El umbral del dolor
"Lo cierto es que alguien entregó ingentes cantidades de dinero a quien no se le conoce más actividad que la de gerenciar con Aznar"
A ver si nos entendemos. Que los 22 millones que Bárcenas tenía en Suiza no son la cifra, al igual que Bárcenas no es el hombre. 22 es el porcentaje, probablemente no muy alto, de un total. Y quien ordenó que se saquearan las arcas públicas para poder finalmente destilar esos 22 millones tiene nombre y apellidos y sus iniciales no serán L.B.
Uno de los vídeos más famosos de la boda de los Aznar es el protagonizado por Don Manuel Fraga Iribarne y su acompañante. Escoltaba con ternura al anciano un tipo con Bigotes. Pretender que, aquel a quien se encomendó la custodia hasta el altar del brazo incorrupto de Don Manuel, era un perfecto desconocido para Mariano Rajoy y Jose Maria Aznar no solo es inverosímil, es incriminatorio.
Porque aquellos eran los mismos bigotes, exactamente los mismos, que impregnaron de gomina aquel móvil desde el que pudo escuchar a Francisco Camps confesarle un afecto tan desmesurado que tuvo que buscar entre su anatomía un órgano no susceptible de ser transplantado para poder expresar la verdadera dimensión de aquel sentimiento.
Porque hoy ya sabemos que, en opinión de la Fiscalía Anticorrupción, más de un integrante de un mismo gobierno coordinado por un mismo hombre, Francisco Camps, presuntamente adjudicó de manera irregular contratos a una trama dedicada a desviar fondos públicos. Sostiene el PP, que esto no es el resultado de una acción coordinada y ordenada desde la presidencia de ese gobierno, sino fruto de la mera casualidad. No importa. Ellos son los expertos en cuestiones de fe.
Lo cierto es que alguien entregó ingentes cantidades de dinero a quien no se le conoce más actividad que la de gerenciar con Aznar, y después atesorar con Rajoy las finanzas del Partido Popular. Por lo tanto, no es descabellado suponer que las tramas paganas nunca entregaron a Bárcenas tales cantidades por algo que, no siendo presidente, ministro o consejero autonómico éste nunca pudo hacer, sino por aquello que otros, que sí lo eran, ya habrían hecho.
Esto empieza a ser irrespirable. Vivimos en un país en el que mi presidente compartía tabique de despacho con alguien que amasó 22 millones en Suiza. Vivimos en una autonomía que ampara bajo sus escaños a quienes hoy imputa sin dudas la fiscalía por graves delitos de corrupción. Vivimos sabiendo que si nuestros hijos mueren mañana víctimas de un homicida, de un ludópata de la vida ajena, la justicia que éste reciba dependerá, no tanto de la calidad de su defensa como de la capacidad del criminal convicto para contratar el despacho del vástago del ministro.
Creo sinceramente que tenemos la urgente obligación de establecer con nitidez nuestro umbral del dolor. De no ser así solo habrá dos explicaciones para que como sociedad, como estado, esta situación todavía nos resulte soportable: que estemos muertos o en coma.
Josep Moreno es diputado autonómico del PSPV-PSOE
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