Estabilidad contra pronóstico
Solo uno de cada tres andaluces identifica a Diego Valderas como vicepresidente de la Junta
No es la primera vez que Andalucía ha sido gobernada por una coalición de partidos. Durante dos legislaturas consecutivas, desde 1996 hasta 2004, el pacto entre el PSOE y el PA dotó de gobernabilidad al Ejecutivo andaluz, a la forma de compartimentos estancos, con dos consejerías para el PA. Lo particular del pacto de 2012 es que la segunda fuerza que conforma lo coalición ocupa la vicepresidencia, además de tres consejerías.
Pero, al igual que con la experiencia anterior de coalición, la mayoría de andaluces sigue identificando exclusivamente al Ejecutivo autonómico con el PSOE, como ponen de manifiesto recientes sondeos, desconociendo la presencia de IU en el Gobierno. Los datos del último Egopa de 2013 muestran que aunque Diego Valderas es conocido por el 62% de los andaluces, este tiene una menor visibilidad política como miembro del Ejecutivo andaluz, de tal forma que solo uno de cada tres (33%) lo identifica como vicepresidente de la Junta.
Quizás el aspecto más destacable de la experiencia del Gobierno de coalición de izquierdas en Andalucía, no sea tanto el desconocimiento de IU como compañera del Ejecutivo socialista y las valoraciones críticas que recibe de la ciudadanía en su gestión, como el hecho de que el Gobierno de la Junta se ha convertido, de forma inesperada, en un elemento de estabilidad institucional en clave andaluza, así como de oposición, como resistencia, a las políticas de Rajoy, en clave nacional.
Son frecuentes las observaciones críticas a que los gobiernos de coalición tienden a ser inestables, débiles y, en consecuencia, breves. La experiencia andaluza de este último año ha mostrado, contra todo pronóstico y de forma inesperada, como se puso de manifiesto en la aprobación de los presupuestos, que cada uno de los partidos coaligados, especialmente en el caso de IU, ha logrado cohesionar a su grupo parlamentario o a los miembros necesarios para tener el apoyo de la mayoría parlamentaria llegado el momento de las votaciones y hacerse con el control de la organización política del partido, en torno al núcleo dirigente, superando tensiones internas, constricciones externas y las restricciones presupuestarias, que limitan su margen de actuación. Quizás, y en la esfera de Gobierno, el éxito y la estabilidad de esta coalición se base de nuevo en que cada una de las fuerzas coaligadas gobierna sus consejerías y gestiona sus asuntos, como compartimentos estancos, aunque con símbolos de unidad y de reformismo en la forma de gobernar.
Los últimos sondeos demoscópicos publicados coinciden en señalar la caída del PP, el mantenimiento a la baja del techo electoral del PSOE y el empuje de IU y de otras fuerzas políticas minoritarias como UPyD en unos todavía lejanos procesos autonómicos. Estos datos plantean como interrogante, si IU podría sacar rédito electoral a su participación en el Gobierno andaluz, dando utilidad a ese voto de izquierdas, más próximo a IU que al PSOE, que normalmente se queda en casa. O bien, simplemente, puede ser que el gran desconocimiento de la presencia de IU en el Gobierno autonómico y la fatiga con el bipartidismo andaluz lleven a los electores a votar a otras fuerzas minoritarias, en una región ideológicamente de izquierdas.
Carmen Ortega es directora del Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía.
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