¿Hablamos claro?
Ni podemos conformarnos con esperar a que los vientos cambien ni es decente limitarse a culpar al otro
Lleva razón Griñán cuando dice que la política de austeridad y la reforma laboral son responsables del aumento del paro que acaba de registrar la Encuesta de Población Activa. Pero me temo que limitarse a reconocerlo es tan inútil como recordarle que fue su propio partido el primero que empezó a ponerlas en marcha sin que los socialistas andaluces manifestaran entonces demasiado desacuerdo con ello.
Las últimas cifras de empleo y paro indican con toda claridad que la situación económica es gravísima y que sigue deteriorándose. Pero, además, muestran algunos nuevos signos que me parecen incluso aún más preocupantes.
Me parece muy significativo, por ejemplo, que el paro masculino haya descendido en el último trimestre en 14.200 personas (solo ha aumentado en los mayores de 54 años), mientras que el de las mujeres ha aumentado en 32.600, de modo que de cada cuatro nuevos parados en Andalucía tres son mujeres.
El incremento del paro femenino es malo en sí mismo, como el de los hombres, pero conlleva además un peligro porque cuanto más aumenten las diferentes manifestaciones de la desigualdad más difícil será salir de la crisis, dado que todas ellas han sido las que en gran parte la han provocado. Pero, además de ello, puede representar el inicio de un incremento acelerado en el paro si se confirmara que entramos en la fase de mayor destrucción específica de empleo femenino, una fase que habíamos adelantado que podría llegar si se permite que una de las salidas de la crisis sea la reocupación de las mujeres en puestos de trabajo a tiempo parcial, lo que requiere la previa expulsión del empleo de una buena parte de las que hasta ahora están ocupadas.
Otra novedad que refleja la encuesta del último trimestre del pasado año es que una gran parte del empleo que se destruye en Andalucía es público, lo que podría significar que el sector público está perdiendo su ya de por sí escaso vigor, algo preocupante pues su presencia es decisiva para crear directamente riqueza y para apoyar en esta tarea a la iniciativa privada. En Andalucía, lejos de lo que se nos quiere hacer creer, no sobra empleo público sino que se necesita aún más para que esa labor se pueda llevar a cabo eficazmente y en las mismas condiciones que en las naciones más adelantadas de nuestro entorno. Sé que en estos momentos hay muchas oficinas de la Junta de Andalucía repletas de funcionarios sin cometido alguno pero eso debería llevar a una reforma urgente de nuestra administración pública y no a su parálisis bien por pérdida de empleo o por la inadecuada utilización de sus efectivos.
Pues bien, cuando la realidad se empeña en mostrarse sin disimulo y cuando los datos nos anticipan con tanta transparencia las futuras complicaciones, ni vale buscar excusas mirando atrás, ni las soluciones conservadoras suelen ser valiosas. Si estamos descubriendo día a día que las políticas que se aplican no están sirviendo para lo que se anuncian, que las empresas siguen cerrando por falta de crédito y de clientela a pesar de tanta reforma, que los ingresos públicos (como los privados) siguen cayendo y que la deuda en lugar de reducirse aumenta sin descanso cuando se hacen recortes, ni podemos conformarnos con esperar a que los vientos cambien ni es decente limitarse a culpar al otro.
Los andaluces hemos hecho bien muchas cosas pero unas cifras tan dramáticas de desempleo indican que también ha de haber una gran parte de propia responsabilidad en el deterioro que sufre nuestra economía, y la mayor, posiblemente, la de no haber sido capaces de elegir nuestro propio camino, el habernos creído el cuento de que la globalización galopante, sus políticas de deuda y el crecimiento de un modelo insostenible nos encumbrarían idílicamente.
Ahora que el Gobierno ofrece un Pacto por Andalucía y que se trata de reeditar la concertación de años anteriores sería el momento de poner las cartas sobre la mesa con claridad y sinceridad y, sobre todo, de hacer partícipe a toda la sociedad y no solo a organizaciones o instituciones que más que simpatía y confianza concitan reserva, cuando no rechazo.
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