¿Hay vida tras Mariano Rajoy?
"El problema es cómo a un tipo como ese se le ha dado la oportunidad de desestabilizar todo el sistema"
Todo sugiere que el gobierno de Mariano Rajoy y sus terminales económicas, políticas o mediáticas está resuelto a legitimar de una vez por todas el finiquito de los hábitos democráticos y sus representantes sociales a fin de instaurar una dictadura parlamentaria donde la rapiña institucional pretende instalarse en la impunidad del aquí no pasa nada (y si pasa, se le saluda) mientras tengamos la mayoría absoluta. A esa glotona y estremecedora vocación se añade una especie de cándido desdén sobre las consecuencias de sus despóticas disposiciones, de manera que en cosa de poco tiempo esta gente ha conseguido enfrentarse abiertamente con colectivos tan básicos en la estructura social como la sanidad pública o los enseñantes, buena parte del aparato judicial, de la abogacía, del alumnado en general y el profesorado en particular, en un repertorio agónico de medidas muy deliberadas cuyo fin no es otro que el de aprovechar la crisis más o menos generalizada para imponer una miseria de vida que ni siquiera se disfraza de buenas maneras para destrozar lo que queda del país. Es el gobierno de la prepotencia y de la inmisericordia. No le basta con pisotear los derechos de millones de ciudadanos, tiene, además, que mostrarse odioso para todos. Parece un gobierno de colegio mayor, si a los colegios mayores se les pudiera atribuir tan letal desvergüenza en sus despropósitos de ceremonias, por así decir, de bienvenida.
Es así que la lectura de la prensa o la visión (nunca mejor dicho) de los informativos de la tele se han convertido en un martirio espeluznante. Siempre ocurrieron cosas, digamos, desagradables, es cierto: pero no tan seguidas y protagonizadas por semejante pandilla de facinerosos. Ni de tanto agobio emocional. La sensación es de escalofrío por fiebre esencial y de miedo, mucho miedo ante el navajeo que reina en las esferas de cuello blanco. ¿Qué hay detrás de las vibrantes miradas entre Alberto Fabra y Sonia Castedo? ¿Y si un Luis Bárcenas más o menos acorralado se decidiera a largar todo lo que sabe? El secreto o la discreción son básicos en el ejercicio de la política, de lo contrario sería imposible concertarla. De acuerdo, salvo cuando las triquiñuelas son inconfesables y propias del territorio judicial. ¿Ana Botella sabe que, para su mala fortuna, solo es una Ana Botella bien matrimoniada, nada de tonterías? ¿Y la Cospedal? ¿Sabe que más allá de mantillas de organdí y de peinetas que le sientan peor que a Pedro Almodóvar conduce a la muerte a unos cuantos ciudadanos al suprimir las urgencias en hospitales bajo su reinado? ¿Lo sabe?
Qué hay detrás de todo esto no lo sabemos, pero es como un sumario de tropelías en portada del que no conocemos todavía los tétricos contenidos de la letra pequeña. ¿Hemos llegado al borde del abismo en el repertorio de posibilidades? Sí, si un Luis Bárcenas cualquiera se decide a esgrimir en público todo lo que oculta. El problema es cómo a un tipo como ese se le ha dado la oportunidad de desestabilizar todo el sistema. Y Rajoy chuleando cuando asegura que no le temblará la mano para tomar medidas. ¿Y porqué no antes, cariño?
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