El envase del pacto
Alcanzar un pacto es demasiadas veces una especie de quimera, algo que está sólo en la imaginación del que lo propone
Hasta que Griñán anunció el Pacto por Andalucía, el Gobierno andaluz había sido más de grupos de sabios y consejos asesores. Manuel Chaves tenía predilección por reunir a expertos. Durante dos años tuvo a una veintena de personas elaborando propuestas para la denominada Segunda Modernización y un día las explicó todas. Eran 100 medidas de gobierno sobre 10 ejes de actuación a desarrollar en ocho ejercicios presupuestarios. Sin embargo, antes de alcanzar el ansiado estadio, Zapatero apareció en un acto público y acabó de un plumazo con la segunda modernización anunciando que íbamos ya por la tercera.
El antecedente fue el Foro Andalucía en el Nuevo Siglo, ideado también por Chaves y con su correspondiente grupo de expertos. Eran los tiempos en los que el futuro al que todos aspirábamos era el de la convergencia europea y en ese anhelo el por entonces presidente de la Junta anunció la meta: estar dentro de 20 años entre las 20 primeras regiones de Europa. Atisbar el futuro en mejores condiciones debe ser siempre una obligación de cualquier dirigente en su acción de gobierno y Chaves lo intuyó desde el inicio, llenando de eslóganes sus mandatos. Hay uno que permanecerá en la memoria de todos, la publicitada Andalucía imparable. Todavía antes, tuvimos otras aspiraciones. José Rodríguez de la Borbolla también se buscó un magnífico título para lanzarnos hacia el futuro: “Andalucía, la California de Europa”.
Sin embargo, la tradición de los pactos en Andalucía ha sido más una cosa de la oposición que del Gobierno, ya que este último ha preferido siempre publicitar sus éxitos y vender sus burras en solitario. Javier Arenas, en su larga trayectoria al frente del PP andaluz, tenía dos iniciativas en su discurso político a las que recurría con cierta destreza: las mesas y los pactos. Arenas tenía una oferta de mesas más amplia que el catálogo de IKEA: del turismo, del campo, de la ganadería… Y en cada año de cada legislatura en la oposición, era capaz de ofrecer un pacto al mes sobre una cosa y su contraria.
Alcanzar un pacto es demasiadas veces una especie de quimera, algo que está sólo en la imaginación del que lo propone. La política en este país se hace a cara de perro, por lo que resulta bastante difícil que los partidos se pongan de acuerdo en algo, aunque se pasen el día hablando de la necesidad de ponerse de acuerdo en mucho. Hay pactos incluso que se anuncian con el único propósito de que no se alcancen, ya que la intención que los promueve es sacarle los colores al oponente. Si la actual crisis económica, con seis millones de parados —más de un millón de ellos en Andalucía— y el país al borde del abismo, no ha propiciado un acuerdo en algo, por mínimo que haya sido, resulta poco creíble este despliegue de cordialidad sobre el pacto reclamado por Griñán.
De momento, el presidente de la Junta está buscando apoyos para un contenedor de propuestas donde no hay propuesta alguna, más allá de un compendio de frases con las que resulta difícil estar en desacuerdo. A ver quien está en contra de salir de la crisis “con un modelo productivo basado en la economía productiva y no especulativa”. Justifica el gobierno andaluz la falta de contenidos de la iniciativa advirtiendo que se “encuentra en la fase exploratoria” y que será a partir de los encuentros donde los grupos políticos, económicos y sociales tienen que exponer aquellos asuntos que consideren que deben incorporar al acuerdo.
El escritor Eduardo Galeano dice que vivimos en la cultura del envase y lo expresa de forma muy gráfica: “El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios”. Por eso, o el acuerdo por Andalucía avanza con algunas realidades; o estamos a punto de alcanzar, con cordialidad y buenas maneras, un pacto sobre el envase. Una alianza donde, de producirse, lo importante será la caja y lo accesorio el interior, tras alcanzarse un gran consenso sobre la nada.
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