Joly, Luis Alvarez y todos los demás.

El Pimiento es un restaurante donde se va a homenajear a Verdi. En el juego del teatro el espectáculo desemboca en la representación de una ópera con argumento wagneriano pero con música verdiana, en una sucesión de despropósitos que conducen irresistiblemente a la sonrisa o a la carcajada. Los actores-cantantes se mueven con desparpajo en sus personajes y cantan lo que les sale al paso. También hay guiños cómicos a la actualidad, en un contexto de burla más inocente que ácida sobre la imagen que proyectan hoy los dos compositores.