Carta abierta al ministro del Interior
No hablamos de una campaña de prensa, sino de la actividad intoxicadora de un grupo de policías que actúan fuera de la ley
Señor ministro, querido Jorge: como bien sabes, hace ya un montón de años que nos conocemos; calculo que más de veinticinco. Un período a lo largo del cual tu has sido actor destacadísimo de casi todos los avatares internos de Alianza Popular, después Partido Popular, en Cataluña; y yo, por mi parte, los he seguido a título de observador, analista crítico o historiador. Desde posiciones tan dispares, siempre nos hemos tratado —o así me lo parece— con afectuoso respeto, una actitud en cuyo nombre me tomo la libertad de dirigirte públicamente estas líneas.
Recuerdo que, en una de las primeras conversaciones dignas de tal nombre que sostuvimos —era por la segunda mitad de los años 80—, quisiste subrayar la diferencia de orígenes políticos que te separaba de alguno de tus correligionarios-enemigos de entonces, y apelaste con legítimo orgullo a tu papel el 23-F de 1981, defendiendo desde el Gobierno Civil de Oviedo la democracia amenazada. Pues bien, estimado Jorge, ahora se trata también de eso, de preservar la democracia. Porque no puedo creer que seas de los que piensan que, para proteger el statu quo jurídico, vale todo; que, para hacer frente a los planes autodeterministas de la mayoría parlamentaria surgida limpiamente de las urnas catalanas el pasado 25-N, sea lícito cargarse la separación de poderes e incurrir en prácticas propias de una república bananera o de un régimen policíaco particularmente astroso. Manejos a medio camino entre Amedo y Torrente, para entendernos.
Desde hace ya por lo menos seis semanas se multiplican las evidencias de que funcionarios policiales sin identificar, pero plausiblemente amparados por sus superiores jerárquicos y, por tanto, bajo tu responsabilidad siquiera indirecta, se dedican a fabricar informes apócrifos y falsos que luego filtran a determinadas —y connotadas— cabeceras mediáticas. El evidente objeto de la conjura es enlodar la imagen de la cúpula de Convergència i Unió, chantajear a jueces, fiscales y periodistas que, a juicio de los conspiradores, no muestran suficiente celo españolista y, en definitiva, presentar la Cataluña soberanista como un trasunto de la cueva de Alí Babá.
Discúlpame, ministro, que en este punto aluda a tu propia trayectoria biográfica. Durante casi tres décadas de actividad pública centrada en Cataluña, tuviste numerosas ocasiones de relacionarte política y personalmente con Jordi Pujol y con otros dirigentes nacionalistas. A la vez, fuiste víctima de guerras sucias urdidas desde las filas de tu mismo partido, de acusaciones insidiosas —la más repetida, la de “criptoconvergente”, ¿recuerdas?— inspiradas por la lógica del calumnia, que algo queda. Quizá soy un ingenuo, pero todavía albergo la creencia de que, aleccionado por tales experiencias y desde tus sólidos principios morales, debe de repugnarte especialmente lo que viene sucediendo a partir de mediados de noviembre.
De todos modos, esta carta no pretende apelar a tu conciencia, sino a tus obligaciones políticas e institucionales. No estamos hablando de una campaña de prensa, sino —al parecer— de la actividad intoxicadora de un grupo organizado de policías que no creo pertenezcan a la escala básica, que actúan al margen de la ley y no sé si de la cadena de mando y que se permiten incluso enviar agentes a la América Latina —¿con cargo al presupuesto, o gracias a alguna beca?— en busca de pruebas incriminatorias contra el vértice de CiU, sin que se lo haya encomendado juez ni fiscal alguno.
Desde que esas actuaciones empezaron a trascender han pasado ya más de cuarenta días y, en dicho plazo, el Ministerio del que eres titular no ha aclarado nada, no ha identificado a nadie entre los libelistas uniformados, no ha dado ninguna explicación sólida ni tomado ninguna medida disciplinaria. ¿Por complicidad ideológica con los fines de la conspiración, por debilidad, por incompetencia? Me niego a situarte en ninguna de esas tres hipótesis y, por tanto, aguardo con impaciencia que tengas la reacción propia del responsable de Interior de un Gobierno democrático europeo, ni más, ni menos. Entretanto, recibe un cordial y respetuoso saludo.
Joan B. Culla i Clarà es historiador.
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