La ‘cocina’ del CEO: el peligro de quemarse en los fogones
El Centro de Estudios de Opinión comete los errores propios de la ciencia demoscópica
Cada barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO) va acompañado de críticas: especialmente cuando se acercan elecciones. Para las autonómicas de 2012, el ente demoscópico oficial pronosticó una holgada mayoría absoluta de CIU, cálculo que sobrepasó en 22 escaños el resultado real. En el último sondeo, el ente demoscópico generó rún-rún por su atribución de escaños: si bien Esquerra ganaba en intención directa de voto, a CiU se le atribuían más escaños. ¿Por qué? La cocina.
El barómetro del CEO formula siempre las mismas preguntas. Solo se introducen algunas en función del contexto. El Gobierno de CiU, por ejemplo, introdujo en 2011 una cuestión sobre el referéndum. Es en estos pequeños detalles, y en el nombramiento del director del CEO —actualmente Jordi Argelaguet— donde se hace notar la influencia política del ente.
En el resto, según defiende Argelaguet, solo afectan los caprichos de la ciencia demoscópica. El CEO contrata a una empresa externa para hacer el trabajo de campo, el momento más delicado de cualquier sondeo. En el último estudio, para encontrar 2.500 personas la empresa DYM hizo en el último estudio 135.000 llamadas. Todo, para encontrar una muestra que represente el conjunto de la población catalana.
Ahí llega uno de los problemas a los que se encuentra el CEO para hacer una fotografía fidedigna. Por ejemplo, la encuesta, pese a que es aleatoria, tiende a sobrerrepresentar a los votantes de CiU y ERC y a infravalorar la abstención, según explica el colectivo de politólogos Cercle Gerrymandering en su último artículo. La solución para evitar este sesgo, apunta el politólogo Carles A. Foguet (uno de los editores de Gerrymandering) sería cambiar el sistema para hacerlo sin estratificar, es decir, sin decidir qué perfiles conforman una muestra representativa de la población. Totalmente aleatorio, como en los países anglosajones. “Al añadir criterios limitas la aleatoriedad, la vas recortando y aumentas los riesgos. Es un buen sistema, pero es más caro. Ojalá el CEO tuviera recursos para hacerlo”.
Donde el ente demoscópico se quema es en los fogones. ¿Hay sesgo político? Los expertos aseguran que no. “La famosa cocina es tan subjetiva que no se puede aplicar una fórmula. Cada técnico tiene la suya”, apunta José Pablo Ferrándiz, vicepresidente de la empresa de estudios de opinión Metroscopia. La cocina no es otra cosa que convertir la intención directa de voto en estimación de voto y finalmente escaños, contando con múltiples variables.
Tras obtener la intención directa de voto, el CEO la pondera con el recuerdo en las últimas elecciones para ver si hay algún partido que esté sobrerepresentado. Del dato que obtiene saca dos porcentajes, uno elevado y otro menor, que le dará la estimación final de voto. El técnico decide si se queda con el porcentaje alto o el bajo en función de otras variables: valoración de líderes, tendencia del partido, voto oculto...; y de ahí sale la estimación de voto. A los datos se le aplica la ley d'Hondt para obtener los escaños, un trayecto con un amplio margen de error en las provincias pequeñas. “Hay que tener muy en cuenta la participación”, apunta Ferrándiz. “Es un error clásico”, agrega Foguet.
El CEO defiende su imparcialidad. El ente demoscópico aplica cocina desde 2011. Pero los datos con los que se elabora son completamente accesibles: “La mañana que presentamos los sondeos le damos todos los datos a los partidos y los colgamos en Internet. Cada uno puede hacer su propio cálculo”, defiende Argelaguet. Haciendo cocina, se equipara a las empresas privadas. E, igual que todas, se equivoca. Ninguna empresa predijo el batacazo de Mas a una semana de las elecciones, ya que la campaña electoral fue clave. En el fondo, resume Ferrándiz, la demoscopia es buen sistema, pero “no es infalible”. O como apostilla Foguet: “Le estás diciendo a la gente qué votará cuando todavía no lo sabe”.
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