Una cultura vigilada
"Pese a algunos indicios que parecen apuntar lo contrario, todavía no hemos visto un cambio en la política cultural de la Generalitat"
Vicente Todolí vino a Valencia para pronunciar una charla en la facultad de Bellas Artes, y su visita ha tenido un amplio eco en la prensa. Hace unos días, leíamos sus declaraciones en este diario. Conviene prestar atención a cuanto dijo el especialista en Arte porque su opinión es la de quien por vivir fuera, puede vernos con mayor claridad. Vicente Todolí fue uno de los pilares sobre los que se edificó el prestigio del Instituto Valenciano de Arte Moderno, el IVAM, del que fue director artístico.
Con posterioridad, ha dirigido el museo de la Fundación Serralves, de Oporto y, durante siete años, hasta el 2010, la Tate Modern. En ambos museos, el éxito de su gestión fue incuestionable, lo que le ha llevado a ser requerido por prestigiosas fundaciones para las que trabaja en la actualidad. En el terreno del arte, Todolí es considerado una autoridad y sus opiniones se escuchan con respeto. Tiene, además, la ventaja de no ser un teórico, como sucede con tantos profesores universitarios; en este caso, estamos ante un práctico que muestra sus ideas través del trabajo.
A Todolí, los periodistas le preguntaron, naturalmente, por el IVAM. Digo naturalmente porque, al punto que la actual dirección ha llevado el prestigio del Instituto la pregunta era poco menos que inevitable. Todolí, sin embargo, no quiso pronunciarse, y este silencio cabe considerarlo como una respuesta suficiente. Sí habló, en cambio, de la situación en que se encuentra la cultura en la Comunidad Valenciana. Debemos prestar la máxima atención a sus palabras porque, como acabo de decir, son las de quien, por estar acostumbrado a manejarse bajo otras formas de gobernar, puede juzgarnos con mayor precisión. Cuando Todolí afirma que en la Comunidad Valenciana no existen instituciones que garanticen la independencia, denuncia los males endémicos de nuestra política cultural. ¿Cuál ha sido la política cultural en la Comunidad Valenciana durante los últimos diez, doce, catorce años? Una interferencia constante y caprichosa de los gobernantes en los asuntos de la cultura, que han manejado a su conveniencia. ¿No recordáis cuando el peluquero de Francisco Camps exponía sus creaciones en el IVAM? Acciones como esa, que ahora nos avergüenzan, son las que hemos debido soportar.
Cuando Todolí dice que ha trabajado en países "donde realmente hay instituciones que garantizan la independencia y la posibilidad de programar a largo plazo, lo que, de momento, en Valencia no existe", descalifica la política cultural de la Generalidad. Pero no sólo la realizada años atrás, sino la de ahora mismo. Pese a algunos indicios que parecen apuntar lo contrario, todavía no hemos visto un cambio en la política cultural de la Generalitat.
La consejera Catalá deberá trabajar mucho para que ese cambio se lleve a efecto. La manera en que organice CulturArts y, sobre todo, el modo en que se manifieste su política permitirá valorar su alcance. CulturArts será la piedra de toque de las intenciones de la consejera y mostrará cuáles son los verdaderos propósitos de Alberto Fabra. Me aventuro a expresar mis dudas de que tal cambio llegue a producirse de una manera efectiva. ¿Por qué digo esto? Porque para llevar a término esa política cultural, la Comunidad Valenciana deberá convertirse en una democracia avanzada, como sucede en otros países de Europa. Y, a día de hoy, no observo en la política de Alberto Fabra ningún indicio —basta ver el respeto que muestra por las Cortes— de que el presidente quiera recorrer ese camino.
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