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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Políticas culturales

"Lo que nunca hubiéramos imaginado es que esos ratos libres permitieran a la señora Ridruejo acumular un currículo capaz de abrirle las puertas del IVAM"

El Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) anunció, días atrás, que Mónica Ridruejo expondrá en sus salas el próximo mes de marzo. La noticia, como buena parte de las que produce el Instituto desde hace años, ha provocado una lógica sorpresa. De la señora Ridruejo conocíamos su paso por la dirección general de Radio Televisión Española, en la etapa de gobierno de José María Aznar. También que fue eurodiputada por el Partido Popular, y que ha desempeñado diversos cargos en empresas de telecomunicaciones. Incluso habíamos leído algún escrito en la prensa donde comentaba su afición por la pintura, a la que dedicaba sus ratos libres. Lo que nunca hubiéramos imaginado es que esos ratos libres permitieran a la señora Ridruejo acumular un currículo capaz de abrirle las puertas del IVAM. ¡Eso es aprovechar el tiempo!

Al anuncio de la exposición de Ridruejo, ha respondido indignado el diputado Lluis Torró: “el único mérito que tiene la presunta artista es militar en el Partido Popular, puesto que su obra no reúne los requisitos de calidad para ser expuesta en un centro de referencia mundial como pretende ser el IVAM”. ¿Tiene razón el diputado Torró? Es difícil valorar los méritos artísticos de Mónica Ridruejo. Yo, desde luego, no podría decir si es una artista presunta o real. Pero tal vez no importen tanto los méritos artísticos, como pretende Lluis Torró, y debamos fijarnos en otros. ¿Cuáles? Pues en los que lleva aparejado ser miembro de esa red de influencias, transacciones y favores con los que se teje una parte considerable de la realidad del país —incluida, por supuesto, la realidad artística.

En Alicante, se acaba de producir un suceso bastante chusco en torno a la figura de Gabriel Miró que, seguramente, el lector ya conoce. El expediente que se redactó para declarar al escritor Hijo Predilecto de la ciudad apareció plagado de errores. No se trataba de esos errores mínimos y casuales que, a menudo, suelen deslizarse en una redacción y que todos cometemos. No. Los fallos que mostraba el expediente de Miró eran todos exagerados: datos biográficos falsos, nombres de obras alterados, argumentos tergiversados hasta producir hilaridad... La impresión que producía el documento era la de haber sido escrito con el atrevimiento que sólo alcanza una persona ignorante de su ignorancia. Lo que le da relieve —y picante— al incidente es el hecho de que el autor del documento sea el asesor de Cultura del Ayuntamiento de Alicante, Juan José Amores.

Tanto el caso Ridruejo como el asunto Miró muestran, a mi entender, una misma manera de enfocar la política, en este caso, la política cultural. Una manera donde la decisión del político —su conveniencia, su gusto— se impone a lo que debería ser el interés general. El proceso a través del cual Mónica Ridruejo colgará en marzo sus obras en las salas del IVAM es el mismo que permite a una persona sin formación suficiente acceder al cargo de asesor de Cultura en un ayuntamiento. Si nos preguntamos por el currículo de Ridruejo como pintora, hemos de hacerlo también por el de Amores. ¿Cuáles son los méritos de uno y otra? Pero, miremos todavía un poco más allá: esa falta de preparación que exhibe el asesor de Cultura del Ayuntamiento de Alicante, ¿no es la misma que han mostrado algunos consejeros de nuestras desaparecidas Cajas de Ahorro?

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