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Librerías por bandera

El escritor, cuyo musical, ‘El último jinete’, se traslada a Londres tras una corta estancia en Madrid, pasea con sus recuerdos de infancia por el centro de la ciudad

Ray Loriga ante el estadio Santiago Bernabéu, al que acude desde que era pequeño.
Ray Loriga ante el estadio Santiago Bernabéu, al que acude desde que era pequeño.SAMUEL SÁNCHEZ

1. Santiago Bernabéu. Vengo a este estadio desde mi más tierna infancia y aún la siento como mi casa, aunque echo de menos aquellas tardes y noches en el gallinero, bajo la lluvia, con Pirri, Santillana o Juanito Gómez. Cuando había menos soberbia y más coraje, elegancia y cordura.

2. Librería Trama. En Madrid todavía quedan buenas librerías: Ocho y Medio, Pasajes, Méndez, Panta Rhei, Machado... Pero Trama es una de mis favoritas y está cerca de mi casa. Es también editorial y publican libros hermosos, inteligentes y cuidadosamente editados (Blanca de Navarra, 6).

3. El Cock. Si no estoy aquí, o en el Del Diego, a pocos metros, es que no he salido. De hecho mis días de apurar las noches ya casi han desaparecido. Sin embargo, de cuando en cuando paso por la calle de la Reina a ver a viejos amigos. El Cock es más que un bar. Sus dueños y quienes allí trabajan son ya parte de mi familia.

4. Galería Moriarty. He seguido a esta galería durante muchos años en sus distintas localizaciones y siempre han albergado propuestas interesantes y exigentes. Ahora también es sede de un fascinante proyecto artístico-radiofónico, llamado El Estado Mental (Tamayo y Baus, 6).

5. Juguetería Gorostiola. Aquí compraba con mi hermano maquetas de la II Guerra Mundial. Para mi sorpresa, la tienda aún sobrevive, así que ahora puedo ir con mis hijos. Desgraciadamente desapareció Jorge Juan, donde completaba uno a uno mi colección de soldados de plomo de las guerras napoleónicas (Princesa, 78).

Letras para un musical

Ray Loriga (Madrid, 1967) debutó con gran éxito en 1992 con la novela Lo peor de todo. Ha trabajado también como director y guionista de cine. En 2012 se estrenó como libretista en el género musical con El último jinete.

6. Restaurante Julián de Tolosa. Sencillo, honesto, amable y con la mejor carne de Madrid. La carta es breve y perfecta, así que cuando uno va ya sabe lo que quiere comer y puede disfrutar de la conversación. No es exactamente barato, pero vale su precio. Además son encantadores (Cava Baja, 18).

7. Café Gijón. Cuando era un joven aspirante a escritor (aún aspiro a serlo algún día) pasaba los días entre la Biblioteca Nacional y el Café Gijón. La primera amistad allí la hacías casi en la puerta, con el vendedor de cigarrillos, que ya no está entre nosotros, y aunque tuvieses muy poco o nada en el bolsillo te trataban como a un señor. Ser pobre y con la cabeza llena de sueños nunca fue un problema en el Gijón y sigue sin serlo (paseo de Recoletos, 21).

8. Museo del Prado. Mi padre, José Antonio Loriga, es dibujante y pintor. Con él aprendí a recorrer el Prado. Siempre que voy sigo su consejo: no pasar más de una hora dentro y disfrutar y aprender de pocas obras cada vez, con calma. Es una suerte enorme vivir en Madrid y visitarlo a menudo y dulcemente, sin empachos. Todavía sigo descubriendo cosas nuevas y no creo que termine nunca (Ruiz de Alarcón, 23).

9. La Gran Vía. Sol puede ser el centro exacto, pero la Gran Vía es la más guapa de las calles de Madrid. Incluso en estos tiempos despersonalizados, de franquicias de moda en lugar de cines y de cafés en cadena, pasear de Cibeles a plaza de España esconde aún muchas sorpresas. No todas buenas, claro está.

10. Parque de la Fuente del Berro. Nací y me crié muy cerca de este parque que sigue siendo mi favorito. Aquí aprendí a jugar al fútbol y aquí tuve mis primeras peleas de bandas. Y tiene, a no ser que me equivoque, la única estatua de la ciudad de mi admirado poeta, Alexander Puskhin.

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