Esqueleto y misterio
El guitarrista de Benin desgrana en el Café Berlín las canciones de 'Heritage' al compás de la batería de Ferenc Nemeth
Puede que en la ascensión de guitarrista de Benin Lionel Loueke a lo alto del jazz haya tenido que ver mucho uno de sus mentores: Herbie Hancock. El maestro del piano que había tocado en el quinteto de Miles Davis ha dicho de su manera de tocar la guitarra que “posee un asombroso sentido de la ubicación”. Sin embargo, Lionel nunca ha gozado del todo del favor de los críticos más circunspectos del género, que le han llegado a tachar de desubicado pertinaz —o sea, todo lo contrario que decía Hancock— al afirmar que tocaba la nota inadecuada en el momento inoportuno.
Y en esas se presentó anoche en Madrid en un pequeño club de jazz, el Café Berlín, que en cuestión de poco más de año y medio ha vuelto a recuperar el pulso perdido y se ha convertido otra vez en uno de los reductos mágicos que hacen que todavía esta ciudad tenga algún sentido. Loueke, desde el África occidental se fue a vivir joven a París. Y con esa guitarra esqueleto, que tantas veces ha exhibido en conciertos y fusionando la existencia rítmica de su origen con la sofisticación del jazz europeo y americano, empezó a hacerse un nombre. El tipo es sencillo y simpático y anoche solo le acompañó a la batería Ferenc Nemeth, un húngaro de baquetas tomar y golpeo machacón e imperturbable sonrisa con el que va a estar tocando hasta el sábado por varias ciudades españolas.
Entró suave y tranquilo, con una pieza larga y sedosa, pero al poco cedió Lionel parte del protagonismo a la batería de su amigo —hermano, llegó a decir—. Porque la guitarra de Lionel llega. Aunque no llevara anoche esa famosa desarmable que parece construida con un par de perchas de ropero y un mástil. Desgranaron las canciones de Heritage, algunas llevadas hacia el fanki y otras el misterio, como cuando se unió a ellos la cantante granadina Lara Bello.
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