Feijóo: “No quiero a los hombres de negro en Galicia”
El presidente citó experiencias de otras comunidades “gobernadas por socialistas o nacionalistas” que tienen que pedir anticipos para pagar las nóminas
Uno a uno, los 41 diputados de la nueva mayoría fueron dando el sí en voz alta y a media tarde de ayer Alberto Núñez Feijóo resultó investido presidente. Tiene por delante cuatro años más, esa “segunda oportunidad” que reclamó en campaña. Por sus tres horas de discurso en la doble sesión parlamentaria, del martes y de ayer, no cabe esperar que se distancie de la ortodoxia económica, el interés de los mercados y el poder real de la troika que somete a vigilancia a los países europeos.
La austeridad sin más que pregonaba hace cuatro años se apellida —ahora que algunos premios Nobel de Economía la ponen en entredicho— “bien entendida”. No hay alternativa ni cabe cambio de rumbo, el nuevo mandato será una secuela de los rigores presupuestarios iniciados en 2009. “No quiero a los hombres de negro en Galicia”, respondió a todos los grupos de la oposición que le pedían un viraje a sus políticas económicas. “Cumpliré mi deber si dentro de cuatro años Galicia no está en quiebra”, comprometió.
El presidente citó experiencias de otras comunidades “gobernadas por socialistas o nacionalistas” que tienen que pedir anticipos para pagar las nóminas y reiteró que el único modo de mantener el autogobierno es evitar el rescate por parte del Estado que ya tuvieron que pedir la mayoría de comnidades autónomas. “No creo que si no gastamos más es porque no queremos, lo hacemos porque tenemos respeto a los gallegos”. Luego llegaron manidas metáforas del padre de familia que se aprieta el cinturón y salvas a la “solvencia de Galicia”.
El discurso iba por el carril hasta que el líder del PSdeG, Pachi Vázquez, le afeó que siguiese sacando pecho con el déficit después de que el Consello de Contas destapase que la Xunta maquilló 400 millones de euros de déficit de 2010 gracias a un desplazamiento irregular de gasto de esa anualidad a la siguiente. Feijóo declinó responder sobre un asunto que negó varias veces en campaña pero fue su mano derecha en el grupo parlamentario, Pedro Puy, quien acabó admitiendo la existencia de esas prácticas contables. Puy ya no descalifió la auditoría de Contas —organismo del que formó parte— sino que defendió que la cantidad de dinero desplazada fue “significativamente menor” que la “publicada por la prensa” y defendió que dicha maniobra “no es ilegal”.
El portavoz parlamentario del PP gallego alude a que de los 411 millones de euros que se habrían desplazado irregularmente según Contas, 130 son fruto de una extrapolación que presupone que el 83% de las facturas están mal computadas (el porcentaje es fruto del trabajo de campo de los auditores que repasaron uno por uno 111 millones de pagos diferidos y comprobaron que 93,4 millones estaba indebidamente contabilizados). Puy niega que dicha extrapolación pueda hacerse y da a entender que las facturas no analizadas por los auditores siguieron una contabilidad adecuada. En cualquier caso, el trabajo de campo del organismo fiscalizador ha contabilizdo 281 millones de gasto desplazado en 2010, que se suman a los 80 millones ya admitidos por la Xunta el año anterior.
La solemne sesión que volivió a monopolizar la economía evidenció la necesidad del presidente de buscar apoyor para la dura travesía que le espera en la legislatura. Tras escuchar la virulencia del líder de AGE, Xosé Manuel Beiras, y —en menor medida— del portavoz del Bloque, Francisco Jorquera, tendió la mano a Pachi Vázquez para llegar a media docena de pactos sobre asuntos estratégicos. En uno de ellos, el de Novagalicia Banco, el secretario general del PSdeG le replicó con los teletipos e informaciones de medios digitales que a esa hora anunciaban la decisión del Banco de España de poner a la venta la entidad gallega. Feijóo optó primero por restarle importancia —”son rumores de confidenciales” pero luego aseguró: “Es un off the record de alguien del Banco de España interesado en que Novagalicia no pueda seguir sola”. A pesar de ello siguió pidiendo colaboración para intentar recapitalizar la entidad y que siga siendo gallega. Pero ya sin la convicción de otras veces. Ya por la mañana había advertido que la solución no depende ahora de la política: “Como presidente hice todo lo que estaba en mi mano, y el proyecto está vivo, es la hora de los gestores veremos si están a la altura”.
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