Músicos convertidos en pintores
El proyecto Digital Piano_Player crea obras plásticas a partir del hecho físico de tocar
La música acostumbra no tener más representación gráfica que las notas en las partituras. Esta convención se la ha saltado Manuel Barrios, premio Nacional de Cultura de la Generalitat 2007, San Jordi de Cinematografía 2004 y director del programa Una mà de contesde TV-3, quien ha concebido el proyecto Digital Piano_Player, una conversión del gesto musical, del hecho físico de tocar, en una imagen con todos los visos de obra plástica. “Por mi trabajo en televisión estoy acostumbrado a obtener imagen de las palabras, pero quería ir más allá y convertir la música, una de mis pasiones, en imagen”, afirma Barrios.
La puesta en práctica de esta idea ha sido sencilla y económica. Cinco músicos, cuatro pianistas y un percusionista, pasaron por el taller de Masafumi Yamamoto, un grabador japonés afincado en Barcelona y con un dilatadísimo historial artístico que le ha unido en diferentes proyectos a Joan Brossa, Pere Gimferrer o María Zambrano entre otros. En su estudio los músicos tintaron sus dedos y tocaron una frase musical sobre una plancha de cobre que reproduce en tamaño real la amplitud del teclado de un piano y que luego Yamamoto convertiría en aguafuerte. Barrios indica que precisamente “este fue uno de los primeros debates: ¿qué hacer tocar a los pianistas?”. Él mismo responde a su pregunta: “descartamos piezas completas para evitar demasiadas huellas, para acotar la digitación y evitar el ruido gráfico resultante de muchas pulsiones sobre la plancha, así que les pedimos que hiciesen una simple frase que para nosotros actuaba como una figura en relación al fondo, un detalle en el contexto de una pieza musical completa”. El primero en “actuar” fue el desaparecido Joan Saura, que grabó un final de blues. Según Barrios, para Saura la música barroca tiene una gestualidad que él definía en torno a que la mano izquierda hace “nubecitas”, es decir, trabaja los graves, mientras la otra hace “caminitos, crea las melodías mediante movimientos lineales en la otra mitad del piano”.
El segundo músico en pasar por el taller de Yamamoto para grabar una frase musical sobre la plancha de cobre fue Agustí Fernández, quien explica qué le interesó de la propuesta: “lo sugestivo de la idea es que tenía en consideración la actividad física del instrumentista, una actividad que suele pasar desapercibida al ser ocultada por el propio sonido, por la misma música”, afirma. Agusti optó por ejecutar una improvisación que dio como resultado una notación muy compacta fruto de mucha actividad con los dedos, ya que cuando toca, el mismo Agustí se expresa también con el movimiento de su cuerpo. El resultado gráfico, “no, yo no me considero un artista plástico pese al grabado”, asegura riendo Agustí, es una elevada concentración de huellas repartidas en tres zonas de la plancha, que contrasta notablemente con la sencillez minimalista y casi zen de la frase grabada por Mr Furia, de Pinkertones, quien ejecutó la base de la pieza Sonido total. Los otros artistas implicados en el proyecto han sido Joan Albert Amargós, que “tocó” un extracto de Anda jaleo, pieza del disco que trabajó junto a Estrella Morente y el percusionista Nan Mercader, quien ocasionalmente percute sobre un teclado cubierto con un fieltro, grabó una frase de tanguillos percutiendo sobre el imaginario teclado incluso con las palmas de las manos.
Las obras permiten reconocer qué se ha tocado leyendo la plancha de cobre
Una posibilidad que se abre consiste en reconocer qué se ha tocado leyendo la digitación en la plancha de cobre. Agustí afirma que “se pueden descifrar conceptos generales como la actividad de las manos, así como la intensidad de la presión del dedo. También se pueden intuir algunos estilos como por ejemplo el pop, que al tener escasa notación da pistas para identificarlo en su plasmación gráfica”, aduce. “Ese trasvase entre sonido y representación gráfica, ese punto intermedio o indefinido entre música y obra plástica es precisamente lo que más me emociona del proyecto”, asegura Barrios, que ve en el mismo multitud de utilidades: “desde crear un catálogo de firmas de músicos de la ciudad, hasta pedir que diversos músicos toquen una misma frase de Mompou, uno de mis compositores predilectos, para establecer sus diferencias técnicas y estéticas”. De momento, esta manera de “evitar que la mano muera”, tal y como Barrios define las consecuencias del auge electrónico y digital, aguarda el interés de instituciones o museos en el fascinante taller de Masafumi Yamamoto, quien en las cinco obras ve, fundamentalmente, “huellas en la nieve”.
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